Dos enseñanzas sobre la autoestima tejidas en la historia de 'I´m a believer'

Dos enseñanzas sobre la autoestima tejidas en la historia de 'I´m a believer'

I´m a believer es una de esas canciones verdaderamente esenciales en nuestras vidas. Fue grabada y popularizada en 1966 por The Monkees y es uno de los pocos singles que ha vendido más de diez millones de copias físicas en toda la historia de la música. De la historia de la familia del cantante se pueden extraer dos importantes enseñanzas sobre la autoestima.

I´m a believer es una de esas canciones verdaderamente esenciales en nuestras vidas. Fue grabada y popularizada en 1966 por The Monkees y es uno de los pocos singles que ha vendido más de diez millones de copias físicas en toda la historia de la música. Su riff característico era interpretado por Michael Nesmith, y de la historia de su familia se pueden extraer dos importantes enseñanzas sobre la autoestima.

Michael era hijo de Bette Nesmith, quien se ganaba la vida como mecanógrafa. Según cuentan, no era especialmente buena y cometía muchos errores. Sin embargo, por otro lado, era aficionada a la pintura, y un día se le ocurrió combinar diferentes productos con su licuadora de cocina hasta crear un líquido cuyo color era similar al del papel. Introdujo su invento en un bote de pintauñas y comenzó a utilizarlo para borrar sus errores. El líquido debía ser muy bueno, puesto que aparentemente lo estuvo usando sin que nadie se diera cuenta durante cinco años. Una versión moderna de ese producto es lo que hoy conocemos con el nombre de Tipp-Ex.

El final de esta historia es impresionante: parece ser que a finales de los años 70 Bette Nesmith vendió su idea a la corporación Gillette por casi cincuenta millones de dólares.

Recrearse constantemente en nuestros errores no conduce a nada. En muchas ocasiones, lo que separa el éxito del fracaso es algo tan aparentemente simple como la actitud.

Cualquier persona, se dedique a la mecanografía, a la cocina o a las finanzas, puede calificarse a si misma de manera positiva o negativa. Es interesante jugar con la idea de qué hubiera pasado si Bette Nesmith hubiera sido una de esas personas que arrastran su autoestima por los suelos, recordándose constantemente los errores que cometen y culpándose por ellos. Seguramente nunca hubiera inventado aquel líquido milagroso, ni mucho menos se hubiera hecho multimillonaria alterando por completo el curso de su vida y de la de su hijo.

Resulta igualmente sugerente reflexionar sobre las enseñanzas que podríamos derivar de esta genial historia. Al menos son dos:

  • Recrearse constantemente en nuestros errores no conduce a nada. Vulnera nuestra autoestima y, sobre todo, dificulta que encontremos la manera de corregirlos o suprimirlos. En lugar de pasarse las tardes colgada del teléfono lamentándose y quejándose a sus amistades de lo mala mecanógrafa que era, Bette Nesmith se dedicó a buscar la forma de borrar sus errores, nunca mejor dicho.
  • En muchas ocasiones, lo que separa el éxito del fracaso es algo tan aparentemente simple como la actitud. En nuestra historia esa fue la gran diferencia entre una mala mecanógrafa y una inventora multimillonaria. Una actitud optimista, proactiva y emprendedora, en su más amplio sentido, no solo es una vacuna contra la mala autoestima, sino que es de gran ayuda en cualquier situación de la vida.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Escritor desde que tengo memoria, directivo durante buena parte de mi vida y siempre un alma intensa. Con el tiempo he ido acumulando gran cantidad de títulos y cargos de los que intento liberarme para ser yo mismo la mayor parte del tiempo. Escribo para aclarar pensamientos o para recordar cosas que considero importantes. A veces lo hago solo porque mis ideas desbordan lo que soy y necesito colocarlas en algún sitio. Pero sobre todo trato de dar sentido a lo que nos ocurre. Por eso soy feliz si alguien encuentra luz o calor entre mis líneas aunque, por fortuna, tengo muchas otras maneras de serlo. Lo que pondría en mi tarjeta de visita, si tuviera una, sería Director Creativo.