Aquelarre independentista

Aquelarre independentista

El pasado sábado acudí a Barcelona a la manifestación contra el terrorismo y pude comprobar cómo los delirios de los separatistas les pusieron, una vez más, en evidencia ante España y el mundo. Menudo error garrafal el querer transformar un día de unidad contra la violencia y de apoyo a las víctimas en una especie de aquelarre independentista. Por supuesto, cualquier aquelarre que se precie tiene que tener uno o varios oficiantes, y ahí tenemos a Colau y Puigdemont para dicho menester.

La imagen del sábado habla por sí sola. Unos en un profundo silencio, sin cambiar de semblante, sin alterarse, sin aspavientos. Otros, enfurecidos, cabreados, enfadados, pero no contra los terroristas asesinos que intentan acabar con nuestras libertades más básicas y con nuestra democracia, sino que su ira iba dirigida hacia de los representantes públicos del Estado.

Debido a mi posición en la cabecera política de la manifestación, a muy pocos pasos del rey, justo detrás de Cristina Cifuentes y Xavier García Albiol, puedo dar fe de la inquebrantable expresión de respeto de los máximos representantes del Estado ante los agravios recibidos. Ni un mal gesto. Nadie cedió ante la provocación.

Cualquier catalanista moderado, que igual comparta la necesidad de un referéndum o que no vea con malos ojos las proclamas independentistas, debería estar avergonzado al ver lo que organizaron o permitieron tanto la Generalitat como el Ayuntamiento de Barcelona, con la complicidad inestimable de la Asamblea Nacional Catalana.

Mal que les pese a algunos, sí hay un antes y un después de los atentados. Primero, porque los catalanes han visto que no están solos y que España entera les respalda y apoya en situaciones difíciles como esta. Desde el jefe del Estado, presidente del Gobierno y ministros, presidentes de Comunidades Autónomas y un importante número de partidos políticos han querido estar con los barceloneses en un momento de especial tristeza. Y segundo, porque ven quela enfermiza obsesión por la independencia de máximos dirigentes de Cataluña no sirve para protegerles. Es más, ni siquiera sirve para garantizarles más prosperidad.

Estoy convencido de que Colau está noqueada por los atentados y de que su nula capacidad de gestión hace que ahora no tenga la cabeza fría para actuar de forma responsable.

Existen personas, adoctrinadas desde hace tiempo, que incluso compran ese discurso de "España nos roba", pero no están dispuestos a renunciar a la seguridad, a una mejor protección, a más coordinación frente a amenazas globales, como es el caso del terrorismo yihadista. Pues no todo vale por el sueño de un Estado independiente catalán. Es un precio muy caro que solo los extremistas del independentismo, y sus dirigentes, que viven de ello, están dispuestos a pagar.

Estoy convencido de que Colau está noqueada por los atentados y de que su nula capacidad de gestión hace que ahora no tenga la cabeza fría para actuar de forma responsable y, por lo tanto, sigue en su línea de hacer el ridículo. Es natural que, en cierto modo, haya perdido el norte, pues tras llevar meses permitiendo que se criminalice a los turistas de la ciudad, se encuentra con un atentado que precisamente se ha llevado por delante a los visitantes que eligieron Barcelona para pasar sus vacaciones.

Puigdemont, a su vez, no necesita perder la cordura. Él solito ha demostrado que va hacia el suicidio político. Así pues, es muy difícil analizar su comportamiento si uno intenta hacerlo desde puntos de vista razonables o sensatos. Si alguien quiere anticiparse a sus acciones, lo más fácil es pensar qué sería lo más inteligente, y tener en cuenta que el presidente de la Generalitat hará justo lo contrario. Por eso, creo que acabará convocando elecciones en Cataluña. Pues si fuera sensato, vería que han perdido muchísimos apoyos, que el PDeCAT está tremendamente debilitado y que ERC ya busca pactos sin contar con ellos y además les vencerá de forma humillante. Lo lógico es mantener la presidencia hasta recomponerse del desgaste político que está sufriendo. Como eso es lo lógico, él hará precisamente lo contrario.

El sábado quedó claro que para los golpistas catalanes era más importante lucir sus banderas esteladas y mostrar su odio a España y a los españoles que honrar a las víctimas, a los equipos de emergencia y a los cuerpos y fuerzas de seguridad. No fueron a decir 'no' al terrorismo, fueron a mostrar al mundo su forma primitiva de actuar, así como su falta de respeto y educación. Yo no me arrepiento de haber ido y me quedo con lo positivo, los millones de catalanes que no quisieron participar de la encerrona independentista y que saben que existen problemas mucho más importantes que el afán por defender el territorio.