Primer mes de la guerra Israel-Hamás: algunas certezas e infinitas preguntas sin respuesta

Primer mes de la guerra Israel-Hamás: algunas certezas e infinitas preguntas sin respuesta

El ataque inesperado de la milicia palestina en suelo israelí y la réplica de Netanyahu han llevado al conflicto a cotas de violencia desconocidas en 75 años. La franja sigue bajo feroz asedio, sin alto el fuego, mientras se teme una escalada en la región. 

Un palestino llora sobre el cuerpo de un familiar muerto por bombardeos de Israel en la morgue de Deir al Balah, el pasado 1 de noviembre.Fatima Shbair / AP

El amanecer del 7 de octubre pasado, hace ahora un mes, cambió para siempre el conflicto palestino-israelí. Luz suave, otoño cálido, andanada de cohetes contra Israel, saltos de valla de milicianos de Hamás, incursiones en kibbutzim y festivales de música, disparos, machetazos, violaciones, decapitaciones, incendios, rehenes. Las milicias palestinas, tratadas como problema y no como amenaza desde el Gobierno de Benjamin Netanyahu, asestaban el golpe más mortífero desde la creación de Israel, 75 años atrás, y ponían de manifiesto que vivir de espaldas a una crisis irresuelta es una ilusión peligrosa. 

Tel Aviv, herida en su corazón como nunca, desarbolada por los fallos de inteligencia y seguridad, comandada por un Ejecutivo de ultraderecha, reaccionó atacando la franja de Gaza, donde los bombardeos no han cesado ni un día, y prometiendo la aniquilación de Hamás, tuviera el precio que tuviera en vidas civiles. En ello está, ahora también por tierra, sin que haya esperanza ni de un alto el fuego temporal, por más que lo pidan hasta 18 agencias de Naciones Unidas.

De fondo, todas las preguntas del mundo. Cuánto durará esta guerra (porque lo que estamos viviendo sobrepasa con creces la etiqueta habitual de ofensiva); qué consecuencias tendrá; cuántos inocentes más tendrán que morir, quedar mutilados, abandonar y perder sus casas; qué puede venir después de Hamás, si es que acaban con él; qué papel le queda a la Autoridad Nacional Palestina; cómo pueden entrar en liza otros actores regionales (empezando por Irán, que quiere borrar a Israel, y siguiendo por Hezbolá, la amenaza más real desde Líbano); qué legitimidad tiene Occidente si no es capaz de parar crímenes de guerra. 

La primera certeza: la muerte y el horror

El clásico dice que la muerte es la única certeza de la vida, pero no debería, nunca, llegar como ha llegado y está llegando estos días en suelo de Israel y de Palestina. El ataque de Hamás dejó más de 1.400 muertos israelíes y 246 rehenes, en una serie de actuaciones combinadas que sumaron lanzamientos de cohetes (miles en una mañana) e incursiones terrestres. Las autoridades han dado cuenta de atrocidades en los kibbutzim del sur, cercanos a la frontera con Gaza, que incluyen torturas, mutilaciones y decapitaciones. Hasta 260 cuerpos fueron hallados en los alrededores del Festival Nova, un encuentro con la paz como lema plagado de jóvenes. No ha habido tantos muertos en el estado de Israel desde que se fundó, en 1948. 

La conmoción en el país ha sido total. Más de 300.000 reservistas han sido llamado a filas y, durante días, los comercios y colegios han permanecido cerrados, las ciudades parecían fantasmas, no había servicios públicos y se contenía la respiración ante la posibilidad de nuevos ataques y a la espera de conocer el alcance real del golpe, que aún está por saberse. Mientras todo Israel se unía en el dolor compartido, surgían las críticas ante la falta de previsión de sus dirigentes. 

Ahora la angustia se centra en los secuestrados, de los que sólo cinco han sido liberados: cuatro civiles por decisión de Hamás y una soldado, por una intervención militar. Qatar está mediando para intentar la devolución de al menos 50 rehenes que tienen doble nacionalidad o son extranjeros, mientras que Hamás reclama la liberación de todos los presos palestinos para devolver a los retenidos a sus familias. 

Desde que comenzó la ofensiva terrestre, 29 soldados israelíes han perdido también la vida. 

Gaza ha sufrido, desde el mismo 7 de octubre, las represalias de Israel, primero desde el aire y, pasadas tres semanas, por tierra, con botas sobre el terreno. "No tenemos otra opción", "hay que ir sin piedad", "no puede quedar nadie", afirman portavoces del Ejército de Israel, en referencia a la caza a Hamás. Pero están los civiles, 2,3 millones de gazatíes que viven cercados desde 2007 por votar a los islamistas y que ahora son también diana, caiga quien caiga. Se repiten los llamamientos de la comunidad internacional para que se respete el derecho internacional y no se ataque a civiles, pero es lo que tenemos cada día en Gaza, masacres de inocentes.

Los datos aportados por Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) sostiene que hay ya 9.770 palestinos muertos en este mes, un dato que el Ministerio de Salud de Gaza eleví ayer a más de 10.000. La cifra de muertos igualó ayer la terrible cifra de víctimas ucranianas por la invasión rusa. En un mes de un conflicto se han igualado los féretros generados por otro en 21, lo que da la medida del horror. Han muerto ya 4.008 niños, a una media de 134 por día. Hay 2.260 palestinos desaparecidos aún, posiblemente bajo los escombros.

En Israel se multiplican los actos de recuerdo a los muertos y los rehenes, se buscan soluciones a la economía de guerra y se mira de reojo a la posibilidad de nuevos frentes abiertos. En Gaza no, los muertos van a fosas comunes y los funerales se hacen rápido por seguridad, porque la guerra abierta es en su casa. 

Desde el 11 de octubre, el territorio está sometido a un bloqueo total, después de que Defensa de Israel llamase a tratar a sus habitantes como animales. Tras la apertura puntual del paso de Rafah, en el sur, frontera con Egipto, sólo han entrado en este mes 451 camiones con comida, agua, suministros sanitarios y de higiene y tiendas, nada para el millón y medio de refugiados internos que se ha desplazado al sur, avisados por Israel de que el norte iba a ser atacado. Antes de esta guerra, entraban por ese mismo paso 500 camiones al día. La diferencia es abismal. 

La OCHA sostiene el el hacinamiento en sus centros es "una preocupación importante", porque se están dando casos de infecciones respiratorias agudas, diarrea y varicela, que 14 de los 35 hospitales de Gaza han dejado de funcionar, como 51 de 72 centros de salud, cerrados por daños o falta de combustible, sin los que no funcionan los generadores. Hay 50.000 embarazadas sin tratamiento. Hasta los pozos y las placas solares han sido atacadas, no hay posibilidad de energía alternativa. 

La escasez de agua es "grave", con el cierre de todos los pozos municipales por falta de fuel, que ha interrumpido también el transporte por camión (lo que queda se traslada en burro). Preocupan los casos de deshidratación y enfermedades transmitidas por agua de fuentes inseguras. Sólo en la última semana han sido acatadas siete instalaciones de agua, dice la ONU. 

Su Programa Mundial de Alimentos afirma que en un plazo de uno a tres días van a faltar ya alimentos esenciales como arroz, legumbres o aceite vegetal. No entrar por Egipto al ritmo necesario ni pueden vender las tiendas locales, entre la falta de combustible y la inseguridad. Hay zonas completas del norte donde cualquier estimación es aproximada, porque su personal no puede legar. Allí donde hay gazatíes que no podían moverse o decidieron quedarse en sus casas, sólo llegan ONG locales contadas. Se sabe que no está operando ninguna panadería en la zona. 11 han sido atacadas en esta guerra. "La situación es desesperada", repite Naciones Unidas, esa organización a la que Tel Aviv ha acusado de partidismo y cuyo secretario general, dicen, debería dimitir por hablar de los orígenes del conflicto

Israel insiste, con apoyo de EEUU, en que no habrá treguas humanitarias, por temor a que Hamás se rehaga. 

Olvidar se paga

Otra certeza de esta guerra es que ha quedado claro que olvidar el conflicto palestino-israelí tiene consecuencias. Es tan sensible, tan viejo, con tantas ramificaciones, ha marcado tan profundamente la vida en Oriente Medio en el último siglo, que es una ceguera pensar que se puede mantener tapada la olla a presión sin más, pasando días sin solución. No es así y el asalto múltiple de Hamás es muestra de ello. 

Nadie sabe bien aún cómo pudo la milicia organizarse, posiblemente durante los dos últimos años, para agredir a Israel por todos los medios imaginables, que en Tel Aviv no pudieron o supieron imaginar. Egipto había avisado de que Hamás estaba preparando un golpe y, con los días, se conocen más voces israelíes que habían hecho lo propio, sin eco. En Inteligencia y en Seguridad se han pedido disculpas por no verlo, no así en el Gobierno, donde el primer ministro Netanyahu elude la responsabilidad. Las encuestas dicen que más del 90% de la población quiere que se vaya cuando acabe la guerra, porque lo cree el primer culpable. Suyo es el mayor fracaso de la historia de Israel, como afirman los más críticas. Esa es otra gran certeza: la vida política de Bibi se acabó.

En las últimas décadas, en las que Netanyahu ha sido casi eterno en el Ejecutivo, se ha bloqueado el proceso de paz (parado desde 2014), se han aumentado las colonias (hasta 600.000 residentes ilegales en Cisjordania y el este de Jerusalén), se ha creado un Gobierno de coalición con ultranacionalistas y religiosos, se ha provocado en los santos lugares... porque el statu quo acababa beneficiando a Israel. Los atentados o los problemas puntuales de seguridad eran un precio asumible a pagar por tener a los palestinos anulados y sin estado. Sin embargo, ese rencor y ese cansancio estaban ahí y han roto de la mano de los más violentos, de una forma tan bárbara que no entraba en los planes de nadie. Ahora hay prisa porque hay un 35% de la población que aún no tiene ni refugio antiaéreo para meterse. 

Estados Unidos y Europa también habían estado al margen, sin presionar en serio para tener un proceso de paz digno, sin arropar a la Autoridad Nacional Palestina, el gobierno reconocido, no violento, de los palestinos, sin declarar su estado y debilitar a los violentos. Ha primado otra agenda (Asia-Pacífico, Ucrania) y otros intereses (como los económicos de los Acurdos de Abraham), cuando los refugiados, la ocupación o Jerusalén seguían siendo asuntos sin resolver. Ahora están arriba del todo en las prioridades del mundo, ese conficto que cansa ahora urge. 

Hamás aún persiste

Ha pasado un mes y Hamás persiste. Es muy complicado saber el número de efectivos y mandos que ha perdido con los ataques de Israel pero no serán más del 10% de las víctimas mortales totales, eso, añadiendo a personal de otras milicias como la Yihad Islámica. Sigue teniendo el poder en Gaza, donde manda desde hace 16 años, parapetado sobre todo en su red de túneles defensivos, que lleva años levantando. 

Según informa la prensa israelí, el ataque del sábado de sangre estaba bien calculado y, se cree, contó con ayuda de Irán, acumulando durante meses medios de todo tipo, mientras se afinaba la estrategia. Eso quiere decir que se ha podido hacer acopio y tener ahora para mantenerle el pulso a Israel. En la ofensiva de 2014 lo hizo durante 51 días, pero esto es otro mundo: es una batalla por la supervivencia y Tel Aviv garantiza que arrancará de raíz todo resto del partido milicia. Habla de campaña larga, de meses, porque erradicar a un grupo muy potente desde los años 80, con ramificaciones sociales y solidarias importantes para la población de Gaza, es buen difícil. 

El diario Haaretz, por ejemplo, ha hablado con altos mandos de las IDF que asumen que está siendo difícil hacer daño a Hamás. Explican que están aplicando la "táctica del desmembramiento", un avance lento y metódico con enorme uso de potencia de fuego para abrir camino, pero reconocen que hay cierta debilidad en su plan, porque ven su "incapacidad de matar dirigentes" de las Brigadas AL Qassam, el brazo armado de la organización, en sus batallas terrestres. Aunque Tel Aviv anuncie la muerte de "numerosos" mandos, estas fuentes afirman que el número no se puede confirmar. 

Los milicianos están haciéndose fuertes en los túneles, salen por sus aperturas secretas y lanzan misiles antitanque, explosivos y drones con carga contra los blindados de Israel. Era uno de los mayores riesgos de la ofensiva por tierra y aquí está. "A pesar de la presión ejercida, no hay un impacto claro y significativo sobre el liderazgo y control de Hamás, que todavía está operando", sostiene. 

Ahora la franja está partida en dos e Israel se prepara para golpear la capital de Gaza, mientras se prepara una segunda fase. El diario The Jerusalem Post sostiene que en estas semanas Israel ha recibido 3.000 toneladas más de armamento, equipos de combate llegados en barco y avión, con los que espera dar la puntilla a Hamás. Con eso y con los 10.000 millones de ayuda que van a llegarle de Estados Unidos, aliado fiel. 

Cisjordania arde

La Cisjordania ocupada no es ajena a lo que pasa en Gaza. Las protestas en solidaridad con sus hermanos, primos, connacionales, han sido sofocadas por Israel, lo que acompañado a las redadas en busca de miembros de milicias o simpatizantes de las mismas, ha llevado a un escenario de tensión extrema al que hay que estar muy atentos. 

La ONU sostiene que 141 palestinos han muerto (43 niños) y 2.322 han resultado heridos en choques con el Ejército de Israel o incursiones de sus uniformados en zona palestina en este mes, mientras que ocho civiles palestinos más han muerto por ataques de colonos judíos. Hasta 202 agresiones de esta naturaleza se han registrado, causando víctimas y daños a la propiedad. 111 familias (905 personas) han sido desplazadas de sus hogares por la presión de Israel, más 120 que se han quedado sin casa por demoliciones. 

Este conflicto ya no es el mismo conflicto

Acabe como acabe esta guerra, está claro que Israel, respaldado por los estadounidenses, no tolerará un acuerdo que permita a Hamás permanecer en el poder en Gaza, lo que garantiza mucho más derramamiento de sangre entre los palestinos. También plantea grandes interrogantes sobre qué o quién los reemplaza, que hasta ahora no han sido respondidas. El conflicto entre árabes y judíos por el control del territorio entre el río Jordán y el mar Mediterráneo dura casi un siglo y nadie lo ha resuelto, por desinterés o calculadamente, pero hay una población que sigue esperando y desespera. Rota la paciencia, de la forma más brutal, no se puede volver atrás. Queda afrontar la realidad y resolvela. 

En la década de 1990, empezando por Madrid, se estableció el proceso de paz de Oslo para intentar poner fin al conflicto mediante el establecimiento de un Estado palestino, con capital en Jerusalén Este junto, a Israel. El último intento de revivirlo, después de años de negociaciones intermitentes, ocurrió durante la Administración Obama. Fracasó hace una década y desde entonces se ha permitido que el conflicto se agrave, con una ANP poco clara, poco hacendosa, poco renovada, que tampoco ha dado lugar a una gran confianza. Israel lo ha rechazado como un socio para la paz, pero es el único viable y reconocido. 

Como han dicho estos días el presidente de EEUU, Joe Biden, y muchos otros dirigentes mundiales, la única posibilidad posible de evitar más guerras es establecer un Estado palestino junto a Israel. Eso no será posible con los líderes actuales de ninguno de los lados. Los extremistas, tanto israelíes como palestinos, harían todo lo posible para frustrar la idea, como lo han hecho desde los años 90 del pasado siglo. Algunos de ellos creen que siguen la voluntad de Dios, lo que hace imposible persuadirlos a aceptar un compromiso secular. Este, pese a todo, no es un conflicto religioso, sino colonial, territorial, político, con tintes de fe que lo complican y calientan más aún. 

Si esta guerra no produce un impacto suficiente como para romper prejuicios profundamente arraigados y hacer viable la idea de dos Estados, nada lo hará, porque nada de lo que vemos ahora lo hemos visto antes, en dimensiones y gravedad. Sin una manera aceptable de poner fin al conflicto, más generaciones de palestinos e israelíes serán condenadas a más guerras. Y eso tiene que acabar en dos estados, reconocidos mutuamente, en vecindad segura y con idénticos derechos, un plan que se repite en las declaraciones de los dirigentes mundiales pero que no se traduce en hechos. 

La nueva forma de conflicto, ya que la paz está lejos, aún no ha surgido y nadie sabe qué pasará si Hamás no está. Qué quedará de su lucha y aliados en otras milicias y cómo puede reaccionar otra parte de la sociedad palestina, no violenta, pero desesperada al vez lo que ocurre en Gaza. Nuevas milicias, más contestación social, protestas... lo desconocido, cuando lo que se sabe, por experiencia, es que la única solución al conflicto es la política. Es esa vía o no hay salida. 

La región espera

Que la guerra salte a la región es una opción realista. Por todas las partes. Empezando por los aliados de Hamás, como Irán o Hezbolá, que van tanteando el terreno para ver si pueden hacer más daño a Israel abriendo nuevos frentes o si es más sensato esperar. Dependerá en gran parte de lo que resulte de la ofensiva terrestre de Israel, porque no se puede defender la causa palestina de palabra y, ante una agresión así, callar. Estos actores regionales han manoseado la causa palestina desde hace décadas, sin prestar una verdadera ayuda a su pueblo, y ahora calibran qué es mejor hacer. 

Occidente, tan alejado de Oriente Medio, empieza a mandar soldados y medios a la zona de forma disuasoria (EEUU, Reino Unido), en un intento de avisar de la que puede llegar si alguien toca a su amigo Israel. Y, sin embargo, también se multiplican los intentos de mediación para rebajar la tensión, de Turquía a Egipto, de Qatar a Jordania, con múltiples metas: recuperar a los rehenes con vida, para empezar, y lanzar menajes tranquilizadores para que no se inflame toda la región. 

Esta misma semana ha vuelto a la zona el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, en una ronda que los críticos entienden como una manera de amenazar en nombre de Tel Aviv y los más templados, como una demostración, también, de presión a Netanyahu para que no viole las leyes de la guerra, por más que ya se estén viendo indicios hasta por parte de la Corte Penal Internacional. "He informado sobre todas las guerras de Israel en los últimos 30 años. No recuerdo una administración estadounidense que haya afirmado tan públicamente que Israel necesita observar las leyes de la guerra. La visita de Blinken sugiere que cree que Israel no está siguiendo el consejo de Biden", escribe el mítico Jeremy Bowen, editor de Internacional de la BBC. Israel dice que no tolerará una Gaza con Hamás y por ahora, no hace caso. 

Lo por venir

Han pasado 30 días y todo son preguntas. A la duración y efectos de la ofensiva se suma el futuro de Gaza. ¿Una misión internacional de mediación, un gobiero de la ANP, Israel ocupando? Eso, si se puede con Hamás. Antes queda esa pelea, con sus costes y consecuencias. ¿Intervendrán sus amigos? Hezbolá dispara desde el sur de Líbano y hay 20.000 civiles israelíes desplazados por el peligro de sus misiles, pero por ahora parece un pulso más que una andanada, una demostración de fuerza y una ayuda a Hamás, para tener al adversario entretenido en varios frentes. 

Pero, ¿y si Teherán quiere atacar? Las palabras "Tercera Guerra Mundial" se repiten con demasiada alegría para lo que supondría. Por ahora, todas las partes quieren contención y mantener la línea de cooperación y reconocimiento, muy lucrativa, abierta en los últimos años. 

La urgencia, al mes del horror, es que no haya más horror para los civiles. El retorno de los rehenes, la aclaración de los casos abiertos de israelíes que no se sabe si están muertos o desaparecidos, el fin de los bombardeos indiscriminados en Gaza, la entrada de ayuda a la franja bloqueada y donde morir porque no hay pan empieza a ser una opción posible. 

Nadie conoce aún todo lo pasado ni lo que está pasando ni lo que pasará. Sólo queda la seguridad de saber que nada puede ser igual ya en esa tierra.