Nuestro socavón mexicano

Nuestro socavón mexicano

En días pasados me encontraba en plena plática de sobremesa, comentando los temas más llamativos de los últimos días y la mesa se transformó por unos minutos en una especie de mesa de redacción que revisaba la agenda nacional e internacional.

Trump y sus comentarios sobre madame Macron, la posible anulación de elecciones a gobernador, la pobreza de desempeño de la selección nacional mexicana y el descaro que la clase política exhibía ante sus compromisos para completar el Sistema Nacional Anticorrupción fueron algunos de los temas que abordamos.

Por supuesto que un tema que no se pudo quedar fuera de la discusión fue el impresionante socavón (nombre algo raro para designar un hundimiento de tierra ocurrido debajo de una especie de puente en una carreta y que costó cientos de millones de pesos y, mucho más importante, dos vidas inocentes) de la carretera hacia Acapulco, uno de los destinos turísticos más importantes del país.

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La plática caminó por los derroteros previsibles: la corrupción inherente a las obras públicas de nuestro país, la muy probable inmovilidad de la justicia nacional ante los constructores y políticos involucrados, la forma en que se ignoraron las advertencias de los vecinos sobre la situación irregular de la construcción. Todo bastante normal hasta que un buen amigo, un ingeniero al que le gusta pensar fuera de la caja, preguntó con aire distraído si los accidentados tendrían un seguro que los protegiera.

Nuestra primera reacción fue de enojo por su aparente falta de sensibilidad humana y política, pero conforme nos fue explicando su idea, nos fuimos calmando y reflexionando: ¿cómo nos protegemos nosotros y protegemos a los nuestros ante situaciones que son imposibles de prever, como un socavón, un terremoto, un asalto? ¿Qué le dejaríamos a nuestros chaparros y esposas si algo así sucediera?

La verdad es que me puso la piel de gallina al final de la plática y pensé en esto más a fondo, tanto que me puse a investigar y lo que encontré me dio algo de miedo por la falta previsión de la que hacemos gala los mexicanos.

De casa, de vida, de gastos médicos mayores, de desempleo, seguros para automóvil, contra robos a casa habitación. Todos los rubros tienen cifras alarmantes, pareciera que los mexicanos creemos que nada nos pasará, o que no nos importa el futuro... ¿ingenuidad o irresponsabilidad?

Por supuesto, como yo viajo mucho, me clavé pensando en el socavón o cualquier otra de las miles de sorpresas que encuentras en el camino, revisé mi situación y me di cuenta que solo me protejo en la medida en la que el trabajo en el que me desempeñe me dé cobertura.

Me llevó a pensar con cuidado las condiciones en que nos encontramos todos los que usamos las carreteras y caminos en este país tropical. Inseguridad por grupos delincuenciales, obras colapsadas por obra de la corrupción imperante o simples accidentes que siempre pueden ocurrir en el camino, y solo 30% de los autos asegurados.

Y es que la desidia, una campeona nacional, nos gana cuando hablamos de buscar un seguro, nos quedamos con el que nos ofrecen en el trabajo o de plano no buscamos y no protegemos nuestras cosas, siendo que existen herramientas digitales que nos facilitan la comparación entre las opciones, a veces confusas, del mercado.

Y es que, al final, con todo el complejo contexto de inseguridad y corrupción que nos rodea, tener un seguro de auto (o médico, de vida, etc.) me parece que es una de las pocas cosas que podemos hacer para darnos alguna seguridad sobre el futuro.

No debemos contribuir a meternos solos a una trampa, además de los socavones que delincuentes y funcionarios corruptos realizan debajo de nosotros, cavando un agujero que nos pueda meter en un gran problema. Es una lógica mínima de prevención.

¿No lo creen?

@HigueraB

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