Atentado en Moscú: la diana en Ucrania para eludir la responsabilidad de lo que no se vio venir

Atentado en Moscú: la diana en Ucrania para eludir la responsabilidad de lo que no se vio venir

Putin reconoce la autoría de "islamistas radicales" pero insiste en mirar a Kiev como principal "beneficiado" y se teme un repunte en su invasión del país vecino, con más movilización y autoritarismo interno. Ya lo hizo con ataques anteriores, a los que se aupó para cerrar más el puño. Asunción de responsabilidades no se espera. 

Ciudadanos rusos llevan flores, velas y peluches ante el Crocus City Hall, atacado el viernes, en una imagen de ayer domingo.MAXIM SHIPENKOV / EPA / EFE

Nada hay tan seguro como la muerte. Innegables son los cuerpos de las 137 personas inocentes asesinadas el pasado viernes en una sala de conciertos del Crocus Ciy Hall, en Moscú (Rusia). Todo lo demás, ahora mismo, son especulaciones, posibles, previsiones. Además de los entierros y el dolor, del terror que genera un ataque inesperado y masivo como este, nadie sabe qué más viene, pero los augurios no son buenos. 

Es esperada una intensificación de la guerra de Ucrania, a cuyas autoridades culpabiliza el Kremlin, por más que el atentado haya sido reivindicado por el Estado Islámico. También una movilización mayor de reservistas o leyes más restrictivas para que nadie escape al control del régimen. No es probable una asunción de responsabilidades por los fallos de seguridad: no se frenó el ataque, pero es que tampoco se actuó en mitad de su ejecución y sus culpables escaparon del complejo sin que nadie los frenara. La imagen del presidente Vladimir Putin como el hombre que da seguridad al país queda en entredicho, aunque intentará, propaganda mediante, que de eso no se hable. 

Putin tardó 20 horas en dar la cara por televisión tras el ataque. No citó al ISIS-K, la rama afgana del Daesh que se ha atribuido la carnicería. "Los combatientes del Estado Islámico atacaron una gran agrupación de cristianos en la ciudad de Krasnogorsk, en las afueras de la capital rusa, Moscú, y mataron e hirieron a cientos de personas y causaron una gran destrucción en el lugar antes de retirarse a sus bases de manera segura", comunicó de inmediato el grupo a través de su canal de Telegram. 

Para el presidente ruso, quien está detrás es Ucrania, el país que invadió hace dos años, al que le robó Crimea en 2014, año en que armó a los rebeldes del Donbás, también. Ucrania y sus aliados occidentales, siempre la amenaza exterior, al oeste. Que los detenidos por el ataque sean de Tayikistán y se hayan difundido vídeos de su matanza, colgados en canales yihadistas y verificados por medios independientes, en los que se les identifica hasta por la ropa, no le basta a Putin. 

"Intentaron esconderse y se dirigieron hacia Ucrania donde, según datos preliminares, les habían preparado una ventana para cruzar la frontera", denunció, sin dar detalles de cómo pretendían superar los controles rusos en una divisoria que hoy es uno de los puntos más militarizados, vigilados y minados del planeta. 

Usó de nuevo la palabra "nazis" para referirse en su intervención a las autoridades ucranianas, lo que no es baladí, sino un refuerzo de su narrativa desde que comenzó la guerra, que tacha de fascista a la administración vecina, justificando así su "operación militar especial" para liberar a los ucranianos que soportan su yugo, supuestamente. Un mensaje que cala en la ciudadanía rusa. 

Este lunes ha confirmado que la autoría del atentado corresponde a "islamistas radicales", pero en su rueda de prensa ha vuelto a apuntar hacia Ucrania, dejando caer que "nos interesa saber quién es el cliente [...] quién se beneficia".

Este lunes, el portavoz de la Presidencia rusa, Dmitri Peskov, ha insistido en que no hay una "hipótesis definida" pese a los vídeos y comunicados de los islamistas, difundidos por sus canales habituales, como la agencia Amaq, verificados por los especialistas en yihadismo y las agencias de Inteligencia mundiales como los que usa el Daesh a diario para informar de sus heroicidades. ¿Por qué no citan siquiera al ISIS, entonces?, preguntó la prensa. "Hay que esperar la información de los cuerpos de seguridad", respondió. No se ha dado ni una prueba por ahora de que el plan viniera del país vecino. 

La maquinaria de propaganda rusa se ha puesto en marcha contra Kiev, con ejemplos como el de Margarita Simonyan, la editora del canal RT, controlado por el Kremlin, que ha afirmado en sus redes: "No fue ISIS. Fueron ucranianos", dijo. "Los perpetradores fueron elegidos de tal manera que convencieran al tonto público global de que era el ISIS", añade. Y esa es la línea general que están mostrando los medios, en un país que ha exterminado la prensa libre, citando a la Inteligencia interna rusa, el FSB (Servicio Federal de Seguridad) como fuente. 

El Gobierno ucraniano ha negado vehementemente cualquier relación con  el ataque. Entienden que el señalamiento es un "pretexto" para intensificar la guerra. Su presidente, Volodimir Zelenski, ha tachado a Putin de "miserable" por estar en silencio tantas horas, "pensando en cómo vincular esto con Ucrania". Va más allá y señala donde duele, afirmando que el atentado se podría haber evitado, quizá, si hubiera menos fuerzas rusas en suelo ucraniano y más en su propio país. "Esos cientos de miles de rusos que ahora están matando gente en territorio ucraniano seguramente serían suficientes para detener a cualquier terrorista", golpea. Países como Francia han elevado su alerta antiterrorista, dando credibilidad total a la reivindicación del ISIS. 

"Esos cientos de miles de rusos que ahora están matando gente en territorio ucraniano seguramente serían suficientes para detener a cualquier terrorista"
Volodimir Zelenski, presidente ucraniano

Más allá de lo que el Daesh esté reclamando como propio, están las lagunas y debilidades de la acusación de Putin a Kiev. Tanto la Inteligencia de Estados Unidos como las europeas más potentes (Reino Unido, Alemania y Francia) han descartado que haya una mano ucraniana detrás. Es verdad que todos ellos son socios de Zelenski, pero son rotundos: "El ISIS es el único responsable. No hubo participación alguna de Ucrania", dijo la portavoz del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca, Adrienne Watson. 

Unas palabras que se basan, de hecho, en un aviso que dio su propia gente: a principios de marzo, EEUU avisó al Kremlin de que se planeaba un atentado yihadista inminente contra una gran concentración de personas, pero Putin no hizo caso. "Planes inminentes para atacar grandes reuniones en Moscú" fue exactamente lo que Washington comunicó por cauces oficiales al Gobierno ruso. Tres días antes del ataque, o lo que es lo mismo, sólo dos después de ganar las elecciones presidenciales con un 87% de los votos, el mandatario ruso dijo que esas advertencias sólo eran un "intento de asustar e intimidar" a la sociedad. 

En los últimos tiempos se había creído, de forma general, que el Daesh ya no podía golpear, cuando por supuesto estaba activo, pero no llegaba a Occidente, más centrado en África, por ejemplo. Los servicios rusos conocían bien la amenaza yihadista del Cáucaso, pero no tanto la que viene de Asia Central, como la que se supone que ha golpeado en el concierto. Había un punto ciego que ha quedado al descubierto con una carnicería. 

El Gobierno pensó que ya estaba solucionado el problema del yihadismo al tener controlada Chechenia, el foco donde se planearon más atentados en la década de los 90 y los 2000, pero Rusia se fue ennegreciendo a ojos del Estado Islámico sobre todo por la represión a grupos musulmanes chechenos y por su intervención en Siria desde 2015, para ayudar a Bachar el Assad; más tarde, rechazó igualmente su mayor penetración en África, en terrenos como el Sahel donde intenta recomponerse el grupo yihadista, o por sus relaciones crecientes con los talibanes de Afganistán, que históricamente han apoyado a Al Qaeda, no al ISIS. El Daesh hasta lanzó recientemente un canal de propaganda en ruso, lo que evidencia el interés en captar en su zona de influencia a afectos a su causa. 

El coronel español retirado Manuel Gutiérrez expone que "no es extraño que una organización terrorista quiera utilizar conflictos preexistentes para sus intereses, revolviendo más el río y logrando más foco mediático", como es el caso de Rusia y el trasfondo ucraniano. "Más allá de que Rusia haya sido in enemigo declarado del ISIS, nada nuevo, hay veces que el terror busca maximizar su audiencia y vincularse a acontecimientos en curso. No es sólo oportunismo, repito: acusan a Moscú de acabar con el ISIS en Irak y Siria, está en su propia agenda, pero a la vez le va bien la audiencia extra de atacar en mitad de una guerra y que se prolonguen las especulaciones", indica. 

La guardia baja

Nunca es fácil erradicar células terroristas decididas y entrenadas. Pero esta vez había "numerosos indicios de una falla catastrófica de seguridad" que hizo que no se previniera, en palabras de Mark Galeotti, analista de seguridad de Mayak Intelligence, autor de libros sobre las guerras de Putin y el primero en reaccionar en caliente y publicar un podcast explicando estos errores ante el atentado de Crocus, que se ha convertido en viral. 

En él expone que el ISIS sí ha sido una amenaza reciente para Rusia, que su reivindicación no sale de la nada. Moscú es para ellos "un Satán menor, si se entiende que EEUU es el Satán mayor", por lo que ha estado en su diana. "El FSB obviamente tenía mal sus prioridades. Tenía sus principales recursos en Ucrania y en la oposición interna", indica. El país que ha usado hasta reconocimiento facial para vigilar a quien fuera al funeral del opositor Alexei Navalni no vio nada sospechoso en los atacantes de un evento con 6.000 personas. Y eso que, indica el especialista, a primeros de mes ya se frustró un atentado del ISIS contra una sinagoga en la capital rusa y el año pasado se frenó otro del mismo grupo contra una instalación química en la ciudad de Kaluga. 

Miles de asiáticos se han acercado al ISIS-K y a sus doctrinas, a los que se les han sumado combatientes que han regresado o escapado de Siria o Irak, donde el Estado Islámico tuvo su autodenominado califato hasta hace cinco años. Justo ese aniversario de su fin se cumplía al día siguiente del atentado en el concierto moscovita. Se calcula que en Rusia hay 1,5 millones de trabajadores de Tayikistán, de donde proceden los detenidos, y muchos de ellos tienen hasta ciudadanía. 

A los que cogieron los cuchillos, las pistolas y las bombas no los vieron venir, ni tampoco se les supo neutralizar, ya cuando estaban cometiendo el atentado. Hay testimonios en prensa independiente rusa de ciudadanos que sostienen que no había medidas de seguridad básicas en el acceso al recinto, una parte de un centro comercial con tiendas y más salas de actividades. Tampoco había patrullas policiales de las habituales cuando hay multitudes, de ordinario. Una vez empezado el ataque, llegaron tarde, los terroristas escaparon y luego, ya sí, fueron arrestados tras una persecución. En un ataque gradual como este, que empezó a tiros y acabó a fuego, se pudo evitar una tragedia mayor. La respuesta fue lenta.  

Galeotti explica a las claras que la seguridad rusa flaquea porque se ha cambiado el foco y se han desviado manos. Todo a Ucrania. Hay "miles de funcionarios", dice, "desplazados ahora a zonas ocupadas de Ucrania", donde "acorralan a los simpatizantes ucranianos", que ya no pueden vigilar las amenazas de casa. Los que hay están muy volcados en silenciar las críticas internas a Putin, cuando un like en redes sociales cuando hay una queja sobre el presidente o se entra en un bar gay. Llueven las acusaciones de "extremismo", pero el ISIS... El diario crítico Novaya Gazeta Europe ha publicado un análisis de los mensajes oficiales del FSB desde que comenzó la invasión de Ucrania y constata que si antes se centraba casi por completo en la lucha yihadista ahora sólo se habla de críticos con el Gobierno y de la guerra. 

Volga Nikitsenka, una asesora política bielorrusa independiente con base en Bruselas, explica que "no se espera que haya una asunción de responsabilidades" por los fallos en este suceso. "No ha caído nadie verdaderamente poderoso por los fallos de Inteligencia y de ejecución en la guerra de Ucrania, cuando Putin creía que llegaría con sus tropas a Kiev en una semana. Ni ha pagado nadie tampoco por el levantamiento del Grupo Wagner que, aunque fue desmantelado, llegó a ir en caravana con tanques hacia Moscú, sin que nadie lo parase. "Han estado muy ocupados reprimiendo a opositores o prensa que no les han quedado tiempo de lidiar con el terror", sostiene. 

"Han estado muy ocupados reprimiendo a opositores o prensa que no les han quedado tiempo de lidiar con el terror"
Volga Nikitsenka, analista

Sin embargo, otra cosa es que no surjan preguntas, en la base y en la cúspide. "Se han invertido años y millones en leyes que endurecen el sistema, que roban libertades en aras de la seguridad, que es la bandera de Putin. Aunque se señale a Ucrania y no al ISIS, lo cierto es que hay más de cien muertos que no se han evitado y eso es un duro golpe para el defensor de la patria. Poco a poco, estima, "se desgastará la legitimidad de Putin", porque "se verá que ya no es el que era, que ha perdido fortaleza y ya no puede cumplir sus promesas como hace 30 años casi, cuando comenzó a mandar". Para evitarlo, cree que recurrirá a más mano dura. 

Nikitsenka expone que esa rebaja en la confianza  en el líder puede causarle también dolores de cabeza internos, entre quienes le sostienen: los oligarcas, La gente rica que pone dinero y aún sostiene sus políticas, en un contexto de sanciones internacionales que aún no hacen toda la mella que Occidente querría pero están a un tris de poner su economía contra las cuerdas. "En el Kremlin, tanto entre altos mandos como entre quienes los mantienen ahí, hay divisiones que no se han ido por la muerte de Yevgueni Prigozhin", el líder de Wagner. "Son los halcones, los que quieren más armas, más ofensiva, más reclutamiento para machacar a Ucrania de una vez por todas. 

En su sitio web, el periódico progubernamental Moskovsky Komsomolets ha publicado un artículo de opinión rabiosamente antiucraniano. Titulado Ucrania debe ser declarada Estado terrorista, llega a esta conclusión: "Es hora de destruir el régimen de Kiev... Toda esa banda debe morir. Rusia tiene los recursos para hacerlo". Ya ha habido oligarcas que han pedido arrastrar el país en 48 horas, con todos los medios, o llamar a filas a más reservistas", tras los 300.000 convocados en septiembre de 2022. También más dureza en las penas, por ejemplo, con el debate de si debe volver la pena de muerte ya instalado a costa del atentado del viernes.

Para la politóloga, hay una cierta "debilidad acumulada" de Putin, tras la guerra enquistada, la revuelta de Wagner, los retos económicos y la eliminación de disidentes, que han convertido las elecciones de hace ocho días en un páramo de candidatos, por lo que es "bastante seguro" que trate de compensarlo con "nuevas medidas represivas que desvíen la atención de su brecha de seguridad, más retórica de culpa a Ucrania avivando la ira interna que ya hay y nuevas alusiones a los extranjeros que atacan a la Federación Rusa", en una sociedad ya "altamente militarizada", donde se paga la crítica con la cárcel, el exilio o la muerte. 

Tantos años lleva Putin que hay antecedentes de casi todo para leer sus movimientos, por más que nadie tenga nunca claro qué tiene en su cabeza. Tras la crisis por el asalto al teatro Dubrovka de Moscú en 2002 (que acabó con 133 rehenes y 40 terroristas muertos) y tras el asalto a la escuela de Beslán en 2004 (más de 330 muertos, muchos de ellos niños), el ruso se hizo fuerte a base de control. Justificó un retroceso de libertades y una represión a separatistas que está "en el origen del totalitarismo actual de Putin, crecido con los años y asimilado por la población por el bien mayor de la seguridad", ahonda. Ahora hay que ver si sucede algo similar, pero con un Putin distinto, más mayor, con una guerra abierta y menos aliados.

¿Y ahora qué?

Zelenski reconoce que es "completamente previsible" que Putin lo señale a él y a su gente por lo ocurrido en Moscú. No habla de un ataque de falsa bandera, esto es, un atentado cometido u ordenado por el propio Kremlin para provocar una escalada y así justificar nuevos pasos en la contienda, pero sí repite que esperaba que no se creyera la autoría islamista. 

Su ministro de Exteriores, Dmitró Kuleba, ha acusado al ruso de ser "un mentiroso patológico" y de tener un único objetivo: "motivar más a los rusos a morir en su guerra criminal y sin sentido contra Ucrania" e "inculcar más odio hacia otras naciones, también occidentales". Coinciden con él las Inteligencias de Reino Unido o Alemania, que temen que Putin use lo ocurrido de forma estratégica en su guerra vieja, que instrumentalice lo ocurrido en su beneficio. Nadie habla de que sea obra suya, eso sí, por más que Zelenski denuncie que a su máximo oponente sus civiles le parecen "prescindibles". 

El coronel Gutiérrez cree "muy posible" que haya "ataques más feroces" sobre Ucrania como represalia, por más que niegue la autoría del ataque. Aún así, puntualiza que la andanada de estos últimos días sobre infraestructuras esenciales, que están dejando sin luz a millones de personas, "no necesariamente es una réplica al atentado, sino la continuación de la guerra, apuntando a bienes y servicios clave, como a ellos les están atacando sus intereses petroleros". 

Tras las elecciones, recuerda, "Putin dijo que quería crear una zona de amortiguación para proteger a Rusia de los ataques de largo alcance y de las incursiones transfronterizas. Puede profundizar en eso, con más ahínco, también. Y desde luego se espera desde hace meses una nueva llamada a filas de reservistas, porque las bajas pesan", indica. El Kremlin sólo reconoce cerca de 6.000 muertes de sus tropas en el campo de batalla pero la cifra real es, según las estimaciones más fiables, más de diez veces superior.

"Se espera desde hace meses una nueva llamada a filas de reservistas, porque las bajas pesan"
Manuel Gutiérrez, coronel español retirado

La excusa para intensificar se hace necesaria, cuando las esposas de los movilizados aumentan sus protestas, reclamando su retorno tras más de dos años de batalla. De otra manera, no sería especialmente popular. 

"La advertencia de atentado EEUU no era un chantaje, como Putin creía. Ahora hay muchos muertos sobre la mesa y es normal que Putin tendrá que actuar, porque cualquier estado lo haría. Lo que no sabemos es cómo. No hay visos de mano ucraniana en este caso, ninguno, así que hay que esperar a ver hacia dónde orienta su dolor y su indignación", añade el militar.

Infiltrados
Un proyecto de Ikea

"Esperar y ver es lo que más repiten en Bruselas los funcionarios comunitarios -añade Nikitsenka-, pero no sería extraño que busque Putin una victoria en otro lugar, léase Ucrania, para compensar el daño, y mientras con la propaganda elude su responsabilidad, en un entorno mediático controlado". Pero insiste en su aviso: "cuando se genera la duda, cuando se rompe el cristal frágil de la sensación de protección, no convence cualquier cosa. Putin querrá borrar ese eco del pasado, de cuando el terror era moneda diaria en Rusia. Los rusos están en líneas generales con él, más allá del fraude electoral, pero tampoco hay que olvidar que los rusos odian a los perdedores. El atentado, desde luego, no lo dibuja como un ganador", concluye.