¡Contra la desmovilización (planificada) vota!

¡Contra la desmovilización (planificada) vota!

No vamos a salir de esta crisis cabreados en el bar, en la calle, en internet, sino con el poder de cambio que tiene el voto en las urnas. No nos quepa duda alguna: los conservadores sí van a votar. Los antieuropeos y eurófobos van a votar con mucha furia.

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Europa atraviesa la peor crisis de su historia. No es una casualidad. Diez años de abrumadora mayoría conservadora en el Parlamento Europeo, y hegemonía total en el Consejo y la Comisión, han subvertido el contrato social europeo. Este contrato era en su origen un pacto de redistribución de riqueza, cohesión territorial e integración social con garantías de derechos. Y eso es exactamente lo que hoy está más amenazado que nunca.

La propia razón del modelo social europeo es lo que los socialistas queremos que se nos devuelva. Y para eso hace falta votar. Con tantas ganas, y más, como lo hacen la derecha y los eurófobos, que aspiran a dinamitar la Unión Europea desde dentro.

No lo debemos consentir. La respuesta socialista no es en ningún caso antieuropea; al contrario es radicalmente europeísta, pero cambiando la dirección, el rumbo y el liderazgo. Y en ningún caso antipolítica. No vamos a salir de esta crisis cabreados en el bar, en la calle, en internet, sino con el poder de cambio que tiene el voto en las urnas.

Hasta ahora la gestión de la crisis ha sido una catástrofe. En términos sociales, se traduce en 27 millones de parados -seis de ellos en España-, y en una insoportable tasa de desesperación juvenil. Los jóvenes mejor cualificados de la historia de España están siendo instigados a un exilio económico, enfadados con una situación que les niega oportunidades. Los socialistas proponemos una alternativa rotunda diciendo que el Banco Central Europeo se debe comprometer con el crecimiento y con el empleo.

Basta de subordinación al Bundesbank, que dice que el problema de Europa es controlar la inflación, y no lo es. El problema de Europa es la falta de crecimiento y el paro masivo. Los socialistas hemos propuesto una iniciativa para la garantía de la empleabilidad juvenil y queremos financiarla con una potencia de fuego, con ayuda del Banco Central Europeo, que multiplique al menos por diez la raquítica asignación de 3.000 millones euros complementados con otros 3.000 millones del Fondo Social Europeo, que le ha dado el Consejo y que todavía no está en vigor. Produce estupor que el PP lo venda con su habitual trompetería propagandística, alegando que a España le tocan 900 millones, con los que no hay por dónde empezar.

Nos preocupa el paro juvenil, pero también el paro de larga duración entre los mayores de 50 con cargas familiares, porque su desesperación es todavía mayor y es difícil su reinserción en el mercado laboral.

La reforma laboral ha triturado la confianza de toda una generación de españoles en la dignidad del trabajo. Tras ella, tener un empleo, ni te saca de pobre ni te ayuda a tener un proyecto vital y familiar. Esto es lo que hay que cambiar y hay que hacerlo con la fuerza del voto.

El objetivo es ganar. Y para eso hay que movilizar a quienes se sienten peor tratados por el manejo de la crisis que, insisto, no ha sido un accidente, sino una consecuencia de una correlación de fuerzas en toda Europa en favor de una hegemonía conservadora ante la que hay que poner una alternativa con una mayoría progresista liderada por los socialistas europeos.

Para eso, es imprescindible, restablecer la confianza en el poder del voto. A toda esa mayoría social que ha sido malherida en España por los decretos leyes dictados por la implacable mayoría absoluta del PP, con un desmoronamiento de la protección social y su ataque sin precedentes a la dignidad del trabajo, les decimos que se pueden cambiar las cosas con el voto. Y ello exige combatir, además de la desigualdad, rampante, la desmovilización, que es la consecuencia directa de la antipolítica.

Toda mi vida he sido muy exigente con la integridad y la vocación de servicio en la representación política. Me la he exigido y la practico. Pero también combato la propaganda antipolítica de la que se ha acompañado ideológicamente la hegemonía conservadora en Europa para desmovilizar a los progresistas y, de un tiempo a esta parte, a los europeístas.

No nos quepa duda alguna: los conservadores sí van a votar. Los antieuropeos y eurófobos van a votar con mucha furia. Pero la izquierda, los progresistas y los europeístas están siendo instigados a votar muy poquito y muy flojito. El resultado está a la vista: más mayorías conservadores en el Consejo, la Comisión y el Parlamento. Eso hay que combatirlo con la movilización del voto. Y corresponde especialmente a los progresistas de izquierda ofrecer buenos motivos para que los ciudadanos vayan a votar.

Las elecciones del 25 de mayo son la oportunidad de parar a quienes nos amenazan todavía con más recortes. No es verdad que la consolidación fiscal consista sólo en reducir lo que la derecha llama gasto social. Por el contrario, destruir los servicios públicos y la inversión pública es derrumbar la demanda y ennegrecer el futuro. Este modo de actuar es recesivo económicamente, no nos ha sacado de la crisis y sólo ha exagerado las desigualdades.

Hay que actuar sobre la deuda para que no nos ahogue. Y eso requiere cambiar el papel del Banco Central y comprometerlo con el crecimiento y el empleo.

Promoveremos además una reforma fiscal para restaurar la progresividad e introducir una tasa contra la especulación y las transacciones financieras que genere los recursos, en los que se la juega la sostenibilidad de nuestro modelo social.

Queremos la restauración del modelo social europeo, para garantizar su sostenibilidad. Y para ello hay que contar con los agentes sociales y con los sindicatos, sometidos a una ofensiva de deslegitimación con la que se quiere debilitar todavía y cada vez más a los trabajadores.

Y por supuesto, hay que relanzar la Europa de las libertades, del derecho y de los derechos, porque la democracia, a rebufo de esta crisis, también está retrocediendo en toda Europa. Ante esto, la mayor amenaza consiste precisamente en la desmovilización de quienes pueden cambiar las cosas si van a votar. Para que no nos gobiernen los mercados financieros que no se presentan a las elecciones, la única forma de hacerle frente a ese mal es enfrentar a los poderes fácticos financieros desde la política. Y para eso hay que votar, y votar con ganas por la izquierda, el próximo 25 de mayo.