El vagabundo de la plaza del Doctor Letamendi

El vagabundo de la plaza del Doctor Letamendi

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Es un hecho poco conocido que el Ensanche de Barcelona, que hoy es uno de los orgullos de mi ciudad, fue "impuesto por Madrid", ya que el Ayuntamiento de Barcelona y la burguesía catalana preferían el proyecto del arquitecto Antoni Rovira al de Ildefonso Cerdà.

La plaza del Doctor Letamendi, en pleno centro urbano, había de ser según Cerdà, el baricentro de Barcelona. Hoy, pese a su excelente ubicación a menos de 10 minutos de la plaza de Catalunya, no es un lugar especialmente transitado, digo yo que por el intenso tráfico de la calle Aragó, que es adyacente a la plaza.

Hace algo más de dos años compré ahí un piso, cerca de la calle Enric Granados. Compré también, una bicicleta, que usé una o dos veces antes de entender que el centro de Barcelona está hecho para ser andado y no pedaleado, y revenderla.

Aunque poco transitada, o precisamente por ello, la plaza del Doctor Letamendi tiene bastante éxito entre los mendigos, que a menudo colonizan el mobiliario urbano de la misma. Este no es el caso, sin embargo, de Ricardo, un señor mayor que prefiere apoyarse sobre un buzón, normalmente con los brazos cruzados sobre el mismo y con una botella de agua y un transistor entre los brazos.

Yo creo que Ricardo, bien, lo que se dice bien, no está, ya que a menudo el transistor está a todo volumen, y he visto a Ricardo abroncarle a algún contertulio como si lo tuviera ahí mismo, delante del buzón. Debo reconocer también que al principio la presencia de Ricardo me resultaba un poco molesta, porque en la plaza hay unos bolardos (por supuesto, no por razones de seguridad, sino para evitar que los coches aparquen) en los que me hubiera gustado amarrar mi bicicleta, pero normalmente Ricardo los usa para hacer lo mismo con un carrito del Mercadona en el que transporta unas mantas y vaya Vd. a saber qué más.

Ricardo está medianamente desdentado, pero no va tremendamente sucio, ni huele mal. Fuma puritos y no mendiga, y por las noches no se le suele ver por el barrio, por lo que apostaría que Ricardo debe cobrar una pensión no contributiva y dormir en una cama caliente o algo por el estilo. Hay cierta dignidad en su pobreza, y no obstante, si a Ricardo se le ocurriera ir a una manifestación unionista, no me cabe duda de que el periodista de TV3 de turno se abalanzaría sobre él u otro personaje parecido para preguntarle que porqué había ido.

"La independencia de ahí (por Euskadi), ésa, aún me la creo, pero ésta es como la de los ladrones de la fiesta de mi pueblo".

Decía Pla que él, a sus vecinos de Palafrugell, los distinguía en tres categorías: amigos, conocidos y saludados. Después de vender mi bicicleta y acabar por acostumbrarme a su presencia, Ricardo pasó a la categoría de saludado.

Puesto que Ricardo pasa tantas horas al día oyendo la radio cabe suponer que está muy informado, y además, pase lo que pase, Ricardo probablemente no tiene nada que perder con todo lo que está ocurriendo ahora mismo en Barcelona. Algo en mi interior me decía que Ricardo seguramente tenga mejor conocimiento del mundo real que Carles Puigdemont, un aparachi que lo más grande que ha hecho en su vida es ser editor de un diario subvencionado.

Así pues, le pregunté hace poco a Ricardo, con un interés sincero y sin ninguna intención morbosa, que qué opinaba él de todo el asunto éste de la independencia.

Me enteré así de que Ricardo es vasco, que no lo sabía. Antes de entrar en el meollo de la cuestión, Ricardo me pidió elegantemente disculpas si iba a ofender mis sentimientos. Le dije que no se preocupara.

"La independencia de ahí (por Euskadi), ésa, aún me la creo, pero ésta es como la de los ladrones de la fiesta de mi pueblo". Le pedí que se explicara, porque como me temía su respuesta no me había de defraudar. Ricardo dijo entonces que cuando había baile en su pueblo, dos mozos iban allí a darse de hostias. Los mozos estaban conchabados con un grupo de carteristas, que mientras que la gente se dedicaba a mirar la pelea se dedicaban a desplumar cuidadosamente al personal.

No llega a aclararme quiénes son los mozos en este asunto, pero es fácil entender de quién habla. Ricardo tiene a bien aclararme que para él los catalanes son un hatajo de borregos, "tanto los de la estelada como los de la banderita española".

Le pedí a Ricardo una foto para acompañar este post, pero celoso de su intimidad, me pidió que no se la hiciera, no sin antes aclararme que tiene muchísimas otras opiniones sobre muchos otros temas para todo aquel que quiera oírlas.

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