La vez en la que Madrid se enfrentó a su propio Jack el Destripador

La vez en la que Madrid se enfrentó a su propio Jack el Destripador

Ha sido uno de los crímenes más mediáticos de la historia del país, con figuras como Millán Astray o Pérez Galdós implicadas de una u otra forma.

Dibujo de la cárcel Modelo de MadridRevista 'La Ilustración Española y Americana'.

A lo largo de la historia se han producido infinidad de crímenes que, por un motivo u otro (falta de pruebas, incomparecencia o fallecimiento de algún testigo clave o investigaciones que no han llegado a esclarecer los hechos), nunca han podido ser resueltos con plenas garantías de que la persona condenada fuese realmente la culpable.

Esto no es ninguna novedad, ya que en numerosas ocasiones sigue ocurriendo a día de hoy -afortunadamente cada vez es menos frecuente-, pero de entre todos estos casos hay uno que, tras casi 140 años desde que tuviese lugar, continúa dejando innumerables dudas acerca de lo ocurrido. 

Además, debido a la dimensión mediática que alcanzó en su momento, se ha convertido en todo un misterio que a estas alturas parece imposible que pueda ser resuelto. De hecho, este caso se considera como el primero en la historia de España que fue seguido de forma masiva por toda la prensa nacional y que incluso acabó con la trayectoria de una de las personas más conocidas del siglo XX en nuestro país, como fue Millán Astray.

Esta historia se remonta al año 1888, año en el que tuvo lugar el fallecimiento de una señora de 50 años llamada Luciana en su domicilio de Fuencarral (Madrid), conocida por contar con una gran fortuna y que, como tal, tenía a una criada, Higinia, encargada de las labores domésticas del hogar, y que pagaría con su vida la muerte de 'su señora'.

Luciana fue hallada muerta en su domicilio, en el número 109 de la calle madrileña de Fuencarral con varias puñaladas en el abdomen y con su cuerpo medio calcinado. Precisamente fue el humo que salía desde el piso el que alertó a los vecinos, que rápidamente acudieron al lugar de los hechos y vieron a la mujer tumbada y muerta en el suelo, mientras que Higinia se encontraba desmayada en la cocina junto al perro de la fallecida.

Nada más conocerse los hechos, la sirvienta fue interrogada y acusada como principal sospechosa del crimen. En su defensa, Higinia aseguró que su señora había sido visitada por un señor y que ella se había ido a dormir durante ese período de tiempo, algo que chocó frontalmente con las cinco siguientes versiones que dio a la policía.

La implicación de Millán Astray y el testimonio de Pérez Galdós le dieron una dimensión aún mayor

Y es que, la fallecida tenía un hijo, llamado José Vázquez Varela, también conocido como el 'Pollo Varela', quien se encontraba cumpliendo condena en la cárcel de Modelo de Madrid, y que mantenía una relación de amistad con Millán Astray, máximo responsable en aquel entonces de la prisión y que, en numerosas ocasiones concedía permisos ilegales al hijo de la Luciana. 

Esto supuso un giro inesperado en la investigación, ya que Higinia, en otra de sus versiones, aseguró que había sido el hijo de la señora quien había acabado con la vida de su madre. Ante la implicación de Millán Astray y el revuelo social y mediático generado por el suceso, una de las grandes personalidades del momento en nuestro país, y reputado periodista, Benito Pérez Galdós, decidió implicarse de lleno en el caso, llegando a presenciar todas las sesiones del juicio contra Higinia e incluso entrevistándose a solas con ellas en varias ocasiones.

Todo esto no hizo sino darle mayor dimensión al caso, que para el momento ya era conocido por todos a nivel nacional, e incluso provocó una división social entre los que estaban de parte de la criada y los que la consideraban inequívocamente culpable del asesinato. 

El juicio llegó a ser percibido por la sociedad como un claro ejemplo de la lucha de clases del momento, que enfrentaba a una 'pobre criada' sin recursos frente a su adinerada señora que demostraba cómo la influencia del dinero y el poder de los más adinerados era toda una quimera insalvable para el resto de 'mortales'. Hay que destacar que durante el curso de la investigación, en Whitechapel actuaba Jack el Destripador, siendo conocido a nivel internacional, algo que aumentó más si cabe el morbo por el crimen del momento.

Dimisiones obligadas y un crimen sin resolver

Regresando a la investigación en sí, como ya hemos mencionado, Millán Astray se encontraba implicado, ya que se había destapado que los permisos concedidos al hijo de la asesinada eran ilegales, y que de una forma u otra se había visto envuelto en esta rocambolesca historia que le obligó a dimitir de su cargo. Pero no se fue solo, ya que arrastró a nada menos que al presidente del Tribunal Supremo, Eugenio Montero Ríos, ya que era conocido por todos en el mundillo como su protector. 

Finalmente, y ante el panorama que había en el momento, el tribunal decidió darle garrota a Higinia, algo que tuvo lugar el 29 de julio de 1890 a las 4:00 de la madrugada en la cárcel modelo de Madrid y ante la mirada de 20.000 madrileños que asistieron al acontecimiento. 

Hay que destacar que Antonio Cánovas trató de convencer a la Reina Regente María Cristina para que no hiciese uso de su derecho de Gracia e impidiera la ejecución de Higinia, a lo que la monarca hizo oídos sordos y dio su visto bueno. De esta forma, la criada Higinia pagó el asesinato de su señora Luciana en un crimen que no dejó indiferente a nadie y del que nunca se esclarecieron los hechos. "¡Dolores, catorce mil duros!", fueron sus últimas palabras.