Gaza, medio año de humanidad perdida

Gaza, medio año de humanidad perdida

La guerra lanzada por Israel contra la franja palestina tras los atentados de Hamás del 7 de octubre agota los calificativos. Más de 33.000 muertos después, ya parecen "demasiados" para Occidente y se pide a Tel Aviv que frene. Netanyahu dice no.

Un niño mira los cuerpos que van a ser enterrados en una fosa común en Rafah, al sur de Gaza, el pasado 7 de marzo.Mohammed Salem / REUTERS

Todas las palabras posibles para definir lo que pasa en la franja de Gaza han sido ya usadas. Se le agotan hasta a Naciones Unidas. Quedan los hechos, las certezas incontestables como la muerte: desde hace seis meses, 2,3 millones de palestinos que ya vivían cercados en la mayor cárcel al aire libre del mundo están siendo bombardeados por Israel desde el aire, primero cercados por tierra y luego aplastados por una ofensiva terrestre, expulsados de sus casas, privados de atención educativa y sanitaria, hambrientos en una de las peores crisis alimentarias de la historia -de tan rápida y masiva-, apiñados en un cuarto de tierra, con una lona por techo. Y el mundo no logra pararlo. 

La Operación Espadas de Hierro fue lanzada por Tel Aviv en respuesta a los ataques terroristas que el partido milicia palestino Hamás acometió en su territorio el 7 de octubre de 2023, que dejaron 1.200 muertos y más de 200 civiles y militares llevados a Gaza como rehenes. Una salvajada cometida en los kibbutzim, un concierto al aire libre y varias bases defensivas que supuso el día más mortífero para los judíos desde el Holocausto. El "sábado negro", lo llaman. Pero tras aquella jornada infame, han venido 26 semanas, 182 días más que se cuentan a masacre diaria. 

Cada número tiene su historia. Hay más de 33.000, las de los gazatíes muertos en la franja en este medio año -"demasiados", dicen Estados Unidos o la Unión Europea-, los 76.000 heridos, los casi dos millones de desplazados, siempre internos, porque ni escapar como refugiados pueden. También las de los rehenes israelíes que aún no han regresado a casa, unos 134. El único momento de luz en esta contienda fue en noviembre, cuando se logró una tregua mínima por la que 105 secuestrados fueron soltados por Hamás, a cambio de la libertad de 240 presos palestinos. También han muerto en estos meses 255 soldados de Israel y hay 1.500 heridos entre los uniformados. 

Los datos de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios en Palestina (OCHAOPT) habría que leerlos a golpes de pecho, de pura culpa porque se vayan acumulando sin visos de solución, sin humanidad: más de 13.800 de los muertos en Gaza son niños y hay otros tantos heridos; supone el 2% de la población infantil de la franja. Entre ellos hay mil críos amputados. Los 650.000 menores que estaban matriculados en colegios llevan sin ir a clase desde ese 7 de octubre. 261 profesores han sido asesinados y casi el 90% de los centros escolares han sido dañados por los ataques. 

Más: Superan las 360.000 las casas destrozadas en Gaza a día de hoy, con el 85% de la población ha quedado sin hogar y el 80% está concentrada en el sur, donde Israel dijo que estarían seguros y donde están siendo bombardeados a diario, incluso en la cacareada zona Al Mawasi, el prometido oasis en mitad de la guerra. Además, 30 de los 36 hospitales de Gaza han sido bombardeados o dañados con artillería, por lo que sólo hay diez operativos y usados parcialmente. "Ningún sistema sanitario en el mundo puede hacer frente al volumen de lesiones, los tipos de heridas y las afecciones médicas que vemos a diario en Gaza", afirma la doctora Amber Alayyan, subdirectora de programas para Oriente Medio de Médicos Sin Fronteras (MSF), que pone como ejemplo que "el sistema de laboratorio en Gaza ha sido totalmente eliminado; no funciona en absoluto" o que se ha condenado por décadas a personas que necesitarán prótesis que habrían salvado sus miembros con el sistema de salud previo a los ataques. 

Más de 8.000 personas podrían morir en cuatro meses por la crisis de salud pública actual, incluso aunque todos los centros médicos comenzaran mágicamente a funcionar hoy mismo, sostiene un informe de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y el Centro John Hopkins de Salud Humanitaria de EEUU. Los brotes de infecciones se han multiplicado por 2.000 en este periodo, por ejemplo. 

la hambruna es "inminente", dice Intermón Oxfam: la población se ve obligada a sobrevivir con una media de 245 calorías al día, menos del 12% de las 2.100 kilocalorías diarias, menos de las que hay en 100 gramos de pan. La ONG también subraya que el total de suministros alimentarios autorizados desde octubre para entrar en Gaza para toda la población (un total de 2,2 millones de personas) suponen una media de tan solo el 41 % de las calorías diarias que una persona necesita.

Un niño palestino con desnutrición recibe tratamiento en el centro de salud de Al-Awda, el pasado lunes.Mohammed Salem / REUTERS

La tragedia se derrama por los muros y alambradas de Gaza y llega a Cisjordania, donde ya la violencia pasaba por sus peores tiempos desde la Segunda Intifada y donde ahora está disparada. La OCHAOPT informa de que en estos seis meses han registrado 428 muertes de palestinos (110 niños), con casi 5.000 heridos en las 690 operaciones mensuales que lleva a cabo el Ejército de Israel, que han acabado con 6.000 detenidos y han obligado a dejar sus casas a unos 900 civiles. Ha habido, por otra parte, 16 israelíes muertos, cinco de ellos soldados y siete colonos. 

Este colectivo, de unas 600.000 personas que residen ilegalmente en suelo palestino de Cisjordania o el este de Jerusalén, ha multiplicado sus ataques al calor de Gaza, por la menor vigilancia de soldados y policía de fronteras. La ONU dice que se han dado hasta 700 incidentes con ellos en este tiempo de guerra. 

La ayuda que no llega

Ahora mismo, la ayuda humanitaria debería ser el mayor punto de atención en Gaza, más allá de las amenazas de que la contienda se extienda por la región o las desavenencias Tel Aviv-EEUU. La realidad es que está llegando muy poca y hay cooperantes que hasta se niegan a llamarla como tal. El Coordinador de Actividades Gubernamentales en los Territorios (COGAT) de Israel sostiene que entran en Gaza una media de 140 camiones diarios, cuando antes de la contienda entraban 500, lo que ya da cuenta del desfase. Esos 500 es el mínimo que el propio Israel contemplaba para mantener a los gazatíes con vida, según un cálculo de calorías desvelado en 2012 (2.279 por persona).

Las operaciones militares han complicado gravemente la distribución de la poca ayuda que llega, mientras que la producción de alimentos de Gaza también se ha reducido a casi nada, con granjas, panaderías y fábricas destruidas o inaccesibles. Las naranjas o fresas de Gaza, apreciadas en todo Oriente Medio, son hoy hierbajos que los civiles buscan para aprovechar hasta la raíz. Tampoco ha ayudado que grupos de ultraderechistas bloqueen los pasos desde los que entra ayuda en suelo israelí ni y la ruptura del orden social en la propia franja, que provoca aglomeraciones en busca de alimento, por pura desesperación. Ha habido muertos por disparos de Israel, incluso, en estas melés

Las ONG se quejan de los estrictos controles de seguridad israelíes destinados a impedir la entrada de cualquier cosa que pueda ser utilizada por las milicias palestinas, hasta hacerlos tan complejos y arbitrarios que provocan importantes retrasos. En noviembre, la ONU dijo que sólo el 10% de los suministros alimentarios necesarios habían entrado en Gaza desde el inicio de la guerra. Y no sólo es cuestión de comida: en enero, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU dijo que las autoridades israelíes habían rechazado la entrada a Gaza de "generadores, muletas, kits de hospital de campaña, tanques de agua inflables, cajas de madera con juguetes para niños y, quizás lo más deprimente, 600 tanques de oxígeno".

Israel también ha prohibido a la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) entregar ayuda al norte de Gaza por aquellas acusaciones que hizo de que parte del personal de la entidad participó supuestamente en los ataques de Hamás. No se han presentado pruebas contundentes que aclaren el caso, afirma Naciones Unidas, que ha abierto su propia investigación al respecto. Aún así, UNRWA, como hace desde su creación en 1949, está repartiendo ayuda en Gaza, se calcula que la mitad de toda la actual. 

Este mismo viernes, y tras una conversación entre Tel Aviv y Washington, Israel anunció que abrirá el puerto de Ashdod (al sur de Israel) y el paso de Erez (fronterizo con el norte de la franja) para la entrada de ayuda humanitaria. Todo ha estado sellado durante estos meses. 

Aviones alemanes lanzan ayuda humanitaria sobre Gaza, el pasado 25 de marzo.Boris Roessler / picture alliance via Getty Images

Como no llega suficiente comida a la gente por tierra, varios países como España, EEUU, Jordania, Egipto, Francia, Países Bajos y Bélgica han estado probando rutas alternativas por el cielo y el mar, pero también con problemas: al menos 20 palestinos murieron buscando esa comida, unos porque se les caían encima los paquetes, otros ahogados al tirarse al mar en busca de los que se habían desviado. El Programa Mundial de Alimentos ha dicho que esta vía debería ser "el último recurso" por su peligrosidad y porque realmente, es incapaz de igual lo que se traslada en un camión. 

Lo mismo pasa por el mar: el mes pasado llegó a Gaza el primer barco que rompía el cerco, el de la ONG española Open Arms, con alrededor de 200 toneladas de alimentos proporcionados por la organización benéfica estadounidense World Central Kitchen (WCK) del chef José Andrés. El buque salió desde Chipre, con el visto bueno de un grupo de países que se han conjurado para buscar una vía estable por mar para la ayuda: la UE, el Reino Unido, EEUU y los Emiratos Árabes Unidos. 

No se ha vuelto a repetir una entrega así por su enorme dificultad, sobre todo en el desembarco de la ayuda, ante la imposibilidad de tocar suelo de Gaza. Pero es que además a ello se suma la gran conmoción de esta semana, la muerte de siete cooperantes de WCK atacados con tres misiles por parte de Israel, un caso que ha llevado hasta a Washington a pedirle cuentas al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. La ONG ha dejado temporalmente de operar, una esperanza menos para los asediados. Más de 200 trabajadores humanitarios han sido muertos en esta guerra. 

El citado grupo de países se plantea mandar ayuda a Gaza levantando una especie de embarcadero, llamado con exceso puerto, pero que no estará listo al menos hasta dentro de un mes. Ya se está movilizando a los militares de EEUU que lo deben acometer, pero los gazatíes no tienen tiempo que perder. Según el Departamento de Defensa norteamericano, significará que dos millones de comidas al día podrían ingresar a Gaza, mucho más de lo que actualmente es posible a través del cruce fronterizo de Rafah con Egipto o mediante lanzamientos aéreos.

Unos chicos pasan entre edificios destrozados del norte de Gaza, el pasado 31 de marzo.Mahmoud Issa / Reuters

¿Qué se ha hecho contra Hamás?

Israel, de palabra, ha defendido en estos seis meses que su único objetivo es acabar con Hamás y que Gaza nunca más sea una amenaza para la seguridad de su estado. "Que se borre a Hamás de la tierra", repiten Netanyahu y sus ministros, por más que se esté borrando, de paso, a un pueblo. Un "castigo colectivo", como lo llaman las principales ONG del planeta. El mayor ejército de Oriente Medio, por ahora, no ha podido acabar con la milicia palestina y sus ramificaciones, lo cual está generando unas enormes críticas en Israel contra su Gobierno. 

Llueve sobre mojado porque al paso del tiempo sin resultados concluyentes, a la movilización de reservistas y a la economía de guerra se suma la desconfianza inicial: los ataques del Movimiento de Resistencia Islámico estaban avisados por distintas vías de Inteligencia, nacional e internacional, y no se hizo lo suficiente por evitarlos

Está claro que el número de cohetes disparados desde Gaza ha disminuido considerablemente desde el 7 de octubre y que las zonas del sur de Israel y hasta del centro, como Tel Aviv, ya no están sometidas a las alertas como en las horas primeras del ataque coordinado con milicias y proyectiles, nunca visto. Aún así, aún se producen lanzamientos aislados, el último el jueves pasado, que evidencian que los islamistas no se rinden. No hay, esos sí, muertos ni heridos por estos cohetes. En concreto, el Centro Moshe Dayan de la Universidad de Tel Aviv

La operación del Ejército israelí en la parte central de Gaza ha provocado la destrucción de las principales líneas de producción de armas avanzadas, misiles, drones y otras armas. Un daño significativo sobre unas estructuras levantadas durante años y años. El Centro Moshe Dayan de la Universidad de Tel Aviv supone que entre el 70 y el 80% del arsenal de proyectiles de Hamás ha sido destruido, no sólo por el daño directo, sino porque carece de cada vez más componentes que antes entraban por el paso de Rafah, frontera con Egipto, una zona ahora muy controlada, a la que no tienen acceso. 

¿Y los túneles? Este mismo centro cree que la milicia aún controla la mitad de ellos, unos 250 kilómetros, lo que hace que sus movimientos sean difíciles de predecir y ofrece, a la vez, protección a sus combatientes. Israel cree que dentro siguen los rehenes que esperan la libertad. Sus familias siguen en las calles y en el Parlamento (Knesset) reclamando un acuerdo que les devuelva vivos a los suyos. 

En el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS), por su parte, explican que Hamás ha sufrido "importantes" pérdidas de personal. El Ejército israelí ha acabado con 20 de los 24 batallones que tenía medio año atrás, según datos de mediados de marzo. Quiere decir que le restan cuatro, que estarían concentrados en Rafah, donde Tel Aviv quiere lanzar una ofensiva total contra ellos, de la que EEUU recela por el enorme daño que puede causar a los casi dos millones de civiles que están allí hacinados. Esos milicianos están activos, pero sólo pueden operar en pequeños grupos, usando tácticas de guerrilla.

También se han eliminado objetivos estratégicos de la milicia e instalaciones de producción militar. Sin embargo, el grupo podría regenerarse incluso con capacidades reducidas si hay tregua, sostiene el Gobierno de Israel. Su Ejército sostiene que ha matado a alrededor de un tercio de los cerca de 30.000 miembros de la milicia, lo que significa que actualmente sólo cuenta con unos 20.000, pero alerta de que pueden enrolarse también jóvenes si se les da espacio. A que se aferra para no conceder algo que le ha reclamado el mundo hasta con una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU

En cuanto a los cabecillas, en marzo se confirmó la muerte del número tres de Hamás, Marwan Issa. En la jerarquía del grupo terrorista, el líder es Yahya Sinwar, aunando la rama política y la militar, seguido de Mohamed Deif, comandante en jefe de las Brigadas al Qasam, el brazo armado. Ninguno de los dos ha sido dado por muerto hasta ahora.

Según un informe de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional israelí, es probable que Israel se enfrente a una resistencia armada continua de Hamás durante mucho tiempo: "Los militares estarán ocupados neutralizando la infraestructura subterránea de Hamás". Esto permitirá a los milicianos esconderse, recuperarse y sorprender nuevamente a las fuerzas israelíes. Pero no se espera que sea más una amenaza como la de hace seis meses, dado su retroceso. "Israel ha registrado un avance significativo contra Hamás. Han destrozado un número destacable de batallones de Hamás y matado a miles de combatientes, incluidos altos comandantes", como dice el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan.

Las presiones internacionales

La guerra hoy parece imparable. No hay avances en las negociaciones para lograr un alto el fuego o, al menos, una tregua temporal, que dé oxígeno a los gazatíes, permita la entrada amplia de ayuda y devuelva a casa a los rehenes israelíes aún secuestrados. Tampoco las presiones internacionales contra Israel, desde los llamamientos de su amigo norteamericano a las resoluciones de la ONU o su investigación por genocidio en la Corte Internacional de Justicia alteran las cosas. 

Llevamos meses con el mismo guión: los negociadores, especialmente Qatar y Egipto, van y vienen a Israel y Hamás -con intermediarios. con propuestas que nunca contentan por completo a las dos partes. Por eso nunca hay acuerdo. Exigencias sobre exigencias. Ahora mismo, sobre la mesa está una tregua inicial de unas seis semanas que incluya un nuevo intercambio de prisioneros por fases, pero las fuentes diplomáticas que citan medios como Al Jazeera o el New York Times indican que va para largo. No hay acercamiento. 

Israel se centra en establecer la liberación de los 130 rehenes que quedan a cambio de presos palestinos, sin renunciar a su presencia militar en Gaza ni a la invasión de Rafah, esencial, dice, para acabar con Hamás. Y los islamistasm por su parte, exigen un alto el fuego "integral" en la franja, que durante el mismo se negocie el fin del asalto israelí, así como el retorno de desplazados al norte y la retirada de las tropas israelíes; algo que Israel ha calificado de "delirante", informa EFE.

EEUU ha presionado recientemente a Israel. Primero sólo le pedía una tregua pero, al fin, tras varios bloqueos, se sumó a una resolución del Consejo de Seguridad reclamando al cese de hostilidades. El presidente Joe Biden está jugando un baile condicionado por los apoyos de la comunidad judía y las lealtades de décadas con Israel en pleno año electoral. Ha subido unos grados sus críticas a Netanyahu, pero en la práctica no ha cambiado nada: la resolución que apoyó dice ahora que no es vinculante -cuando lo es según el derecho internacional- y el mismo día que mataban a los cooperantes de WCK y le "rompían el corazón" a Biden, Washington liberaba nuevas armas para Israel. Su venta no ha cesado en este tiempo y es indispensable, entre otras cosas, para mantener los ataques aéreos y la defensa de la Cúpula de Hierro. Biden ha condicionado su apoyo en las últimas horas a la apertura de nuevos canales humanitarios, pero sin concretar.

A Netanyahu tampoco se le ha movido ni un mechón con el proceso abierto en la CIJ por parte de Sudáfrica, que hizo una reclamación doble: por un lado, investigar a Israel por presunto genocidio sobre el pueblo palestino y, por otro, que se tomaran mientras medidas preventivas para que, si no existía, no se llegase a cometer. La corte de La Haya dio instrucciones a Israel para que "tomase medidas" que limitasen ese riesgo, que Tel Aviv no ha atendido. El proceso por supuesto genocidio sigue su curso porque se encontraron  "algunos actos" que podrían ser constitutivos de dicho delito. Organizaciones independientes como Human Rights Watch también han investigado casos por su cuenta y han constatado que hay pruebas de "aparentes crímenes de guerra".

Francesca Albanese, la relatora especial de Naciones Unidas para los Territorios Palestinos Ocupados, ha presentado un informe en el que avala este crimen -"Anatomía de un genocidio", lo ha llamado- y reclama, ante la falta de reacción del gabinete de Netanyahu y sus socios ultras, que se impongan sanciones a Tel Aviv, la única vía que resta para que reaccione. La medida, que se usa ya contra Rusia o Irán, es un tabú para los aliados occidentales de Israel. 

En el plano diplomático, se han disparado en estos meses los llamamientos para la creación de un Estado palestino, única fórmula para dar una solución política al conflicto palestino-israelí. La violencia ya se ha visto que no funciona. Netanyahu, que un día avaló esta salida sólo por contentar a Estados Unidos, ahora dice a las claras que ese escenario no va a llegar, con el consiguiente enfado de sus aliados. Es Europa la que se ha plantado con más severidad en este caso: ha planteado una hoja de ruta que, forzosamente, debe acabar reconociendo la soberanía de Palestina. 

España lidera los esfuerzos: tiene desde 2014 el mandato del Congreso para reconocer el Estado, es promesa electoral del PSOE desde hace una década y, ahora, el presidente Pedro Sánchez se plantea dar el paso antes de julio

Presiones internacionales, pero de otra naturaleza, llegan de todo Oriente Medio. Los actores regionales, amigos o enemigos de Israel o de Hamás, juegan también en este tablero. Se ha reactivado el frente norte de Israel, contra la milicia chiíta libanesa de Hezbolá, con fuego cruzado entre ambas partes. Van más de 310 muertos y alrededor de 100.000 desplazados de las aldeas del sur de Líbano, según el Gobierno interino de Beirut, mientras que en Israel han perdido ya vida ya seis civiles israelíes y 11 soldados.

Los hutíes de Yemen, aliados de Irán, han comenzado también en estos meses una campaña de ataques a barcos occidentales en su paso por el mar Rojo, que ha causado una enorme inquietud en los mercados, con precios de la energía y los alimentos disparados. Su potencia se ha reducido en los dos últimos meses, ante la presencia intimidante de fuerzas de EEUU y Reino Unido en la zona. Pese a ello, preocupa porque por allí pasó entre el 12% y el 15% del comercio mundial en 2023.

Lo que más preocupa ahora es Irán, el archienemigo de Israel, que ha formado y financiado no sólo a los hutíes, sino a Hezbolá y, también, a Hamás. Tel Aviv lo acusa indirectamente de los atentados del 7-O y por eso ha incrementado sus ataques sobre intereses de Teherán, sobre todo en suelo sirio. El más grave, la semana pasada en el consulado iraní de Damasco, un golpe que mató a 13 personas, la mayoría miembros de la Guardia Revolucionaria de la República Islámica. El régimen de los ayatolás ha prometido responder y la zona contiene la respiración en su respuesta. Una escalada que nadie quiere y a la que todos echan gasolina

Debilidad de Netanyahu y cambios en la ANP

El terremoto sin precedentes que ha supuesto la guerra en Gaza causa un formidable temblor en el estamento político israelí y palestino. En el primer caso, Netanyahu venía de estar muy cuestionado por su intento de reforma judicial y las protestas de meses en las calles sólo se silenciaron por el dolor de los atentados, que golpearon hasta lo más profundo a toda la nación. El ambiente no le era favorable, con sus socios de ultraderecha ganando cada vez más peso en el Gobierno y con sus reformas, que anteponían su seguridad ante el proceso de corrupción que lo persigue a la verdadera calma democrática. 

El número de ciudadanos que quiere que Netanyahu se vaya supera el 90%. El Instituto de Democracia de Israel (IDI) desvela que sólo lo apoya un 28% de la población. El 57% de los encuestados calificaron el desempeño del primer ministro como "pobre" o "muy pobre". Sólo esperan a que la guerra acabe porque entienden que es complejo celebrar elecciones en este contexto, pero su partido, el Likud, no pasaría hoy de ser tercera fuerza, sin posibilidad de suma de gobernabilidad alguna. 

Benjamin Netanyahu, el pasado 25 de diciembre, visitando a sus tropas en el interior de Gaza, en la zona norte.Avi Ohayon / GPO / Handout via AP

Tampoco tiene calma interna, con sus ministros religiosos y nacionalistas reclamando ir a más en Gaza, hasta colonizar de nuevo la franja, abandonada en 2005, en tiempos de Ariel Sharon. Y el aislamiento internacional completa un panorama muy sombrío para el hombre que más años ha comandado al país. 

En el caso de Palestina, acaba de cambiar a su primer ministro y está en proceso de conformar un nuevo consejo de ministros. Todo viene de EEUU, que ha denunciado a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) por su obsolescencia, mala imagen y hasta corrupción, por la falta de liderazgo y de relevo. Ahora la quiere remodelar, refrescar, revitalizar -son todas ellas palabras usadas por los portavoces de Biden- para afrontar la nueva etapa que se plantea en el día después del hundimiento de Hamás, si es que llega. Israel no ha develado nada de sus planes para ese momento y a EEUU le enerva, porque sabe que el territorio no puede quedar tirado si no queire convertirse en otra Somalia. Cambiar ahora la ANP supone hacerla más aceptable para que se quede también con Gaza, unificando la gestión de los dos territorios ocupados, lo que no ocurría desde 2007. 

Así las cosas, ahora el primer ministro se llama Muhamad Mustafa, un economista de prestigio internacional, sin filiación política, al que se le ha pedido que haga un Gobierno de especialistas, tecnócratas, sin partidismos. Su meta debe ser estabilizar el territorio, afrontar la reconstrucción de Gaza -cuando sea, que nadie la ve en el horizonte- y plantear unas elecciones democráticas, tan ansiadas por los palestinos. Eso sí, el presidente Mahmud Abbas seguirá pilotando por encima de Mustafa, a sus 88 años y sin haber sido legitimado en unos comicios desde 2005. EEUU aplaude los cambios, no así los palestinos, que quieren una verdadera nueva era. 

Infiltrados
Un proyecto de Ikea

En Gaza, ahora mismo, lo que interesa de los despachos no son los juegos de silla, sino que callen las armas. Eso no llega. Medio año de guerra va ya y nadie sabe cuánto más resta en esta contienda que ha cambiado la dinámica en Oriente Medio y amenaza con ser existencial para la causa palestina.