Brokeback Mountain se hace ópera: Un amor tan prohibido como universal

Brokeback Mountain se hace ópera: Un amor tan prohibido como universal

No es sólo una de vaqueros. Sí, hay cowboys de las profundidades de EEUU, sombreros que recuerdan al de John Wayne, rodeos, ranchos, una viscosa y rural brutalidad.

Sin embargo, Brokeback Mountain, el relato de Annie Proulx que fue llevado al cine por Ang Lee, llega al Teatro Real para convertirse en ópera y añadir una “tercera capa”, espesa, erótica y trágica, a una historia de amor prohibido que va mucho más allá del atrezo.

Eso cree al menos Proulx, también autora del libreto al que ha puesto música el compositor Charles Wuorinen. Ambos conversan con El Huffington Post tras ver uno de los últimos ensayos de una obra sobre la que pesa la digestión de la oscarizada película. “Nunca fue la intención crear una pancarta o una celebración de lo que significa ser homosexual”, asegura la escritora. Esa interpretación, que reconoce “respetable”, es ‘otra’ de vaqueros. Y Brokeback Mountain es ahora una ópera que este martes celebra su estreno mundial.

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La obra se alterna con la representación de Tristán e Isolda, de Richard Wagner, y supone el último gran proyecto hasta la fecha de Gerard Mortier, que dirigió el teatro hasta el inicio de esta temporada.

La trama se basa en la vida de Ennis del Mar y Jack Twist, dos jóvenes que se conocen en el verano de 1963 cuando trabajan guardando un rebaño de ovejas en Brokeback Mountain, en el estado de Wyoming. La grandiosa soledad de la montaña asiste a escenas de sexo y un amor inconfesable, nunca verbalizado, que marcará la vida de ambos personajes y dará lugar a encuentros furtivos durante dos décadas.

-¿Qué aporta la ópera a su historia? ¿Es muy alargada la sombra de Ang Lee?

Annie Proulx.- La historia sigue siendo la historia. La presentación es diferente en todos los sentidos. Es una dimensión distinta, como una tercera capa de algo que sigue siendo lo mismo. Es como si amontonases sombras, una encima de otra. Acaban siendo más densas, profundas, más oscuras. Para las personas que han leído el relato y visto la película será una nueva capa de intensidad y sentimiento.

-Es una obra sobre un amor homosexual, pero también la historia de un amor imposible. ¿Qué pesa más, un siglo XXI en el que se pueden hacer óperas sobre amores gays o las zancadillas al amor, una constante literaria y operística?

Proulx.- Piense en lo que hablábamos sobre las capas que le van añadiendo espesor. La acercan a la categoría de mythos (mito) y es ahí donde la historia perdura, es eso lo que la hace fuerte. Ha estado ahí desde hace muchos siglos y seguirá estando durante mucho tiempo. Existe porque es vieja. Que sea moderna es intrascendente. No tiene edad porque siempre ha estado con nosotros.

Charles Wuorinen.- El problema eterno, la incapacidad de darse cuenta de quién es uno mismo, de tomar medidas en su propio interés para llegar a sus metas… Todo esto nos suena, ¿no? Con todo, el hecho de que sea un tema que no se haya tratado en el pasado significa que, para empezar, no te aburres. El amor imposible ha estado siempre ahí, por razones de clase social, matrimonios arreglados y otras circunstancias… Aunque la situación esté cambiando rápidamente, lo que vemos aquí es algo que aún le puede costar la muerte a alguien en muchos sitios, a veces de manera oficial y en otras más discretamente. En cuanto a la ópera, estamos acostumbrados a darle muchas vueltas a las cosas que pasaron hace doscientos años pero que hoy tienen cero interés. Por ese motivo, para nosotros, esto es algo comparable a lo que motivó a compositores y autores hace dos o trescientos años.

No abundan en los grandes teatros de ópera obras cuyos autores estén vivos. Y los de hace “dos o trescientos años” no siempre fueron comprendidos en su momento. El Brokeback Mountain que Mortier empezó a soñar en Nueva York, donde estuvo a punto de dirigir la ahora extinta ópera de la ciudad, se enfrenta a los mismos fantasmas que forzaron la marcha del director belga.

En el Real, como en otros teatros, hay dos tipos de público: el que busca montajes rompedores y el más tradicional, cómodo con los clásicos y que por el momento sigue teniendo una decisiva influencia en la taquilla. Aunque no sea el objetivo, lo cierto es que el tirón de la película y el buen momento que viven las reivindicaciones de derechos LGTB pueden compensar las resistencias de algunos oídos hacia la música contemporánea.

-¿Se beneficia su obra de haberse convertido en un icono para la comunidad homosexual?

-Proulx.- No es una pancarta. Nunca fue la intención crear una pancarta o una celebración de lo que significa ser homosexual. Hay quien lo ha interpretado de esa manera y es su elección, respetable, pero no era el objetivo, en todo caso. Mi obra era una serie de relatos sobre la vida en Wyoming en los últimos 150 años. Esta es una parte.

-Wuorinen.- No soy ni un compositor político ni ideológico. Pero si como una consecuencia hay un avance en la tolerancia, me parece bien. Como dice Annie, esto no es una bandera en favor de una causa.

-El personaje de Ennis del Mar evoluciona mucho. Dice no ser homosexual y querer a su mujer, pero acaba lamentando no haberlo asumido. ¿Cómo se plasma eso en una ópera?

Wuorinen.- Su peso en el diálogo crece. Al principio no dice nada. Ladea la cabeza o grita. Después empieza a hablar algo, pero cuanto más se adentra en la historia, cuanto más viejo se hace, cuanto más se acerca a un compromiso acaba cantando de una manera melodramática, como nunca lo había hecho antes.

Es en ese momento donde acaba la obra. Jack Twist ha muerto sin que Del Mar se haya atrevido a dar el paso, enfrentarse a la sociedad y compartir su vida con la persona a la que ama. En la escena, diseñada por Ivo van Hove, renovador belga de la escena europea, se plasma en la presencia única y absoluta de un personaje malherido y resentido, que acaba proclamando amor eterno con un "lo juro".

-En el pasado ha lamentado que con la película no se entendía ese dramático juramento. ¿Cómo ha cambiado la ópera?

Proulx.- Hay mucha gente que tampoco entendió en el relato lo que significaba el “Lo juro...” y lo interpretó de muchas y diferentes maneras. El formato de la ópera da cabida al florecimiento de su comprensión y reconocimiento personal, algo que permite que ese juramento se exprese mejor y sea más bonito y emocionante.

La partitura de Wuorinen, cuya última ópera es la adaptación de una novela de Salman Rushdie, acompaña la intensidad del momento. A pesar de ser música contemporánea, el autor, criado en el dodecafonismo, ha escrito una partitura apta para oídos menos acostumbrados. La revisa en todo momento, moviéndose por el teatro en zapatillas de deporte, a sus 75 años (Proulx tiene 78).

A sus órdenes y a las del director musical Titus Engel están los atléticos protagonistas, el bajo-barítono Daniel Okulitch (Ennis del Mar, el personaje llevado al cine por Heath Ledger) y el tenor Tom Randle (Jack Twist, Jake Gyllenhaal en la película). Una gran pantalla proyecta imágenes de las montañas y en el mismo espacio conviven los turbulentos hogares familiares de los dos amantes, que se casan y tienen hijos.

La única persona que no está aún en Madrid es el propio Mortier, enfermo de cáncer de pancreas, muy implicado en el proyecto y cuya salud ha obligado a retrasar la presentación oficial. La obra, según se dice en el teatro, es su último gran proyecto de esta temporada. Está por ver si logrará una gran aceptación popular. De momento, la presencia de la prensa internacional es numerosa y responsables de teatros de toda Europa tienen ya localidades reservadas.

A la autora y génesis del proyecto, Annie Proulx, las circunstancias externas parecen importarle poco.

-¿Le gusta el resultado?

Proulx.- Es tremendo. Es enorme. Gustar no es la palabra que yo usaría. Es nuevo, es emocionante, es duro, doloroso. Hay más adjetivos que no me interesan, pero no voy a hablar de ellos, son intrascendentes.

-¿Teme que los espectadores vengan al teatro con prejuicios?

Proulx.- Cariño, es su problema.