Petro Poroshenko, el nuevo empleado del pueblo ucraniano

Petro Poroshenko, el nuevo empleado del pueblo ucraniano

No voy a esperar los errores de Poroshenko para decir: "Mirad, ya lo había anticipado. Él no es mejor que Yanukóvich". Porque sus errores pueden tener graves consecuencias para todo el Estado. Yo quiero que él sea mejor. Yo quiero que mis dudas desaparezcan.

GTRES

Ahora mucha más gente empieza a pensar en Ucrania utilizando estas categorías de la democracia moderna, donde las autoridades realizan el papel de servidores del pueblo -de profesionales racionales, que no se destacan por cualidades excepcionales como el carisma. Y es uno de los mayores méritos de la revolución.

Poroshenko no es un salvador. Tampoco un Mesías. Ni siguiera es un líder de Euromaidán.

Pero a la vez no hay nada de lo que podamos acusarle. No participó en los intentos de asalto de los edificios administrativos. No demostraba nada de radicalismo. No cometió acciones impulsivas. No tenía relaciones con los partidos de ultraderecha. No realizó negociaciones con Yanukúvich.

Durante la revolución, nosotros, las personas jóvenes, inmaduras en sentido político y social y realmente revolucionarias, considerabamos a Poroshenko como a un oligarca acomodadizo que había previsto el éxito de esta rebelión y quería proteger sus negocios de una ola rabiosa.

Pero ahora esa actividad cautelosa sólo favorece a su imagen de político razonable. Y obviamente a Ucrania, con un pueblo racional que está despidiéndose de su pasado autoritario y patriarcal.

Si eligiéramos a Yarosh, un líder del Sector Derecho, el verdadero revolucionario, cuyo partido participó en todos los enfrentamiendos más duros (o al menos lo declaró), ¿con qué clase de relaciones internacionales podríamos contar? ¿Con un bloqueo total?

En su lugar tenemos un ejemplo de político listo. No muy carismático. No es elocuente. Reservado y enigmático, pero listo. En mi primer artículo escrito en abril La muerte es sólo el comienzo. Las reflexiones sobre los resultados de Euromaidán expresé todas las dudas relacionadas con Petro Poroshenko. Estas no han desaparecido.

Todas las tareas a realizar son bien conocidas: estabilizar la situación en el Este de Ucrania, conservar la unidad del país, mantener la paz.

No hablamos sobre la recuperación de Crimea, ni del establecimiento de buenas relaciones con Rusia porque son cosas fantásticas propias de una película de Hollywood. Nuestras expectativas son duras y exigen mucha sabiduría y firmeza del presidente, pero son lógicas y naturales. Necesitamos vivir en paz.

Lo peor que pueden hacer ahora los ucranianos es convertirse en revolucionarios profesionales, estar en una eterna oposición. Especialmente me refiero a esta gente joven que empezó la revolución. El anarquismo rebelde nos atrae como todo lo destructivo. Según Isaac Asimov, "el aburrimiento es el mayor látigo de nuestros tiempos". La revolución nos dio todo lo que están buscando los jóvenes de todo el mundo: el sentido de la vida, entusiasmo, el vector de energía. Pero los problemas que tenemos exigen la resolución inmediata. No sólo existen, sino que matan.

¿Puede nuestro presidente resolverlos? Él solo, nunca. Él con nosotros, sí puede.

Un amigo mío me dijo: "Si hubiera sabido que Poroshenko sería el presidente, no habría ido a Maidán". Maidán no existía para Poroshenko o para cualquier otro nuevo presidente. Existía para toda Ucrania.

Yo no voy a esperar los errores de Poroshenko para decir: "Mirad, ya lo había anticipado. Él no es mejor que Yanukóvich". Porque sus errores pueden tener graves consecuencias para todo el Estado.

Yo quiero que él sea mejor. Yo quiero que mis dudas desaparezcan. Yo quiero que mi amigo no tenga razón.

Lo único que quiero, por parte de Poroshenko, es ¡que no nos traicione!