El duro castigo que el ejército espartano daba a los soldados cobardes
Les preparara desde niños para la crudeza del combate.

Esparta, la legendaria ciudad-estado griega, ha pasado a la historia como una potencia militar temida y admirada. La glorificación de la guerra era tan profunda que la cobardía no solo se consideraba una deshonra, sino una mancha imborrable en la vida del guerrero.
Era tanta la presión social que, como escribió Jenofonte, en Esparta “era preferible una muerte gloriosa a una vida deshonrosa”. La valentía no era solo una virtud sino también la base del honor, la ciudadanía y el respeto. Y para aquellos que flaqueaban en el campo de batalla, las consecuencias eran brutales.
Los espartanos que mostraban temor en combate eran marcados socialmente como tresantes, es decir, lo que habían temblado en combate aunque no hubieran huido. Para ellos no había redención. No se les ejecutaba ni se les privaba completamente de sus derechos civiles, pero su vida quedaba rota.
El estigma de ser un "tresante"
Según relatan los autores clásicos, eran apartados de los juegos públicos, debían ceder el paso incluso a los jóvenes, no podían sentarse junto a ciudadanos “honorables” y se les impedía casarse.
Jenofonte señala que estos hombres eran incluso obligados a cuidar de las jóvenes de la familia y explicarles por qué ellos no habían encontrado esposa debido a su cobardía. Si se atrevían a andar con hombres íntegros, eran azotados. Para un espartano, no había castigo más cruel que la humillación pública y el aislamiento social.
Preparados desde niños
Este desprecio estaba íntimamente ligado al sistema educativo espartano. Desde su nacimiento, los niños eran evaluados por los ancianos para determinar si estaban bien formados físicamente. Los débiles eran abandonados en el monte Apotetas. Los que sobrevivían ingresaban en la paideia, un régimen de entrenamiento físico y psicológico extremo para formar soldados implacables.
Caminar descalzos, comer raciones mínimas y dormir al raso eran parte del día a día de los jóvenes espartanos. Todo estaba diseñado para endurecer sus cuerpos y preparar sus mentes para la crudeza del combate.
Esparta no mantenía un ejército permanente, pero todos sus ciudadanos varones eran soldados potenciales hasta los 60 años. La ciudad se organizaba para exaltar al valiente y humillar al cobarde. Esto se convirtió en el alma del sistema social espartano, una forma de garantizar su supervivencia ante sus enemigos.