¿Es usted feliz?

¿Es usted feliz?

Quizá el que se dedica a hacer cine en España no llegará a ser feliz nunca, o lo será solo un poco. O, como decía el señor Fernán Gómez, el quid de la cuestión resida en ser frívolo. Cada maestrillo tiene su librillo. Es probable que algunos me tilden de insustancial, pero no podrán acusarme de no ser feliz intentando hacer cine.

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Imagen: ISTOCK

¿Es necesario estar volado para hacer cine o hay que volar para intentarlo?, ¿debes estar bajo los efectos de una droga o conviene emigrar a otro país para trabajar en esta industria del séptimo arte?, ¿se recomienda sufrir algún desequilibrio psicológico para dedicarte a ello o es un estado ineludible? Sea como fuere, quizá no interesen tanto dichas cuestiones como la relativa importancia que cada uno pueda prestarle al siguiente planteamiento. ¿Es usted feliz? A lo que el físico alemán Albert Einstein contestaba sin titubeo alguno: -No, ni falta que me hace. En este caso, no es condición sine qua non el estar volado o volar a otro lugar para hacer cine, sino el grado de felicidad que cada cual aplique a esta profesión tan dependiente de la creatividad y la suerte.

En torno al estado de la grata satisfacción espiritual y física, que es la felicidad, también habló uno de los maestros del cine español, Fernando Fernán Gómez. Decía en sus memorias recolectadas en el libro El tiempo amarillo: "Aunque no lo había leído en ninguna parte, la frivolidad me parecía un eficaz remedio para combatir la angustia. Inventé un lema para mi uso exclusivo y que sólo ahora doy a luz: Sobre los mares de la angustia camina por la cuerda floja un nombre vestido de colores". Y añadía: "A mí tampoco me hacía falta la felicidad -ese absoluto o ese universal- porque podía gozar de la vida. O, cuando peor se daba la noche, buscar insistentemente el goce, sin cansancio, sin rendirme".

Quizá el que se dedica a hacer cine en España no llegará a ser feliz nunca, o lo será solo un poco. O, como decía el señor Fernán Gómez, el quid de la cuestión resida en ser frívolo. Tal vez yo mismo esté observando la realidad con un prisma equivocado desde la infancia. ¿Acaso el cineasta debe ser una persona desaborida y veleidosa, que escriba guiones sobre asuntos ligeros con predominio de lo sensual y de poca sustancia?

La crisis, el desempleo, los desahucios, el cambio climático, el hambre, el terrorismo en sus múltiples formas, al que se suma el yihadismo... Una nueva amenaza que viene fraguándose desde hace mucho tiempo, que atenta contra nuestras vidas, costumbres y, por ende, contra el concepto de cine occidental. Además, en los últimos años, su punto de mira recae con mayor ahínco en Europa. El politólogo francés y profesor especialista en sociedades árabes, Gilles Kepel, explicaba en una entrevista concedida a El País Semanal, por qué dejaban de atacar Estados Unidos y empezaban a hacerlo en Europa. "Los yihadistas consideran que Europa es el punto flaco de Occidente. En un momento dado, Al Qaeda se da cuenta de que Estados Unidos es demasiado fuerte, mientras que Europa está desunida, compuesta por múltiples Estados descoordinados, con las fronteras delimitadas por el colador de Schengen y gobernada con mediocridad por instituciones incapaces de luchar contra el terrorismo". En cierta forma, este brío norteamericano, al que hace referencia el profesor Kepel, me recuerda al poderío con el que el cine de aquel país de habla inglesa irrumpe con tanta fuerza dentro de nuestras fronteras. Parece claro que debe existir una mayor coordinación entre países vecinos para combatir el terrorismo, al igual que habría que establecer un método adecuado para insuflar oxígeno a las cinematografías europeas frente al celuloide norteamericano.

Es posible que este panorama pinte sartriano y esta situación lleve a pensar al actor Fernando Fernán Gómez que la frivolidad es un eficaz remedio para combatir la angustia, no sé. De mi reflexión deduzco que no hace falta haber perdido la razón o emigrar para dedicarte al cine, sino alcanzar la felicidad con el quehacer diario, es decir, alcanzar la complacencia con uno mismo incluso si se ejerce la mala costumbre de crear imágenes en movimiento en este país.

Fue el mismo filósofo francés Jean-Paul Sartre el que dijo: "La felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace". Y eso es lo que intento alcanzar cada día que me levanto. Cada maestrillo tiene su librillo. Es probable que algunos me tilden de frívolo e insustancial, pero no podrán acusarme de no ser feliz intentando hacer cine.