En el mundo árabe, el feminismo es la solución

En el mundo árabe, el feminismo es la solución

Un miembro electo de uno de los sindicatos de Egipto, la única mujer entre siete hombres, mantuvo una acalorada discusión con un compañero. Cuando éste se quedó sin argumentos para tumbar la postura de la mujer, le espetó: "¿Es que no basta con que seas mujer?".

IMANE RACHIDI

La primera historia: Una amiga cercana, que trabaja en un reputado periódico, me dijo que un día escribió un artículo en el que criticaba algunas de las condiciones de su organización. Ese mismo día, en un pasillo, se cruzó con un colega al que conocía desde hacía más de 15 años. La mirada que le echó estaba llena de enfado, desaprobación y rencor. A raíz del artículo de mi amiga, los directivos celebraron una importante reunión en la redacción para discutir el problema que ella planteó en el artículo. El problema no era el enfado y la desaprobación del compañero, porque muchos de sus colegas tuvieron una reacción similar. El problema era que lo mismo había ocurrido unos años atrás, cuando otro escritor publicó un artículo satírico y mordaz sobre la misma organización. Sin embargo, era un "hombre" del Alto Egipto. Procedía de la misma región que el compañero enfadado. Mi amiga recuerda entonces su cara sonriente y feliz mientras alababa al escritor describiéndolo como "un hombre de verdad, con mayúsculas. ¡Ha dicho lo que todos pensamos!".

La segunda historia: Un miembro electo de uno de los sindicatos de Egipto, la única mujer entre siete hombres, mantuvo una acalorada discusión con un compañero. Cuando se quedó sin argumentos para tumbar la postura de la mujer, el compañero con el que discutía le espetó: "¿Es que no basta con que seas mujer?".

(Nota: En ese momento, restó importancia a toda la historia de la lucha femenina. Quitó importancia a una lista completa de nombres que, con su activismo y logros académicos, habían asegurado una vida mejor para toda la comunidad, tanto de hombres como de mujeres.)

La tercera historia: Antes de seguir recopilando estas experiencias tan variadas, me pregunto:

¿Cuál es la mayor dificultad con la que me he encontrado, y he superado, a la hora de publicar la revista? No eran los apuros que pasábamos por la limitada financiación, por los esfuerzos desmesurados ni por el pequeño mercado del periodismo. La mayor dificultad era... que soy ¡una mujer!

No. Estas no son mis palabras. Pertenecen a Rose al-Yusuf, de su libro de memorias.

En el Egipto contemporáneo, numerosas mujeres han llegado a posiciones de éxito, y ellas son algunos de los puntos que brillan en medio de un oscuro paisaje. Después de que la revolución se debilitara y la gente se retirara a hacer recuento de sus pérdidas y de los nombres de aquellos que habían traicionado la causa, se resaltaron los nombres de las mujeres que se habían mantenido firmes. Estas mujeres perseveraron incluso cuando todo el mundo a su alrededor había abandonado y decidido servir a diferentes intereses en lugar de servir a Dios.

Me parece que Dios no estará satisfecho con esta región condenada del mundo a menos que sus "valientes" hombres se convenzan de que la criatura viviente con la que comparten el planeta y que tiene dos ojos, dos brazos y dos piernas, es totalmente igual que ellos.

Personalmente, y en el marco de lo que Occidente tiene establecido para las mujeres árabes, cuando participaba en eventos fuera del mundo árabe, me enfrentaba a menudo a preguntas sobre la persecución y la discriminación contra las mujeres musulmanas y árabes, así como contra sus derechos. Mi respuesta fue siempre: "La sociedad, en su conjunto, está perseguida. Prefiero trabajar y dirigir mis esfuerzos hacia una sociedad en la que los humanos disfrutan de sus derechos, en vez de dirigirlos hacia la defensa de los derechos de las mujeres, puesto que los derechos de las mujeres vendrán de forma natural si primero logramos una sociedad que respete a los seres humanos. Apoyo el humanismo más que el feminismo".

Y aquí estoy, gritando a pleno pulmón que me equivocaba. Por desgracia, en árabe no existen las mayúsculas. Pero si hubiera, lo habría escrito así, en negrita y subrayado. Sí, me equivoqué. Por naturaleza, me identifico con los más débiles, los que menos voz tienen, los que sufren la persecución. Son cosas que se pueden aplicar más a las mujeres que a los hombres en una sociedad como la nuestra.

Desde la infancia hasta la juventud y la etapa adulta, las mujeres son castigadas por un delito adicional, además del sufrimiento que tiene que soportar la sociedad en su conjunto. "¿Es que no basta con que seas mujer?", como diría el culto sindicalista de nuestra segunda historia.

Si echamos la vista atrás y nos fijamos en Holanda, descubrimos un gran cambio que tuvo lugar en los 60 y los 70, cuando los grupos por los derechos se hicieron más activos. Una de las causas más importantes era la de la igualdad de derechos para las mujeres. Y si miramos a la escena política actual internacional, veremos un número respetable de países dirigidos por mujeres: Alemania, Brasil, Argentina, Chile, Corea del Sur, Kosovo, Malta y Liberia.

Volviendo al estancado lugar en el que vivimos, no resulta sorprendente que sea la única región que no ha tenido una mujer jefa de Estado a lo largo de su historia; con un par de excepciones, que ocurrieron cuando dos mujeres tuvieron el valor de dar este paso en Egipto: Cleopatra y Shajarat al-Durr. Aunque ambas fueron castigadas por su liderazgo con una muerte trágica.

Me parece que si alguien quiere una solución, puede que el feminismo sea la respuesta.

Me parece que Dios no estará satisfecho con esta región condenada del mundo a menos que sus "valientes" hombres se convenzan de que la criatura viviente con la que comparten el planeta y que tiene dos ojos, dos brazos y dos piernas es totalmente igual que ellos, y de que las diferencias que Dios concibió no reducen su humanidad ni sus capacidades.

Imagina... Imagina... pese a que en nuestros países la imaginación sea un pecado.

Este post apareció originalmente en HuffPost Arabi y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano.