Los posibles escenarios en Ucrania tras el aval de Putin a las provincias separatistas

Los posibles escenarios en Ucrania tras el aval de Putin a las provincias separatistas

Todo son preguntas: si entrará el Ejército ruso en Donbás, hasta dónde penetrará, cuál es la intención del Kremlin, qué espacio hay para el diálogo, que sanciones quedan.

Una mujer y un niño, ante el cuerpo del capitán Anton Sydorov, del ejército de Ucrania, muerto en el este del país. Su funeral fue ayer en Kiev.Emilio Morenatti via AP

Fue en la noche del lunes cuando el presidente de Rusia, Vladimir Putin, reconoció la soberanía de las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk, en el este de Ucrania. Con el paso de las horas, se han ido sucediendo las explicaciones, las amenazas, las represalias... y en esas estamos aún, a verlas venir, sin tener nada claro. Sólo se sabe que esta semana, que iba a ser la de la diplomacia, con encuentro en la cumbre con Joe Biden incluido, está siendo al final la de la ruptura total.

Putin no sólo ha dicho que las dos zonas del Donbás son suelo independiente, no ucraniano, sino que ha ordenado el ingreso de “fuerzas de paz” rusas en las dos áreas prorrusas. Hay informaciones, por ejemplo, de la agencia Reuters, que han dado cuenta de la presencia de tanques y camiones con armamento en Donetsk, no vistos antes, aunque circulan sin banderas ni distintivo alguno. ¿Son los rusos? No se sabe, no hay hay evidencia clara de que hayan llegado. También la OTAN afirma que hay “pruebas” de que las tropas rusas cruzaron la frontera hacia Donetsk y Lugansk tras el reconocimiento, pero no las ha mostrado.

Las fuerzas rusas, en realidad, han estado entrando y saliendo de ambas áreas a lo largo de casi ocho años de guerra, según han denunciado las autoridades de Kiev, pero ha sido sin bombos ni platillos. A los rebeldes se les apoyaba sobre todo en medios y dinero, pero la anexión de territorio se limitaba a Crimea. Por ahora, no hay informes claros de cambios importantes en el terreno desde el lunes, cuando estalló todo.

¿Qué está pasando ahora?

Por el momento, lo que está constatado es un fuerte aumento de los bombardeos a lo largo de la “línea de contacto” que divide el territorio controlado por los separatistas del territorio controlado por el gobierno ucraniano, pero por lo demás nada ha cambiado.

La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que tiene una misión en la zona, ha informado en su reporte referido al día que se produjeron 703 violaciones de alto el fuego en la zona de Donetsk respecto a los Acuerdos de Minsk -supuestamente aún vigentes pero papel mojado en la práctica-, incluidas 332 explosiones. Veníamos de 579 violaciones el día previo. En el caso de Lugansk, se han contabilizado 1.224 violaciones del alto el fuego (1.149 explosiones), cuando 24 horas antes la cifra fue de 333. Si nos vamos a principios de febrero, la cifra no pasaba de 194 en Donetsk y de 146 en Lugansk. Una escalada más que sensible.

La unidad del Ejército de Ucrania que controla la frontera en disputa con los rebeldes denuncia que en estas violaciones recientes se está empleando armamento pesado e incluso el BM-21 Grad, un sistema múltiple de lanzamiento de cohetes ruso, algo poco común y que se entiende como una provocación de Moscú. Por contra, los prorrusos indican que han sido objeto de múltiples ataques en las últimas 24 horas, incluyendo misiles antitanque, que se han orientado a zonas con civiles. No hay verificación independiente de estos datos, que pueden ser ciertos o parte de la clásica propaganda de guerra.

Pero entonces, ¿ha comenzado ya una guerra nueva, más grande que la que se desarrolla desde 2014? Hay movimientos y sube la temperatura, pero no hay rompimiento, por así decir, por más que EEUU y Reino Unido digan que la invasión de Ucrania ya ya comenzado o de que Australia sostenga que será una realidad en 24 horas. Los augurios no son buenos. Las vías diplomáticas parecen estar cerrándose, la retórica de Moscú se mantiene hostil, las imágenes de satélite muestran a las fuerzas rusas acercándose aún más a la frontera ucraniana, Kiev se pone a reclutar reservistas y las sanciones impuestas no son desequilibrantes. Pero de ahí al inicio de la peor guerra en suelo europeo desde 1945... dista lo que Putin quiera que diste. Nadie sabe si ha tomado ya la decisión.

De momento, Rusia ha comenzado la evacuación del personal de todas sus misiones diplomáticas en Ucrania. “El Gobierno de Rusia ha decidido, a fin de garantizar sus vidas y seguridad, evacuar al personal de sus misiones en Ucrania, lo que se hará efectivo a la mayor brevedad”, ha señalado el Ministerio de Exteriores en un comunicado.

Lo que puede pasar

En un escenario tan abierto, las predicciones son temerarias. Hablemos mejor de posibilidades. El Kremlin ya ha dado cobertura política a algo que ya existía en la práctica, que es su dominio de las dos zonas sublevadas. Ahora el primer escenario posible es que Putin dé la orden concreta de meterse en el Donbás. Ya cuenta con el aval del Senado para desplegar fuerzas en el exterior, pero precisa que eso ocurrirá “dependiendo de la situación” y no necesariamente de inmediato.

Si eso ocurre, habrá que ver el grado de penetración que tienen las tropas rusas y las rebeldes robustecidas por la dosis de ayuda de Moscú. Porque esa es una de las incógnitas actuales: si Rusia entra en liza para afianzar la independencia de estas dos regiones, puede quedarse en la zona que actualmente dominan de facto los sublevados pero también puede avanzar más, toda vez que todo Donetsk y todo Lugansk está en sus manos. Desde que comenzó la guerra, la pelea por cada cuarta de terreno o por cada oblast, como de llama a las provincias, es diaria. Hay una parte que aún dominan las autoridades ucranianas y otra que está bajo el control de los señores de la guerra independentistas prorrusos, como se ve en este mapa de la OSCE (los puntos amarillos son violaciones del alto el fuego y la línea roja, la de combate).

  Mapa de la OSCE sobre violaciones del alto el fuego en Ucrania, del 21 de febrero de 2022.OSCE

Especialmente relevante será el empuje ruso si va del este al sur, hacia la ciudad de Mariupol, aún bajo mando de Kiev, una ciudad portuaria esencial para el país, de casi 500.000 habitantes, que daría a Moscú una salida mayor al Mar de Azov que la que ya tienen sus aliados. Su toma significaría el control efectivo de toda esa costa, que ya domina en parte desde Crimea y establecería un puente terrestre con Rostrov, su cuidad más cercana.

El mar de Azov es crucial para las exportaciones de cereales y acero que se producen en el este de Ucrania. Se une al mar Negro por el estrecho de Kerch y de ahí los barcos pueden navegar hacia cualquier parte del mundo. También contiene yacimientos de gas y es un punto de cruce importante para el transporte de mercancía y pasajeros.

No obstante, no pocos analistas internacionales, más Inteligencias como las de EEUU y Reino Unido, avisan de que si Rusia inicia la invasión no se limitará al este de Ucrania, sino que irá a por todo el país. Se calcula que, tras los movimientos de tropas de los últimos días, hay unos 190.000 efectivos rusos en la frontera con su vecino, informa la BBC. Un número importante que permite, desde luego, emprender distintas estrategias, puede que incluso simultáneas. Está la opción de entrar por el Donbás y subir hacia la capital, de desviarse al sur para ampliar el control de Azov, acceder desde algo más al norte hacia el río Dnieper o directamente desde Bielorrusia, donde hay unos 30.000 soldados rusos, con material de primera, y donde se están desarrollando unos ejercicios militares que debieron acabar la semana pasada pero se han prolongado sine die.

Lo que está claro es que cruzar una frontera y adentrarse militarmente en otro país, por mucho que diga Putin, no es paz, indica el derecho internacional. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, se lo ha recordado al mandatario ruso esta madrugada: “Cuando las tropas de un país entran en el territorio de otro país sin su consentimiento, no son fuerzas de paz imparciales (...). No son en absoluto fuerzas de paz”.

¿Diploqué?

Si no entran soldados rusos en Donetsk y Lugansk y nos quedamos en el importantísimo reconocimiento político, la ventana para el diálogo se amplía. Hoy es minúscula. Se ha roto con los intentos de Francia y Alemania de revivir el Cuarteto de Normandía y, con él, los Acuerdos de Minsk que regían en la zona y que servían de marco desde hace siete años y medio, pero también se han venido abajo el encuentro que este jueves iban a tener en suelo europeo el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, y su homólogo ruso, Sergei Lavrov. No habrá “pretensión de diplomacia”, dice la Administración Biden. De la cita que se estaba pactando entre él y Putin ya ni hablamos.

Sin embargo, este miércoles Putin ha dicho que está listo para buscar “soluciones diplomáticas” sobre Ucrania, pero ha enfatizado que los intereses del país no son negociables. “Nuestro país siempre está abierto al diálogo directo y honesto, a la búsqueda de soluciones diplomáticas a los problemas. Los intereses de Rusia, la seguridad de nuestros ciudadanos, no son negociables para nosotros”, ha remarcado en un vídeo con motivo del Día del Defensor de la Patria.

Nadie sabe qué soluciones piensa Putin. Ucrania dice que va a agotar todas las vías, pero a la vez amenaza con romper relaciones en este campo con Moscú. Añade que han aprendido la lección, tras la guerra de 2014, y que hay que hacer “todos los intentos”, sin permitir bocados en su territorio ni un “baño se sangre”. Con los separatistas, insiste, no hay conversación posible. Esta noche han arrancado a EEUU más envíos de armas estadounidenses al país, porque “no existe una invasión menor, intermedia o mayor”, sino que “una invasión es una invasión” y hay que estar preparados. Se va a decretar el Estado de Emergencia en todo el país, además.

Los países de la OTAN y de la Unión Europea no quieren dar por agotadas las vías de diálogo, pero tampoco se habla de ellas de forma concreta. Los medios de Francia y de Alemania explican que sus dirigentes, Emmanuel Macron y Olaf Scholz, quieren seguir intentándolo, pero es complicado tender abiertamente la mano tras el discurso del lunes de Putin. Hay que esperar acontecimientos y buscar fórmulas silenciosas de contacto, pero a ver quién da con la tecla de una calma que deje en buena posición a todos, donde nadie aparezca como el perdedor.

Queda claro que no hay nada que hacer con Minsk. Estos acuerdos eran la gran esperanza, el marco acordado entre 2014 y 2015 para contener el choque entre rebeldes prorrusos y Ejército ucranio. Ya no valen nada. Moscú insiste en que ya era así desde hace “mucho tiempo”.

De momento, esta tarde se cita la Asamblea de la ONU para hablar de urgencia sobre esta crisis. En el Consejo de Seguridad nada se ha logrado por ahora.

Rusia, además, había pedido a las naciones del mundo que se sumasen a su reconocimiento de Donetsk y Lugansk, pero eso no está pasando. Al iniciarse el conflicto de 2014, ambos territorios realizaron un referéndum para separarse de Ucrania, que fue reconocido por Rusia, pero no por la comunidad internacional. Ahora también hay mucha prudencia antes de dar un paso así de comprometido. Sólo Siria y Nicaragua han dicho que respaldan el reconocimiento hecho por Rusia, pero no que ellos vayan a hacer lo propio.

El statu quo actual también es una opción, dadas las circunstancias: la cuerda ya está tensada y se esperan acontecimientos, sin poner botas sobre el terreno (o no muchas, lo justo para que no se hable de invasión flagrante), manteniendo declaraciones altaneras pero, a la vez, diciendo que hay tiempo para hablar. Es una tensión grave, cierto, pero que se suma a la que los ucranianos llevan viviendo desde 2014, sostenidamente.

Algún clavo ardiendo

Si esa rendija siguiera abierta, los escenarios sobre los que trabajar son limitados, ante el fracaso de Minsk: Ucrania renuncia por ahora a entrar en la OTAN (se convierte en neutral o apuesta por la vía de Finlandia, de alta cooperación con la Alianza sin ser miembro), Rusia hace gestos de distensión retrocediendo en la frontera y sin pisar el Donbás y se puede hablar de un nuevo modelo de defensa y seguridad para Europa, en el que todos tengan que pactar y ceder.

El bloque OTAN-EEUU y Rusia se han intercambiado cartas en los últimos tiempos en las que se explicitan las exigencias de seguridad de una y otra parte para rebajar la tensión. No son peticiones puntuales ni pequeñas, sino un nuevo dibujo de la defensa en el continente europeo. Los atlantistas, dispuestos a extenderse al este y mantener, por tanto, su política de puertas abiertas. Los rusos quieren garantías de seguridad a Moscú ante esa expansión y que Ucrania no sea de la partida.

Pero como del blanco al negro hay muchos grises, hay cuestiones intermedias de las que hablar: se podrían reactivar los acuerdos de control de armas -como el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio, firmado por Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov-, reforzar las medidas de fomento de confianza entre las fuerzas rusas y de la OTAN, una mayor transparencia sobre los ejercicios militares y la ubicación de los misiles de las dos partes, la colaboración en pruebas de armas antisatélites y un impulso al llamado Consejo OTAN-Rusia, de cooperación entre ambas partes.

Lamentablemente, ese escenario hoy parece muy lejano, pero siguen siendo pequeños clavos, ardiendo, a los que agarrarse.

Las primeras sanciones

Las primeras sanciones están llegando ya, pero no son las definitivas. Hablamos de un elemento esencial en las relaciones internacionales de hoy, una herramienta coercitiva que se aplica contra Gobiernos, entidades no estatales cono empresas o bancos e individuos particulares. Si un país supone una amenaza y la diplomacia no ha conseguido aminorar el riesgo, se puede acudir a esta vía para modificar su comportamiento, reducir su capacidad de maniobra o debilitar su posición y exponer ante el mundo los males de determinados mandatarios.

Las que ya hay contra Rusia un tanteo, para ir abriendo boca, a la espera de pasos más duros. Por ahora, van enfocadas a lo económico, principalmente. Las de Washington incluyen “sanciones de bloqueos totales” a dos grandes instituciones financieras rusas, el banco militar ruso y el VEB, el banco estatal que se encarga de apoyar el desarrollo de la economía, gestionar la deuda del Estado y los fondos de pensiones. “Rusia no podrá hacer dinero de Occidente y no podrá negociar su deuda en nuestros mercados o en mercados europeos”, dijo Biden anoche al presentarlas.

Similares son las anunciadas por Reino Unido, Japón, Canadá o Australia y las de la Unión Europea, un aperitivo para limitar la capacidad de Rusia de acceder a los mercados europeos. 27 personas, instituciones y bancos se verán afectados por las medidas punitivas. Se trata de figuras de la cúpula gobernante y del estamento militar, y de bancos que financiaron la agresión de Putin, al entender de Bruselas. Así se interrumpirá el acceso del Estado ruso a los mercados de capitales y los servicios financieros internacionales, y a modos de vida que el alto representante de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, citó en un tuit que acabó borrando.

La UE incluirá en su lista de sanciones a 351 integrantes del parlamento ruso que votaron a favor del reconocimiento de las repúblicas separatistas del este de Ucrania. Los patrimonios de esas personas serán congelados y se les negará el ingreso al ámbito de la Unión Europea.

Hasta el momento, Moscú se ha mostrado desafiante ante este castigo. Maria Zakharova, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, ha dicho que “con crisis de Ucrania o sin crisis de Ucrania, Occidente habría impuesto más sanciones a Rusia de todos modos, para contener” a su país. No hay desgaste en lo verbal. Sí en lo real. El índice bursátil MOEX de Moscú cayó un 1,5% este martes, después de haber perdido más de un 10% el lunes, con lo que las pérdidas en lo que va de año se sitúan en torno al 20%. Las acciones de la petrolera rusa Rosneft fueron las más afectadas el martes, con una caída del 7,5%. Las acciones rusas han perdido en total, más de 30.000 millones de dólares tan sólo esta semana.

Los analistas recomiendan dar golpes limitados en el tiempo -si no, las sanciones pierden efecto- y contundentes. Sólo así se logra una reacción de la parte presionada. Lo contrario se llama embargo a Cuba, por ejemplo, y acaba de cumplir 60 años. Se especula con medidas de control en sus exportaciones, de forma que tenga que detener la llegada de teléfonos inteligentes o componentes clave para fabricar coches o aviones, que contengan chips diseñados con software estadounidense o de producción en EEUU.

Un obstáculo a su desarrollo tecnológico, comercial e incluso defensivo ante el que algunos analistas avisan -puede generar daños también en lo doméstico e incrementar el riesgo de ciberataques- pero que podría ser efectivo. Eso vendrá en segundos paquetes y dependerán de lo que haga Rusia, de cómo replique Ucrania, de la evolución de los acontecimientos.

A estas alturas, ya nadie pone la mano en el fuego por nada, ni bueno ni malo, pero pesa el desánimo.