México no entiende de muros

México no entiende de muros

México es uno de los escenarios en donde, en estos tiempos convulsos, se dirimen los valores hegemómicos en el mundo, o al menos en Occidente. Un país cuya historia nos recuerda que no entiende de muros y que fue tierra de acogida para miles de exiliados españoles o para refugiados de otras guerras en Centroamérica.

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Valla en la frontera entre México y Estados Unidos (Foto: IStock).

En estos tiempos convulsos que estamos viviendo, están en juego los valores que serán hegemónicos en el mundo, o al menos en Occidente. Y uno de los escenarios donde puede observarse esta disputa es, sin duda, México.

Donald Trump arrancó su candidatura insultando y atacando al pueblo mexicano y no ha dejado de hacerlo una vez que ha alcanzado la presidencia. La xenofobia y la intolerancia no eran sólo cebo para pescar votos. La administración Trump es una amenaza para la paz, la dignidad, la libertad y los derechos humanos.

El muro que Trump quiere construir en la frontera de Estados Unidos con México lleva la marca inequívoca del aislacionismo, del populismo y de la xenofobia. El pasado 12 de de febrero miles de mexicanos salieron a las calles reclamando dignidad y respeto. Algo que no puede sorprender a los que conocen la historia y el carácter de México, el país que no entiende de muros.

Hace un año viajé allí en misión del Parlamento Europeo como vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos, y pude comprobar que la solidaridad y hospitalidad de los mexicanos son más que una leyenda. Sobran ejemplos. Como el de las Patronas, que llevan 20 años ayudando y asistiendo a los migrantes centroamericanos -muchos de ellos niños -que arriesgan su vida para llegar a los Estados Unidos.

La historia también nos recuerda que México no entiende de muros. Ha sido tierra de acogida a quienes han sufrido la guerra y la tiranía. Miles de exiliados españoles descubrieron el cariño de los mexicanos al llegar al puerto de Veracruz huyendo de las tropas franquistas, entre ellos los 456 niños de Morelia. Más tarde, México se abrió a los refugiados que huían de las guerras civiles que asolaron Centroamérica y a muchos chilenos que encontraron en su embajada un lugar donde protegerse de la represión pinochetista. Hoy, México acoge también a quienes huyen de las terribles maras centroamericanas.

No es realista aspirar a un mundo sin migraciones. Las desigualdades económicas y el deseo humano de aspirar a una vida mejor seguirán moviendo a millones de personas. Un muro nunca será una solución. Sólo hará el viaje más duro para los migrantes, que buscarán rutas más peligrosas y caerán, tal vez, en manos de las mafias. La cooperación económica y unas reglas comerciales justas podrían, en cambio, generar crecimiento y oportunidades en los países de los que proceden los cientos de miles de personas que cada año tratan de alcanzar suelo estadounidense.

Propongo que modernicemos con ambición el marco que regula las relaciones entre México y la UE, el Acuerdo Global, que mejorará las vidas de 625 millones de ciudadanos.

El muro de Trump obliga a México a buscar nuevos horizontes tanto dentro como fuera del continente americano. El éxito de la Alianza del Pacífico en los últimos años puede mostrar el camino. Como eurodiputada, creo que el magnate convertido en presidente nos ofrece también una gran oportunidad. Tenemos la ocasión de reforzar las relaciones entre la Unión Europea y México, para reconocernos como socios prioritarios que comparten una visión del mundo frente al nacionalismo exacerbado y al proteccionismo.

Animo a los mexicanos a que empecemos a construir el futuro en compañía de otros países que comparten nuestros valores. Frente a los que levantan muros e imponen aranceles, la respuesta no puede ser otra que el firme compromiso con la solidaridad y el libre comercio. Un comercio cuyos beneficios lleguen a todos, como reclamó el Presidente de Canadá, Justin Trudeau, en su discurso de la semana pasada en el Parlamento Europeo.

Propongo que empecemos por algo concreto: modernizar con ambición el marco que regula las relaciones entre México y la UE, el Acuerdo Global, de modo que mejore las vidas de los 625 millones de ciudadanos a los que afecta. Además del aspecto comercial, el Acuerdo debe profundizar en las soluciones a problemas globales como las pandemias, el terrorismo, el cambio climático, el narcotráfico o la pobreza: los grandes temas de nuestro tiempo. Tal es el reto que los parlamentarios europeos y mexicanos debemos aceptar desde nuestro mandato democrático.

Estamos a tiempo de que seamos nosotros, mexicanos y europeos que compartimos los valores humanistas y la fe en el progreso, quienes escribamos la historia.