Catalunya, el relato diferencial

Catalunya, el relato diferencial

EFE

La gente se siente comprometida por las elecciones democráticas cuando comparte un vinculo básico con la mayoría de los demás votantes. Si la experiencia de otros votantes me es ajena, y creo que no entienden mis sentimientos y no les importan mis intereses vitales, no tendré en absoluto ninguna razón para aceptar el veredicto si pierdo la votación (...) las elecciones democráticas solo funcionan en el seno de poblaciones que ya comparten algún vínculo, como creencias religiosas, mitos nacionales comunes. Son un método para zanjar desacuerdos entre personas que ya están de acuerdo sobre cosas básicas.

Esta cita proviene del libro de Harari, Homo Deus y a mi parecer, resume de manera extraordinaria el caso de la votación que el gobierno catalán pretende llevar a cabo el día 1 de octubre. Si atendemos al argumento básico de este párrafo nos conduce necesariamente al relato, una de las disciplinas más importantes de la comunicación política y el elemento básico que ha fallado en el encaje de Catalunya en el conjunto de España en los últimos años.

El hecho diferencial catalán es uno de los relatos clásicos de la política española. Los partidos nacionalistas y no nacionalistas catalanes han desarrollado relatos que según la intensidad han variado desde el independentismo unilateralista hasta el catalanismo integrador. Dentro de estos parámetros reivindicativos del hecho diferencial existen tantos matices como fuerzas políticas y ciudadanos que vinculaban las demandas políticas con el sentimiento identitario. Esas fuerzas políticas han supuesto tradicionalmente en Catalunya una grandísima mayoría, porque a excepción del PP y desde el 2006 C's, el resto de partidos políticos en Catalunya con representación parlamentaria alimentaban el relato diferencial, cada uno en su grado.

El punto de inflexión lo supuso la aprobación del Estatut de Catalunya, la recogida de firmas del PP, su posterior recorte por parte del Tribunal Constitucional – siendo idéntico del Estutato de Andalucía que nunca fue recurrido- tras lo cual, el gobierno recuperado por Artur Mas para CDC observó que el relato identitario tenía tanta potencia como para dejar a un lado el tradicional eje de confrontación electoral izquierda –derecha y uno nuevo que parecía aumentar su importancia que luego se llamaría limpieza- corrupción. En ambos cleavajes el nuevo gobierno tenía dificultades para elaborar su relato, en primer lugar, porque la crisis económica estaba empezando a ajustar los presupuestos y a popularizar los "recortes"; en segundo lugar, porque Maragall había levantado la tapa de los truenos con su "ustedes tienen un problema, que se llama 3%" que luego se conocería como el caso Palau.

Hace falta recuperar a esa mayoría de ciudadanos de Catalunya para que se vuelvan a sentir comprometidos con España, no obligados por la ley.

Institucionalizado en el gobierno el relato independentista, la potencia fue exponencial, en tan solo 5 años el independentismo aumentó desde el tradicional 20% hasta casi la mitad de la población en Catalunya. En este proceso se rompía el consenso social que hacía que la gran mayoría de la población catalana estuviera de acuerdo con el conjunto de España sobre las cuestiones básicas y mantuviera un vínculo esencial al margen de su lengua materna o del folclore tradicional. Y mientras el relato soberanista cabalgaba a lomos de medios de comunicación catalanes, instituciones públicas, organizaciones subvencionadas, en España se aferraban a la idea del "soufflé" – deseando que bajara cuando se enfriara- sin ofrecer un contrarelato que volviera a interpelar a una población que estaba rompiendo sus vínculos con las instituciones españolas.

A menos de un mes del 1 de octubre, un relato lo llama referéndum, otro relato se esfuerza por desmontarlo, apelando a la ley, pero la ley, como los estados, como las naciones, son entidades intersubjetivas creadas por el ser humano, no son ley natural, fueron inventadas y sobrevivieron porque la inmensa mayoría cree en ellas. Bien haría el contrarelato independentista en dar argumentos para volver a creer en la unión de Catalunya y el conjunto de España, porque de lo contrario pasará el 1 de octubre, se celebrará o no el referéndum, pero el problema persistirá con el riesgo de agravarse. Hace falta recuperar a esa mayoría de ciudadanos de Catalunya para que se vuelvan a sentir comprometidos con España, no obligados por la ley, sino compartiendo vínculos mediante la articulación de un relato que entienda sus sentimientos, sus intereses y su identidad.