Miguel Sánchez, director de 'El Intermedio': "En un país normal, la gente no debería informarse por nuestro programa"

Miguel Sánchez, director de 'El Intermedio': "En un país normal, la gente no debería informarse por nuestro programa"

I.A.

Miguel Sánchez Romero (Rota, Cádiz 1962) es conocido por su equipo como Maikol y desconocido por los cerca de dos millones que de media siguen El Intermedio. Sin embargo, él es el cerebro. Este perro viejo del guión ha sido responsable del esqueleto de El Club de la Comedia, Noche Hache o 59 segundos, y desde que comenzó El Intermedio es el responsable último de las 43 personas que, sin contar a los técnicos de plató, dan vida al programa. Tiene en su haber el único espacio que se mantiene en laSexta desde que existe la cadena. El formato está ya consolidado y este jueves cierra su séptima temporada. En su debe, el director y productor ejecutivo se apunta el naufragio de 'El Intermedio International Edition', un programa para el fin de semana, y haber ofrecido en alguna ocasión información sin contrastar.

Tanto por el debe como por el haber, Maikol asegura vivir abrumado por la responsabilidad. Cada vez más gente le confiesa que elige El Intermedio para informarse. Esta temporada, la primera al completo bajo la mayoría absoluta del PP, su fórmula “reflexión y chiste” ha ampliado en más de un tercio su audiencia hasta llegar a merecer, para algunos, el epíteto de “contrapoder” del que él recela. “Quiero que digas que me da pudor que se diga eso”, pide en un momento de la entrevista.

-¿Por qué?

Me carga de responsabilidad, me agobia. Te recuerda que tienes que ser riguroso al máximo con la información. Estamos logrando que nos vean una media de dos millones de espectadores y eso es un poder de convocatoria importante, pero nuestra vocación no es ser un contrapoder. Si nosotros somos un contrapoder, este país está muy mal, sobre todo porque el contrapeso del poder debe ser la propia división de poderes, los propios políticos, la ciudadanía.

-El programa ya no se reduce a una revista de prensa graciosa, en algo liviano, como quizás fue más en sus inicios.

Nunca tuvimos la voluntad de elevar un segmento a la categoría de formato. Es decir, hacer un titular y un chiste te vale para cinco minutos de programa, no para los 45 o 50 que tenemos ahora. Siempre tuvimos la voluntad de explicar las cosas. No ser un programa que hace sólo chistes, sino que te cuenta lo que ha pasado. En ese sentido, no puedes cambiar un titular para dar un chiste. No tiene sentido. Somos un informativo humorístico y, de la misma manera que no queremos hacer chistes malos, no queremos dar información mala.

-¿El hecho de que más gente se informe por El Intermedio es virtud del espacio o un demérito de los demás?

En un país normal la gente no debería informarse por El Intermedio. Debería reirse con El Intermedio e informarse por medios serios. Y no digo que no los haya, pero también hay mucha intoxicación. Hay quien no se dedica a descubrir la verdad de lo que ocurre, sino a ocultarla. Creo que fue Pitigrilli quien decía que allá donde hay 300 abogados luchando por la verdad hay otros 600 luchando por lo contrario. Eso está ocurriendo en el periodismo.

-Jordi Évole, presentador de Salvados, comenzó como ‘El follonero’, protagonista de un formato gamberro. Ahora saca noticias y recibe premios de periodismo.

Cuantos más programas haya como estos, mejor. Iñaki [Gabilondo] dice que la democracia es la libertad de votar, pero también la libertad de estar informados. En eso, el humor es una herramienta muy importante. Si periodismo es informar de manera crítica, sin dar la información que quieren que sirvas, el humor es algo potentísimo. De lo único que puedes despojar a los poderosos es de la dignidad impostada que les ofrece el cargo. ¿Qué le importa a un banquero hipermillonario que 500.000 personas se manifiesten en la calle? Señalar la desnudez del rey que cree llevar un traje muy caro pero en realidad está desnudo es muy efectivo.

-¿Faltan programas de humor en la televisión en España?

Hay programas muy serios con los que te descojonas, ¿no? [ríe] En otros países hay varios programas de este tipo, cada cadena tiene uno. Parece que aquí a los gobernantes o al poder político, sea del color que sea, les afectan mucho más las críticas de este tipo de programas. A los políticos no le hace tanto daño un buen argumento como un buen chiste. Eso es lo que piensa el político erróneamente.

-¿Qué tipo de presiones reciben?

-Yo no recibo presiones.

-[...]

Recibo presiones de mí mismo. Si lo estamos haciendo bien, para no cagarla.

-¿No hay presiones de políticos que digieren mal las críticas?

A mí no me llegan. Te podría decir que no hay presiones. Y si las hubiera, no te las voy a decir. ¿Tú ves el programa y notas que haya presiones?

-No es exactamente lo mismo...

Hay una presión insoslayable, que es la que hay en las redes sociales. También vives con presiones de otros programas, pero eso se asume. Lo peligroso es atender a esas presiones que pueden modificar lo que haces y en eso el programa permanece inmune. Hemos conservado la independencia. Acuérdate lo que decían cuando nos iba a comprar Antena 3. Decían que El Intermedio iba a desaparecer, pero ha sido nuestra mejor temporada. Cuando no salimos a antena por un problema técnico, se dijo que nos habían censurado, pero hicimos el mismo programa al día siguiente. La presión que más me preocupa es la que nos metemos nosotros.

-¿Cuál es el límite del humor? ¿Sobre qué no se pueden hacer chistes?

Apenas hablamos de sucesos, no tiene mucho sentido. A veces los hemos comentado por el tratamiento que les dan otros medios, pero el humor es una lanza que tienes que emplear con los poderosos, nunca con los débiles. No vamos a hacer chistes de la gente a la que le va mal.

-¿Hasta dónde llega lo políticamente correcto? Todo el mundo se puede sentir ofendido. Pienso en razas, ideologías, orientación sexual, religión.

Hablamos sobre todo eso, pero hay que tener en cuenta que nosotros podemos hacer chistes sobre inmigrantes porque los hemos defendido siempre. No es lo mismo que Wyoming haga un chiste sobre gays que que lo haga [Silvio] Berlusconi.

-¿Ha crecido el programa a costa de barbaridades dichas en otras cadenas?

Cuando tú muestras algo increíble por la tele la gente te ve, es cierto.

-Hay quien les acusa de servir de altavoz. No hay mayor desprecio que no hacer aprecio, según el dicho.

No estamos hablando de unos frikis marginales, a esos no los sacamos. Estamos hablando de programas donde van ministros, dirigentes del PP que se sienten como en casa. El término “telebasura” ha cuajado de una manera brutal, pero no en prensa o literatura. Nadie habla de prensa o radio basura, y existe. Además, ha cuajado en un género que a mí no me parece el peor de todos. Que en Sálvame se enfrenten los partidarios y detractores de la Pantoja no me parece que le haga mucho daño al país. Lo que me parece brutal es que en la TDT party [o cadenas, mayoritariamente conservadoras, surgidas tras la aparición de la televisión terrestre digital] se dediquen horas y horas a ver si hay un Gobierno que está detrás de 200 muertos [del atentado del 11-M]. Y sin embargo nada llama a eso telebasura o prensa basura.

-Eso entraña una reflexión sobre qué es periodismo y qué no.

En un congreso de medicina, no se sentarían tres hechiceros masai con tres neurocirujanos. Nadie pensaría que son parte de la misma profesión. En España se sientan periodistas honorables con gente que se dedica a mentir o a difamar.