La sombra del privilegio o la importancia de ser hombre

La sombra del privilegio o la importancia de ser hombre

"Mi nombre es León Fernando, soy un hombre y sí, soy un privilegiado". Sí, señores, amigos, hermanos y compañeros. Existe desigualdad de género en este país, y ello implica que algunos tenemos privilegios frente a otras. Digámoslo más claro: ¡ser hombre es un privilegio, coño!

"La sombra describe la parte de la psique que un individuo preferiría no tener presente. Contiene las partes negadas del yo... Todos arrastramos una Sombra, y mientras esté menos plasmada en la vida consciente del individuo, más oscura y densa será, formando un problema inconsciente y frustrando nuestras mejores intenciones. Uno no se ilumina fantaseando con la luz, sino al hacerse consciente de la oscuridad".

-Carl Gustav Jung (Suiza; 26 de julio de 1875-6 de junio de 1961)

Me levanto por la mañana y veo hombres en la televisión, en las noticias, escucho sus voces en la radio y los veo en los periódicos, en redes sociales... y hasta en la sopa, si tan sólo tomase sopa para desayunar.

Ya sea porque la economía empeore, porque el paro suba, porque haya una catástrofe natural o un acto terrorista, porque se descubra un nuevo caso de corrupción u otro naufragio en el Mediterráneo; las imágenes del hombre llenan la actualidad.

Voy a salir y me miro en el espejo de la entrada y veo un hombre, y entonces me pregunto: ¿y las mujeres?

Las mujeres existen, sí claro, pero cosificadas, la mayor parte de las veces. Cuando son sujetas de noticias lo son, sujetas, eso sí, a los estereotipos que los hombres les colgamos. La mujer sigue siendo, pese a los muchos avances en materia de igualdad, todavía demasiado invisible, ensombrecida por el privilegio del hombre.

El hombre ocupa la realidad, ese es su privilegio, y sobre ella proyecta su sombra. Pero los hombres no vemos el privilegio ni su sombra, creemos que las cosas son así porque siempre han sido así. A fin de cuentas, primero construimos la idea de dios padre y después una realidad a su imagen y semejanza, que también es la nuestra.

Pero el privilegio es una gran sombra, como diría Jung. Y como tal sombra, nuestro privilegio asfixia la posibilidad de realizarnos como seres humanos en plano de igualdad con las mujeres e impide el progreso social.

Dicho de otra forma, no hay progresismo sin igualdad y no hay un humanismo posible si éste no es feminista. De hecho el feminismo es, desde mi punto de vista, el único humanismo coherente con el principio de igualdad. En este humanismo no hay lugar para privilegios de género.

Pero, ¿realmente es correcto hablar de privilegios de género en este país, en este siglo XXI?

No sé si es correcto; pero yo voy a hablar del privilegio de ser hombre en España. Y soy consciente de que a nadie le gusta reconocerse como "privilegiado". Por ello, además de como hombre y como jurista, quiero hablar con la neutralidad que me otorga el defender el principio de igualdad de género y el feminismo como el humanismo imprescindible.

Así que empezaré por reconocerlo en primera persona, como en un proceso de desintoxicación:

"Mi nombre es León Fernando, soy un hombre y sí, soy un privilegiado"

Sí, señores, amigos, hermanos y compañeros. Existe desigualdad de género en este país, y ello implica que algunos tenemos privilegios frente a otras.

Digámoslo más claro: ¡ser hombre es un privilegio, coño! Por más que su reconocimiento provoque irritación en el progresismo de este país y le siga dando ese aire de importancia a tanto señorito.

Sí señoritos, señores, políticos, sindicalistas, empresarios, parados, emigrantes y trabajadores, somos unos privilegiados; y lo somos, si nos comparamos con las mujeres en idéntica situación.

Y es que, en medio de todos los problemas que podamos tener, ser hombre nos sitúa de serie en el privilegiado asiento del conductor. Por ser hombres tenemos reconocidos derechos fundamentales desde que nacemos, derechos que nuestras compañeras, amigas, parejas, esposas, madres, hijas, etc. reivindican, en el mejor de los casos, y que simple y llanamente no pueden ejercer.

Pero, preguntan mis compañeros juristas: ¿no reconoce nuestra Constitución y ordenamiento el principio de igualdad de género? ¿De qué privilegio hablas entonces?

Sí, claro, muy sucinta y tímidamente, consagra nuestra Constitución el principio de igualdad formal de género en su artículo 14 , casi haciendo mutis por el foro:

Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

Pese a su pobre redacción, y gracias al activismo feminista, el principio de igualdad formal se reflejó en nuestra Carta Magna, y con mucho esfuerzo se ha ido esculpiéndo, golpe a golpe, en nuestra legislación, pero sólo "formalmente". Las y los juristas de este país hubiésemos preferido que se consagrase una igualdad material, con un compromiso claro del Estado, como en el artículo 3 de la Constitución italiana, que establece con claridad el principio de igualdad material con toda la fuerza posible:

"Todos los ciudadanos tienen la misma dignidad social y son iguales ante la ley, sin distinción de sexo, raza, lengua, religión, opiniones políticas ni circunstancias personales y sociales. Constituye obligación de la República suprimir los obstáculos de orden económico y social que, limitando de hecho la libertad y la igualdad de los ciudadanos, impiden el pleno desarrollo de la persona humana y la participación efectiva de todos los trabajadores en la organización política, económica y social del país"

Pero, por fortuna, la lucha por el principio de igualdad de género es universal y, de nuevo gracias a las reivindicaciones de los derechos de la mujer, este principio ha ido encontrando su lugar en todas las organizaciones internacionales y en los tratados de Derechos Humanos. Además, contamos con una normativa europea que, siendo aplicable en nuestro país, consagra en teoría el principio de igualdad aunque, como expresa reiteradamente el propio Parlamento Europeo en sus múltiples resoluciones, la práctica de los Estados en materia de igualdad sigue siendo muy deficiente.

Así pues nos encontramos que, a nivel formal, la regulación y protección legal es deficiente y la igualdad material aun inexistente. No es un panorama muy alentador, ¿verdad?

No me sirve pues, compañeros juristas, el seguir confundiendo igualdad formal con igualdad material. Cuando hablemos de igualdad de género, no podemos seguir esgrimiendo un catálogo de normas aprobadas para consagrar la igualdad formal, ignorando que la realidad material sigue siendo muy desigual.

En realidad, si queremos invocar un catálogo que ilumine materialmente la situación, deberíamos referirnos al informe Sombra de CEDAW España. Sus catorce epígrafes, como 14 es el artículo de la Constitución, desmontan el principio de igualdad formal e iluminan una realidad nada alentadora en nuestro país:

  1. Persiste la discriminación y la carencia de medios para la lucha contra todas las formas de violencia de género. Tal y como venimos denunciando persistentemente desde el activismo feminista.
  2. Hay un retroceso e incumplimiento de compromisos de cooperación internacional al desarrollo y género. Consecuencia de los cuales resulta el grave problema de los homicidios de inmigrantes en el Mediterráneo, de los que da cuenta mi estimada @Isamastro en su artículo de El Huffpost titulado Corresponsabilidad Migratoria.
  3. Existe un incumplimiento en la adopción de medidas para modificar los patrones culturales y romper estereotipos en educación y cultura. Incluyendo la presencia reducida y estereotipada de las mujeres en los medios, sin sanción por los organismos competentes.
  4. Persisten estereotipos discriminatorios que obstaculizan el acceso y la obtención de justicia en casos de violencia de género.
  5. No se aborda de forma integral y coherente la trata de mujeres y niñas (legislación, medidas y tratamiento).
  6. Existe discriminación en el derecho a participar en la vida política y retrocesos en las políticas de igualdad.
  7. Hay dificultades en el acceso a cauces formales de participación y desconocimiento de las vías informales
  8. Resultan deficientes la representación internacional y los procesos de nacionalización.
  9. Se reduce el derecho a la educación, no se desarrolla la legislación igualitaria y se contralegisla con una nueva Ley de Educación (lomce)
  10. Las reformas laborales y las medidas contra la crisis son insensibles (gender blind) a la perspectiva de género y vulneran el principio de igualdad
  11. Se vulnera gravemente el derecho a la salud y existen claras amenazas al ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos. No incluye el informe las gravísimas modificaciones a la Ley Orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, introducida por el Parlamento a propuesta del Grupo Popular el 18 de Febrero del 2015.
  12. No se ponen en marcha medidas para luchar contra la discriminación en otras esferas de la vida económica y social.
  13. La ruralidad invisibiliza el trabajo de las mujeres y ocluye sus derechos
  14. Hay una falta de la debida diligencia en la investigación de las denuncias.

Los hechos denunciados en este informe deberían ser suficientes para reconocer la sombra del privilegio y el hecho de que no estamos en una sociedad igualitaria.

No se trata aquí de hacer concesiones, sino de reconocer derechos existentes formalmente pero, sobre todo, de hacer un esfuerzo por materializarlos. Es preciso que todos y todas comencemos a plantearnos seriamente cómo continuar los caminos ya trazados que nos lleven a una sociedad igualitaria, en la que a las mujeres se le reconozcan los derechos y una participación igualitaria en todos los ámbitos de nuestra realidad, de nuestra sociedad o, al menos, el 50% que por derecho les corresponde.

La igualdad es mas importante que nunca en época de crisis, y en los programas electorales de los partidos progresistas ha de ocupar un lugar preeminente. Esto aún no se ve, e incluso los nuevos partidos siguen dirigidos en modo "macho alfa líder", anulando la mayor parte de las veces la representación que la mujer ha de ostentar en los mismos.

Si el político revolucionario está marginado, pensemos en la política revolucionaria.

Si el desempleado está discriminado, la desempleada lo está doblemente por ser mujer.

Si el emigrante se encuentra como un descastado, la emigrante está doblemente discriminada por ser mujer.

Experimentamos el privilegio de mil y una maneras, y siempre ha de ser reconocido, denunciado y corregido; pero, sobre todo, es preciso hacer un análisis transversal y, cada vez que como hombres veamos discriminación, debemos pensar en nuestro privilegio y examinar cómo esa misma discriminación afecta a la mujer.

Y ahora, si aún me sigues, compañero hombre, te pregunto:

¿Te sientes aún incómodo si te llamo "privilegiado"?