El laberinto de Venezuela: ¿Qué más puede hacer la comunidad internacional contra Maduro?
El chavismo se hace fuerte tras la toma de posesión de su líder, pese a no presentar las actas de su victoria electoral, y se crece ante la imposibilidad de González de entrar en el país. Las manifestaciones pierden fuerza y el foco se desvía a EEUU.

A Nicolás Maduro los tiempos le han venido muy bien. El 10 de enero, tomó posesión de su nuevo sexenio como presidente de Venezuela, pese a las sospechas de fraude electoral y a no haber presentado las actas que acrediten su victoria. Lo hizo con manifestaciones contrarias en las calles pero con el candidato opositor Edmundo González Urrutia incapaz de ingresar en el país por cuestiones de seguridad. Pero el caso es que lo hizo y está mandando.
Los ecos de su jura, apenas reconocida por un puñado de sus socios internacionales, duraron sólo unos días. Los medios de todo el mundo se preguntaban por María Corina Machado, la líder disidente a la que el chavismo no dejó presentarse a las elecciones, que salió del lugar seguro en el que se protege para liderar la calle, y que fue detenida y amenazada, o por la ronda de Urrutia cosechando más apoyos en América Latina y prometiendo volver "en el momento correcto". Pero este planeta en llamas pronto desvió el foco a otras latitudes. Al alto el fuego ente Hamás e Israel. A la toma de posesión de Donald Trump en Estados Unidos.
La cosas siguen pasando en Venezuela. Maduro, empoderado, ve cómo las protestas callejeras se han ido desinflando, porque su represión ha surtido efecto y hay miedo a los arrestos, porque los cabezas visibles de la oposición tienen que esconderse para salvar la libertad o la vida, dentro o fuera del país. Ya ha empezado a gobernar y lo hace con mano dura: sin hueco para el diálogo con la disidencia, rodeándose a los más radicales del chavismo y negando la realidad, como que se le han ido diez millones de nacionales. Dice que es culpa de las sanciones internacionales.
La pasada semana, el Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por el oficialismo y que avaló los datos de los comicios del 28 de julio, se declaró en "sesión permanente" con el fin de analizar propuestas de partidos políticos recogidas por la chavista Asamblea Nacional para los comicios legislativos, regionales y locales, previstos para este año, entre otras votaciones. Eso ha llevado a que Maduro presente un documento con propuestas de organización, formato, convocatoria, postulaciones, financiación de campañas y otros "elementos generales" de los "nueve o diez eventos electorales" previstos para 2025, entre ellos, seis consultas populares. Habrá también un proceso constituyente, dice el presidente.
Machado ha respondido que hasta que no "entre en vigor" el resultado de los comicios presidenciales del pasado verano, que insiste ganó González Urrutia, no procede participar en "elecciones de ningún tipo". Es uno de los grandes debates que siempre ha mantenido la heterogénea oposición venezolana: si acudir a un proceso sabiendo o temiendo que pueda ser manipulado o desmarcarse para dejar solo a Maduro. "Hasta que ese resultado no entre en vigor, no procede participar en elecciones de ningún tipo, ir a votar una y otra vez sin que se respeten los resultados no es defender el voto", sostuvo la exdiputada en un video publicado en X el 19 de enero.
La lucha sigue entre los opositores pero ven cómo la agenda internacional, aplastante, los borra del mapa. Urrutia no deja de moverse, ha estado esta semana en la jura de Trump en Washington, donde se le reconoce como el mandatario legítimo de Venezuela, pero eso no deja de ser testimonial. No cambia las cosas. De ahí que en el mismo vídeo Machado escribiera: "Aliados internacionales: los venezolanos decidimos SER LIBRES; el momento de actuar es YA".
¿Pero qué puede hacer la comunidad internacional en este laberinto, cuando Maduro ha formalizado la asunción del poder, cuando las Fuerzas Armadas parecen estar de su parte, cuando ni ganando las elecciones ha habido vuelco en el país por parte de la disidencia unida? Los analistas reconocen que ha ha habido ya un ligero aumento de la presión sobre Caracas desde la toma de Maduro, por ejemplo sancionando a 2.000 miembros de su Gobierno y aliados, con restricciones de visa, y elevando a 25 millones de dólares la recompensa por la entrega de información que lleve a la captura del mandatario.
Sin embargo, la licencia de la petrolera estadounidense Chevron para operar en Venezuela sigue vigente, por ejemplo. El recién confirmado secretario de Estado, Marco Rubio, aseguró en su audiencia de confirmación para ese puesto que EEUU debía revisar las licencias que permiten a la firma operar en el país, porque aporta miles de millones al "régimen" de Maduro.
En una de sus primeras rondas con prensa tras regresar al Despacho Oval, Trump dijo el lunes que mira a Venezuela "con mucho interés". "Es un país que conozco muy bien por varias razones. Fue un gran país hace 20 años y ahora es un desastre", dijo, según cita EFE. A la pregunta de un periodista de si seguía comprometido a que Maduro deje el poder, respondió: "También lo vamos a averiguar, porque probablemente vamos a dejar de comprar petróleo a Venezuela. No lo necesitamos".
El líder republicano sugirió que podría aplicar otro embargo como lo hizo en su primer mandato porque, insistió, Estados Unidos tiene más que suficiente petróleo. "Eso cambiaría Venezuela bastante", concluyó.
"Están pasando cosas"
"Están pasando cosas", expone, optimista, el expresidente de Ecuador Jamil Mahuad y profesor en la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard. Asume que González Urrutia -a quien ha acompañado en parte de su periplo americano antes de la toma de posesión de Maduro y por lo que se han colgado carteles de "se busca" en su contra por Venezuela- "no podía entrar ahora" y eso es un impedimento importante para el cambio, pero es que "era un objetivo militar, hubo un bloqueo aéreo y se militarizaron las fronteras, no había otra".
Pero, por contra, enumera los cambios que se han producido y que dan pie a que caigan los sucesores de Hugo Chávez. "Estamos en un punto clave que antes no teníamos: ahora los ciudadanos de Venezuela votan pero no eligen. Las elecciones las ha ganado claramente Edmundo y tenemos las actas que lo constatan. Es la base de la voluntad popular sobre la que se tiene que levantar una respuesta internacional", sostiene, un valor que no ha existido en el pasado, en otras convocatorias electorales.
Añade que "sólo acudieron dos dictadores" a la toma de posesión, de Cuba y Nicaragua, lo que demuestra que Maduro está huérfano internacionalmente". "Hubo un acto consumado de jura, no una toma de presidencia, porque no es legítima y el mundo le dio la espalda para gritarlo. Hay sanciones, hay recompensas, hay reconocimiento de Edmundo, hay retirada de embajadores. Todo eso suma", indica.
Otro punto que hace distinto este momentum: "la oposición no va a ceder". "Es el tiempo oportuno porque saben que este régimen se cae, hemos asistido al certificado de defunción de su legitimidad pasada. La oposición lo ha hecho todo, todo lo que estaba en su mano, y ahora es el momento de que la comunidad internacional responda", entiende Mahuad, que estuvo en el cargo entre 1998 y 2000 por el conservador Democracia Popular. Cuando dice "todo" también hace la lista, de las lágrimas a los arrestos, del ostracismo social o laboral al exilio, del secuestro al asesinato y, en julio, la victoria en las urnas. "Muchos puntos de diferencia", recuerda.
Es "enormemente frustrante" llegar a ese punto y no tener la Presidencia. Por eso, pese a que ve a Maduro más solo y más repudiado por la comunidad "democrática", pide a los de dentro que "no desmayen" y a los de fuera, que "ayuden y respondan al sacrificio de la gente". Venezuela se juega "en la mesa del ajedrez mundial".
A su entender, los aliados internacionales "están apoyando más que nunca", pero "a veces los procesos son largos y llevan tiempo". Pone el ejemplo de Siria, donde el régimen de Bachar al Assad (aliado de Maduro, por cierto) se hundió en diciembre pasado tras casi 14 años de durísima guerra civil. "Lo ha dicho [el que fuera presidente español] Felipe González, que de Siria sólo lograron salir los que cabían en un avión", dice a modo de aviso. Assad hoy está refugiado en Moscú gracias a su socio Vladimir Putin y la transición nacional está en marcha.
Aunque por prudencia elude señalar el camino concreto que tienen que dar los "amigos" de Venezuela, asume que hace falta "acción" y "coordinación" exterior y "apoyo" a los opositores.
Los pasos concretos
Los analistas no tienen esa cautela a la hora de recomendar lo que deben hacer los cercanos a González Urrutia, Machado y su causa. El Atlantic Council, un tanque de pensamiento de Washington, ha preguntado a su plantel de expertos y exponen una serie de recomendaciones generales: hay que trabajar con Gobiernos regionales, porque incluso los tradicionalmente de izquierda están denunciando el truco electoral (de Brasil a Colombia), acelerar la coordinación diplomática entre ellos y grandes valedores de la disidencia como EEUU, dar un nuevo impulso a los críticos -desgastados por la persecución- y complicarle la vida a Maduro y los suyos, sobre todo con sanciones.
Jason Marczak, vicepresidente y director senior del Centro para América Latina Adrienne Arsht de este think tank, recuerda que hasta el presidente de Chile, Gabriel Boric, ha dicho que Venezuela "es una dictadura. Hay acuerdo con su antagonista, el argentino Javier Milei, por ejemplo. Desfilan al mismo paso y eso es raro en el continente. "En una región fragmentada y polarizada, lo que Maduro ha logrado es unir a líderes de todo el espectro político para rechazar su nueva toma de poder", expone el experto. Brasil, Colombia y México se limitaron a enviar a los embajadores actuales en el país. El presidente de la Duma rusa, Vyacheslav Volodin, era de lo más alto en los fastos.
"El continuo rechazo regional a Maduro no es una hazaña menor. La región está históricamente dividida, pero la cuestión crucial es cómo evitar la complacencia y aprovechar esta unidad para apoyar aún más a la oposición democrática", destaca, como aviso ante el paso de los días. "Los gobiernos regionales, incluido el equipo entrante de Trump, deberían acelerar la coordinación diplomática para dar un nuevo impulso a la oposición y hacerles la vida más difícil a Maduro y sus cómplices. Al mismo tiempo, estos gobiernos deberían esforzarse por evitar cargar al pueblo venezolano con más dificultades", recomienda.
Asume, eso sí, que "es una cuerda floja delicada, pero es necesaria para dar más esperanza a la abrumadora cantidad de venezolanos que votaron por la democracia y la libertad en julio".
Para Geoff Ramsey, investigador del Centro para América Latina Adrienne Arsht del Atlantic Council, al asumir otro "mandato ilegítimo basado en una elección fraudulenta", Maduro ha confirmado que está dispuesto "a aferrarse al poder a toda costa". La situación es compleja: Machado y González "son muy populares en Venezuela", pero "Maduro tiene las armas y los matones de su lado, y no teme usarlos". "Sin embargo, a pesar del creciente número de presos políticos y la reciente detención y liberación de Machado, es fácil exagerar la fuerza real de Maduro", afirma.
¿Por qué? Expone que Maduro ha tenido que "reconfigurar por completo su gabinete, poniendo cada vez más poder en manos de los miembros de línea dura de la coalición chavista". Un "benefactor clave" de la iniciativa de Maduro de asumir un nuevo mandato es el ministro del Interior, Diosdado Cabello, "un rival de larga data al que Maduro ha mantenido a distancia desde que asumió el poder en 2013". "Confiarle el puesto de máximo responsable del gobierno puede ser una señal de los pocos amigos que le quedan a Maduro dentro del chavismo", dice.
Mientras tanto, "otros miembros de la coalición pueden tener dudas sobre la idea de seis años más de caos económico, violencia y aislamiento internacional". Es en ese punto en el que cree que hay que actuar. Trump en particular, recomienda, "debería tomar nota cuidadosa de estas dinámicas internas". "El objetivo debería ser combinar la presión con incentivos que puedan perturbar la cohesión del régimen, presentando dilemas a las figuras clave del chavismo, de una manera que haga que una transición democrática sea más atractiva que aferrarse al poder", sostiene.
Para que esta estrategia funcione, la nueva Administración estadounidense tendrá que "mantener una política de sanciones ágil y que responda a los acontecimientos sobre el terreno, y evitar un enfoque de 'instalarla y olvidarla'". Tiene claro que es "poco probable" que las sanciones por sí solas derroquen a Maduro, "a menos que estén acompañadas de una hoja de ruta clara para levantarlas, dando a las figuras del régimen indecisas un plan a seguir". El Marco de Transición Democrática de la primera administración Trump presentado en 2020, ya fue, a su entender, "una visión de cambio que implica compartir el poder y la reconciliación, y puede que valga la pena desempolvarlo también esta vez".
Su colega Iria Puyosa, investigadora senior del Laboratorio de Investigación Forense Digital del mismo organismo, asume que las sanciones anunciadas por Washington tras la toma de maduro "no son suficientes" para sacarlo del poder. La coalición gobernante, a la que los representantes de la Casa Blanca ahora califican de "narcoterroristas", puede aún "seguir colaborando con redes criminales transnacionales que incluyen aliados en Irán y Rusia, y al mismo tiempo aumentar la represión contra líderes políticos democráticos y defensores de los derechos humanos en Venezuela". No se les han cerrado todos los pasos.
Por eso, los aliados de la disidencia tienen por delante la tarea de "tomar medidas más decisivas para apoyar el restablecimiento democrático de Venezuela". "Retrasar una acción significativa podría hacer correr el riesgo de perder esta oportunidad crucial, especialmente porque la oposición ahora está unida estratégicamente, el pueblo está movilizado y la coalición gobernante está mostrando grietas", avisa.
William Tobin, director adjunto del Centro de Energía Global del Atlantic Council, especializado en energía y clima, habla específicamente de lo que puede pasar con el sector petrolero local, que se encuentra "en una recuperación sostenida, aunque marginal". En los últimos meses, Venezuela superó el hito de un millón de barriles por día por primera vez desde mediados de 2019. De hecho, va en consonancia con los datos independientes de crecimiento económico: Venezuela subió un 3,9% en el último año.
Ese reciente repunte de la producción petrolera venezolana se ha producido con el regreso de empresas occidentales, sobre todo a partir de abril de 2024, en virtud de la política de "licencias específicas" del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. En virtud de esta política, las empresas individuales pueden solicitar autorización a la Oficina de Control de Activos Extranjeros para operar en Venezuela en términos transparentes y restringidos, que limitan estrictamente la remuneración a los facilitadores de Maduro. Según esta política, aproximadamente la mitad de las exportaciones de Venezuela se han dirigido a EEUU o a Europa desde mayo de 2024, lo que representa efectivamente una desviación de China y aumenta la transparencia.
"No hay duda de que una renovada estrategia de máxima presión lograría sus objetivos. En cualquier caso, le corresponde al Departamento del Tesoro asegurarse de que Maduro no pueda utilizar el sector petrolero como una fuente de ingresos y seguir estrechando su cerco en torno a la red de facilitadores de Maduro mediante sanciones individuales", dice el experto, en vista de ese escenario.
Lucie Kneip, asistente de programa en el Centro Latinoamericano Adrienne Arsht, pone al fin el foco en la propia oposición en sí. "Si bien sectores de la oposición venezolana condenaron rápidamente su detención, aún está por verse cómo responderá la oposición a las pruebas de su capacidad para unificarse en 2025, dadas las diferencias en las actitudes hacia la participación electoral, las negociaciones y las tácticas de presión", recuerda. Ahora el bloque parecía más monolítico y unido que nunca, pero hay pasado.
Los candidatos de la coalición opositora tendrán que decidir "si vale la pena lanzarse a la palestra dadas las condiciones electorales". Machado ya avanza que no. "Algunos pueden decidir que el fraude flagrante del gobierno a nivel nacional será aún más fácil de lograr a nivel local, mientras que otros pueden tratar de aprovechar la infraestructura de sus bastiones para conseguir el mayor poder regional posible, en cuyo caso tendrán que desarrollar una estrategia clara de movilización", dice. Lo que es seguro es que "el régimen tratará de explotar estas estrategias contrapuestas para socavar la voluntad política de la oposición de estar a la altura de las circunstancias".
"El Gobierno de Maduro ha demostrado históricamente su habilidad para aprovechar las divisiones internas brindando oportunidades a los grupos disidentes descontentos dentro de los partidos para ganar terreno posicionándose más cerca de los afiliados al régimen", por lo que es probable que esta estrategia de "cooptación partidaria" continúe y, más aún, surta efecto, "a menos que la oposición pueda encontrar una manera de resolver las diferencias internas y coordinarse para definir una teoría del cambio", recuerda Kneip.
Llegados a este punto, "los aliados internacionales serán fundamentales para apoyar la participación política y la libertad de expresión mientras Maduro intenta sofocar aún más estos principios de la democracia".
Atención y denuncia
Si en algo coinciden estos analistas y los grupos de derechos humanos internacionales es que son los venezolanos los que tienen que poder decidir su presente, sin injerencias. Presionar es una cosa e interferir, otra bien distinta, y de eso sabe bien América Latina. Atención, foco puesto, denuncia permanente, sin palos en las ruedas.
Desde la organización de derechos humanos Freedom House se insta "a Estados Unidos, a otras democracias de la región y a la comunidad internacional" a que se solidaricen con el pueblo venezolano "intensificando el escrutinio de la situación de los derechos humanos y reforzando los esfuerzos internacionales para que los miembros del régimen de Maduro rindan cuentas por los abusos de los derechos humanos".
Porque eso, dice, es lo que se espera en estas primeras semanas tras la toma de posesión: "una intensificación de lo que ya son violaciones sistemáticas de los derechos humanos" y una "brutal represión de la disidencia" y "flagrante desprecio por la voluntad del pueblo venezolano", "inaceptables" en sus palabras.
"La comunidad internacional también debe redoblar su apoyo a la sociedad civil venezolana y a los medios de comunicación independientes, ayudándolos a sostener su valiente labor de defensa de las libertades fundamentales y amplificando las voces de las víctimas en Venezuela. Lo más importante es que hacemos un llamamiento a las democracias de todo el mundo para que reconozcan al líder democrático Edmundo González Urrutia como el legítimo ganador de las elecciones presidenciales y rechacen la fraudulenta afirmación de Maduro de haber ganado un mandato popular", concluyen.
Por ahora, los días pasan y Maduro, aún solitario y deslegitimado, sigue mandando en Miraflores.