Zelenski, bajo la lupa: ¿está de verdad en riesgo la legitimidad del 'Capitán Ucrania'?

Zelenski, bajo la lupa: ¿está de verdad en riesgo la legitimidad del 'Capitán Ucrania'?

Las elecciones atrasadas 'sine die' por la guerra, los cambios en la cúpula militar, la contraofensiva contra Rusia estancada y un reclutamiento en ciernes llevan a preguntarse por el liderazgo del presidente, considerado un héroe internacional. 

Un hombre fotografía en mayo de 2022 un grafiti que compara a Volodimir Zelenski con Superman en una calle de Bristol (Reino Unido), obra del artista callejero Karl Reed.Matt Cardy / Getty Images

Liderar un país en tiempos de guerra es difícil. La vidas que se pierden, los mutilados, los ciudadanos reconvertidos en soldados y llevados al frente, las precarias condiciones de los que sobreviven y aguantan, la huida de quien busca refugio, los servicios que no se dan porque es imposible darlos. Todo hace mella. No hay más que mirar el rostro endurecido de Volodimir Zelenski, el presidente de Ucrania, poco que ver con el juvenil e ilusionado que, desde las calles de Kiev, anunciaba que se quedaba para pelear y que iba a expulsar a los invasores rusos. Era febrero de 2022. 

Ahora, más de dos años después del inicio de la "operación militar especial", como la llama Moscú, aquella efervescencia se ha perdido. La contienda está estancada, no se han liberado ni zonas del Donbás ni Crimea, sino que se han perdido más territorios -hasta el 20% del país está en manos rusas-. Se ha resistido de forma admirable, pero los días pasan sin visos de vencer ni de negociar una salida satisfactoria y el cansancio y la desgana y el descreimiento pesan. Incluso, restan brillo a un mandatario aplaudido como un héroe, el Capitán Ucrania

Pero una cosa es desgaste y otra rechazo. ¿De verdad está en riesgo la legitimidad de Zelenski, como intenta hacer ver la propaganda rusa? ¿Qué apoyos tiene aún? ¿Hay riesgo de quiebra interna? ¿Por qué se pone en tela de juicio el liderazgo del político mejor valorado del continente europeo

Los datos dicen que la popularidad del presidente, de 46 años y líder del partido Servidor del Pueblo, ha bajado pero se mantiene alta. Según indicó en febrero el Instituto Internacional de Sociología de Kiev, la confianza en el mandatario entre sus ciudadanos es del 64%; es verdad que en diciembre era del 77% y que al inicio de la invasión rozó l 90%, pero tienen explicación: no hay ganancias que vender de la guerra sobre el terreno, más que la resiliencia; no hay nuevas conquistas diplomáticas de armamento occidental arrancadas a los aliados; se han producido cambios en el Estado Mayor que han sacado de escena a militares muy queridos por los ucranianos y, además, está en agotamiento emocional de una población sometida, zarandeada. 

Zelenski, pleno de energía y convencimiento en su causa, prometió a su gente en 2022 que el 23 sería el año "de los invencibles", pero no fue así, y es normal que haya decepción, miedo a una contienda aún más larga, un escenario que dista mucho del alistamiento voluntario masivo y los civiles armados en las calles de cuando una serpiente de tanques iba camino de Kiev, en las primeras horas. 

En ese estado de ánimo, surge el debate de las elecciones. Ucrania debería votar esta primavera, porque el mandato de Zelenski acaba el 20 de mayo, tras estar cinco años al frente del Gobierno. En 2019, el exactor que un día hizo el papel de presidente en una serie de humor ganó en segunda vuelta con el 73,22 % de los votos, y hasta hoy. El dilema surge sobre si se pueden celebrar elecciones en tiempo de guerra, si Zelenski debe seguir como presidente interino o si debe ocupar ese lugar el presidente de la Rada Suprema, el Parlamento. 

La verdad es que no ha tenido las cosas fáciles Zelenski. Llegó al cargo prometiendo paz, tras el levantamiento prorruso en Donetsk y Lugansk y la anexión de Crimea por parte de Moscú en 2014, y se ha topado con una invasión mayor. Garantizó que erradicaría por completo la corrupción y ni ha podido implementar las reformas que tenía en mente ni se ha librado de manchas en su pechera, con alguna crisis interna. La tercera pata de su programa electoral era cumplir un solo mandato, tras la limpia. Y ahora está atrapado en la presidencia. 

Konstantin Skorkin, investigador independiente que especializado en el Donbás, ha escrito un análisis para el Fondo Carnegie para la Paz Internacional (Carnegie Endowment for International Peace) en el que sostiene que la no celebración de elecciones es "un problema inesperado para la democracia" de Ucrania, justo en un momento en que se está consolidando en su empeño en entrar en la Unión Europea y cuando es una de sus señas de identidad frente a otros estados del espacio postsoviético, por lo rápido que se adoptó un sufragio limpio en comparación con otros vecinos. 

Hay un consenso lógico, de base, sobre lo complejo que es votar cuando hay, por ejemplo, ocho millones de refugiados fuera (un 60% de ellos con derecho a voto), y zonas ocupadas en el país, sin contar con las complicaciones de seguridad y organizativas que conlleva y el coste: el Comité Electoral Central calculó el año pasado que harían falta casi 197 millones de dólares para las presidenciales y 136 para las legislativas, en un país con 82.300 millones de gasto previsto para 2024. Eso ha llevado a los partidos con representación parlamentaria y hasta un centenar de ONG, organizaciones de la sociedad civil y activistas por los derechos humanos a avalar que no haya elecciones, a emitir comunicados conjuntos asumiendo que ir a las urnas con una ley marcial en vigor no es factible. 

Sin embargo, hay distintas interpretaciones sobre quién debe ostentar el poder mientras esas elecciones llegan. Skorkin explica que se debe a que la ley es "vaga" y eso deja que surjan dudas. "Si bien la constitución no prohíbe explícitamente la celebración de elecciones presidenciales bajo la ley marcial, también establece que el presidente debe continuar en el cargo hasta que se elija un sucesor (artículo 108) y que los mandatos presidenciales duran cinco años (artículo 103)", indica. No hay alusiones a cómo debe extenderse el mandato de un líder y se hizo así queriendo, para "reducir el riesgo de abuso de poder". 

Los diputados populares de la Rada Suprema de Ucrania escuchan en pie el himno nacional en el pleno del 14 de marzo pasado.Andrii Nesterenko / Global Images Ukraine via Getty Images

En la Ley Electoral sí se contempla a las claras que en tiempos de guerra la voluntad popular se retrasa, ok, pero ¿quién lleva el mando, entonces? Los opositores a Zelenski, encabezados por el que fuera presidente Petro Poroshenko, entienden que no debe ser el actual mandatario el que se quede de forma temporal, interina, sino que ha de ser el presidente del Parlamento el que le tome el testigo hasta que se celebren elecciones. Ahora mismo ese puesto lo ocupa Ruslán Stefanchuk, fiel a Zelenski, de su mismo partido. 

El analista dice que hay precedentes: en 2014, cuando el entonces presidente Viktor Yanukovich escapó de Kiev huyendo del levantamiento popular, se quedó al frente del país Alexándr Turchinov. Luego se celebraron las correspondientes elecciones y ganó Poroshenko. 

Claramente, a Zelenski no le gusta esta salida. No quiere irse. El presidente de la Rada que podría querer su cargo no va a levantar la voz contra su jefe. Poroshenko no quiere hacer demasiada sangre hablando de falta de legitimidad, porque esas son las palabras exactas que usa el régimen de Vladimir Putin para denunciar al Ejecutivo de Kiev, al que insiste además en llamar "nazi". Aún así, no deja de recordar la necesidad de votar y de, mientras, ampliar la base de la toma de decisiones. Habla de compartir el poder, de lograr una coalición más amplia, pero el actual presidente no le complace, como tampoco le gusta un periodo de inestabilidad o transición que puede generar un vacío de poder, peligroso en el campo de batalla. 

De nuevo, tiene a la opinión pública de su lado: el mismo Instituto Internacional citado previamente tiene otro sondeo que indica que el 69% de los ucranianos quiere que Zelenski siga hasta que se levante la ley marcial, frente a un 10% que prefiere al presidente del hemiciclo. Un 53%, además, desea que Zelenski se postule a un segundo mandato, aunque este dato viene bajando sensiblemente desde finales de 2023, casi 10 puntos. 

La unidad nacional es esencial para soportar la acometida rusa pero es complicada de mantener in aeternum. Más allá de los opositores, hasta miembros del partido del presidente han reconocido que hay grietas internas y que puede haber complicaciones en un futuro cercano. Se refirió a ello en enero Davyd Arakhamia, del grupo parlamentario de Servidor del Pueblo, quien en una mesa redonda dijo que "no hay unidad dentro del Parlamento". "Eso es una ilusión, fue hace año y medio, ahora se ha ido. Se acerca una gran crisis", añadió. Aunque califica de "reconfortante" la unión de todos para encajar que unas elecciones no eran viables, avisa de que "la caja de Pandora ya está abierta" y se va a profundizar en las diferencias. 

Konstantin Skorkin recuerda que Zelenski tiene la posibilidad de llevar las elecciones y el relevo institucional al Tribunal Constitucional ucraniano para que le dé un espaldarazo, porque es perfectamente legal mantenerse en el despacho, pero no quiere, dice, porque acudir a él "podría interpretarse como una prueba de que incluso entre el equipo de Zelenski existen dudas sobre su legitimidad" y porque "está atrapado en una larga disputa con los jueces del Tribunal Constitucional por su resistencia a la legislación anticorrupción". Aún le vale con que tiene fundamentos legales para no ir a elecciones, con que cuenta con el consentimiento de la calle y hay acuerdo entre las élites para conformarse... por ahora. 

Cambios en el mando de la guerra

La estima y el respeto de Zelenski se ha desgastado, además, por su decisión de cambiar los estamentos militares. En febrero, tras varias semanas de rumores, el comandante en jefe de sus Ejércitos, Valeriy Zaluzhny, dejó de serlo. Todo un héroe de guerra, uno de los uniformados más queridos por la ciudadanía, caía en desgracia. Las informaciones de la prensa local dijeron que el presidente le había ofrecido un puesto de menor rango, que Zaluzhny había rechazado, y se vio obligado a cesarlo para demostrar superioridad. A su cargo llegó entonces Oleksandr Syskyi, mucho menos conocido, mucho menos carismático y, se supone, menos dispuesto a ponerse serio con el presidente cuando difieren sobre la guerra. 

El presidente Zelensky saluda al general Zaluzhny durante la celebración del Día de la Independencia, el 24 de agosto de 2023, en Kiev.Alexey Furman / Getty Images

Zelenski se alejó así de un icono de la resistencia en estos dos años de guerra, con quien tenía importantes diferencias. Si el general decía en público que hacían falta 500.000 soldados más, él salía al paso y le decía que eso era una exageración. Si Zaluzhny apostaba por pelear en el sur, en Crimea, el presidente prefería el este, el Donbás. Si el primero avisó desde meses antes de la invasión de la que se venía, el segundo le quitó hierro, temeroso de que los rumores de guerra hicieran daño a su economía. En The Showman, una biografía de Zelenski recién salida del horno, el periodista de la revista Time Simon Schuster sostiene que el militar había mostrado también más ambición desde el verano de 2022, con la guerra ya empezada, por lo que podía hacer sombra al mandatario. 

A los ucranianos Zaluzhny les encantaba y es una decepción perderlo, aunque militarmente los objetivos sigan siendo los mismos, porque la meta es única: expulsar al invasor y recuperar todo el territorio soberano robado. Si Zelenski ya tuvo una primera gran transformación, de actor a político, en estos dos años ha sufrido otra, de mandatario a líder militar. Antes, se apoyaba más en sus militares, pero ahora, con el paso de las semanas, también él domina y trata de poner su visión sobre la mesa. 

Los frecuentes viajes al frente que está haciendo estas semanas son una manera de solidarizarse con su gente en un tiempo incierto, pero también la demostración de que gana en experiencia y quiere saber aún más. Suyos son los nombramientos y las estrategias. No quiere relevo aún y multiplica sus áreas, como su referente total, el que fuera primer ministro de Reino Unido Winston Churchill.

Fuentes del Servicio Europeo de Acción Exterior avalan el papel de Zelenski, "en general", sin entrar en peleas internas, y enfatizan que "no hay dudas" de que "Ucrania es una democracia, en guerra, pero democracia", que sabrá llegar a un tiempo de paz con mejoras que ya se están llevando a cabo para poder incorporarse a la Unión, una larga carrera con más de 30 metas volantes que puede llevar muchos años. "La idea es resolver juntos la amenaza externa y luego continuar con el desarrollo de su democracia, en una necesaria senda de recuperación tras la agresión de Putin". 

La duración de la guerra y los avances que logre Ucrania marcarán, al final, la estima y el apoyo de un líder inesperado como Zelenski.