El ambicioso plan de este rey español que casi acabó invadiendo China
El ambicioso plan se desmoronó antes de zarpar.

En el verano de 1588, mientras el Imperio español alcanzaba su máxima extensión y poder, Felipe II recibió en El Escorial a un jesuita con la insólita propuesta de invadir China.
El religioso era Alonso Sánchez, astrónomo, políglota y asesor del rey, y el plan que presentaba buscaba extender los dominios del imperio hasta el mismísimo corazón del Asia oriental, tomando como base las posiciones ya asentadas en Filipinas y Macao.
Gracias a la unión dinástica entre España y Portugal en 1580, se había creado un imperio global sin precedentes. Además, con esa alianza, España accedía a los puertos, rutas y enclaves comerciales portugueses repartidos por Asia y África.
Un imperio en marcha
Desde Filipinas y las islas de las Especias, la Corona ordenó recopilar información para una futura campaña contra los Ming. Españoles, portugueses, nativos y religiosos trabajaron juntos en una extensa operación de inteligencia.
La promesa de riquezas como jade, seda y especias, y la posibilidad de abrir una nueva ruta comercial, fue clave para impulsar la ambición. Incluso se contemplaba convertir a los asiáticos al cristianismo. También planeaban que algunas minorías como filipinos, japoneses, vietnamitas y tibetanos serían utilizadas como tropas auxiliares, cansadas de la dominación china.
Aunque algunos emporios ya se habían abierto en regiones como Fujian, y los portugueses contaban con posiciones clave en Macao, Hong Kong y Nagasaki, los planes de avanzar más allá levantaban tensiones. Los jesuitas promovían una vía pacífica construyendo iglesias, universidades y hospitales, fomentando así un mestizaje cultural. En cambio, los militares apostaban por una invasión directa con una armada hispano-lusa de 12.000 soldados y otros tantos auxiliares locales.
Una derrota que frenó el avance en Asia
El ambicioso plan se desmoronó antes de zarpar. En 1588, la Armada española sufrió un desastre histórico en su intento de invadir Inglaterra. Aunque los ingleses solo lograron hundir cuatro barcos en el Canal de la Mancha, el mal tiempo en el Mar del Norte y las costas de Escocia e Irlanda devastó la flota.
Se perdieron cerca del 20 % de las naves, lo que causó una grave crisis logística y moral. Este colapso terminó, de manera indirecta pero definitiva, con los sueños de Felipe II de conquistar China. Más tarde, con la llegada de Felipe III hubo un tímido intento de retomar el proyecto, pero la falta de impulso político y la pérdida de protagonismo global lo enterraron para siempre.