Por qué los hombres mandan fotos de penes sin que se las pidan

Por qué los hombres mandan fotos de penes sin que se las pidan

Si no lo harían por la calle, ¿por qué lo hacen por internet?

Cuando John* tenía poco más de 20 años solía sentarse en su habitación, solo, en su cama, para enviar por internet fotos de penes a mujeres que no se las habían pedido. "No estoy seguro de poder explicar bien por qué lo hacía", dice, pensando en las veces que lo hizo y que no ha vuelto a hacer. "Me parecía tan excitante que algo se apoderaba de mí. No lo pensaba mucho. Sólo lo hacía".

El hecho de que personas adultas intercambien imágenes sexuales no es un fenómeno nuevo, pero hay pruebas de que se está viviendo un aumento de lo que se conoce como cyberflashing: enviar fotos de penes a través de AirDrop en iPhone o de otras redes sociales. No hay demasiados datos, pero las estadísticas sugieren que hasta un 41% de mujeres ha recibido imágenes que no habían solicitado: el 46% era menor de 18 cuando las recibió por primera vez.

Laura Thompson, investigadora en este área en la City University de Londres, describe el cyberflashing como el equivalente digital de ponerse en plena calle en una esquina con una gabardina puesta (y nada debajo). Pero parece que los hombres que lo hacen no equiparan su comportamiento con un delito de exhibición indecente.

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Richard*, que piensa que sólo el 30% de las fotos que ha enviado a mujeres se las habían pedido, compara su compresión de la situación a la de un animal inconsciente. "Un gato lleva a su casa un ratón muerto como 'regalo' a sus dueños", ilustra. "El gato piensa que está haciendo algo bueno, pero a sus dueños no les suele gustar".

Algunos atribuyen esta desconexión deliberada a la continua ambigüedad legal en torno al cyberflashing. En Reino Unido, por ejemplo, muchos diputados abogan por una ley que legisle específicamente contra este comportamiento.

Pero, ¿tiene que ser ilegal para que la gente entienda que moralmente no está bien? Esta actitud no sólo muestra a los hombres como emocionalmente desfasados, sino que también ignora que las mujeres no quieren que se les envíen imágenes sexuales. He hablado en numerosas ocasiones de lo que estas fotos hacen sentir a las mujeres, y de los pasos que tienen que seguir para protegerse de ello, sabiendo que en Twitter hay montones de mujeres que expresan su frustración; sólo tienes que buscar tuits con la frase 'AirDrop dick pics'.

Según un sondeo de YouGov de principios de este año, un amplio porcentaje de quienes envían estas fotos entiende que las receptoras no las quieren: el 46% de los hombres que admitió haber enviado fotos de penes pensaba que a la mujer le parecería angustiante, y el 44% pensó que la mujer lo encontraría amenazante. Aun así, las mujeres siguen recibiendo estas fotos.

Peter Saddington, consejero de la ONG Relate, afirma: "En cierto sentido, hay alguna semejanza con las parejas donde hay maltrato físico. La sociedad, y las propias mujeres, denuncian que no es aceptable, pero los hombres siguen haciéndolo".

Sean* culpa a la frustración sexual de su decisión de enviar estas fotos a mujeres. Acababa de salir de su primera relación seria y quería ser más sexualmente activo, así que empezó a usar aplicaciones para ligar. Cuando las mujeres acababan las conversaciones online de forma 'prematura' —es decir, demasiado pronto pasa su gusto—, él atacaba.

"Muchas veces estaba tan impaciente que, si no recibía respuesta de ellas, les enviaba fotos de penes", dice. "Mi lógica en esa época era: bueno, si ya han perdido su interés no tengo nada que perder".

Como a muchas mujeres no les gusta esto, el propósito explícito [de los hombres] es 'hala, que se joda'. El objetivo es ofender...

La coach de relaciones Michelle Zelli, que trabaja con parejas y hombres solteros, asegura que muchos de sus clientes que han hecho cyberflashing carecían de empatía; hombres que sienten que sus propias necesidades sexuales superan los sentimientos de las receptoras de esas fotos.

Un reciente informe de la Comisión de Mujeres e Igualdad del Gobierno británico, que pedía una nueva ley para frenar este abuso, reconoce que este tipo de acoso nace del concepto de poder y privilegio masculino, y que algunos hombres lo aceptan. Algunas personas con las que hablé para este artículo admitieron que los hombres saben que es inaceptable, pero les da igual.

"Los hombres saben que a las mujeres no les suele gustar que les envíen penes si no lo han pedido", apunta Charlie*. "Les da igual. Tienen la mentalidad de: 'Si le gusta, genial. Si no, que se joda'. Y como a muchas mujeres no les gusta, su propósito explícito es 'hala, que se joda'. El objetivo es ofender".

John, que pasó un tiempo enviando estas fotos, explica que para algunos hombres cualquier tipo de reconocimiento (aunque sea malo) es mejor que ser totalmente ignorados. "Es como si se ignora a un niño que está pintando las paredes o a un cachorrito que muerde cosas para llamar la atención", ejemplifica.

  Una reportera del 'HuffPost' recibió 120 fotos de penes sin pedirlas.

De los hombres que compartieron sus pensamientos y experiencia con la edición británica del HuffPost —recibimos más de 100 respuestas por correo electrónico y redes sociales—, Simon fue de los pocos que admitió que el carácter tabú de enviar estas fotos hacía la experiencia aún más placentera. "Aumenta la ansiedad y la adrenalina porque es un concepto bastante tabú, y además conlleva un riesgo mínimo si eso es lo único que revelas. A algunas personas les divierte causar incomodidad".

Thompson dice que esta explicación se parece a la que dan algunas investigaciones: la intimidación es un motivo clave para enviar imágenes no solicitadas, aunque no todos los hombres lo reconozcan como tal.

"Una mujer mantuvo un intercambio online bastante desagradable con un hombre cuando este le envió la foto de su pene erecto al lado de un cuchillo. Era una amenaza, y además sexualizada: equiparaba su pene con el cuchillo como un arma, como algo con el potencial de herir", señala.

Aunque Thompson reconoce que esto está en el extremo del espectro, para ella juega un papel en la lógica los cyberflashers; se sienten con derecho a echarse encima de alguien, y si eso resulta amenazante es una preocupación secundaria.

Otros hombres con los que hablamos seguían argumentando que la intimidación no era en absoluto su intención, y que se trata de una cuestión de ignorancia; la sociedad está complicando la forma de abordar el sexo y las relaciones entre hombres y mujeres. Alex*, por ejemplo, afirma que la definición de flirteo no resulta del todo clara, y que los hombres están confusos sobre lo que es y no es aceptable.

"[Todo es] muy confuso, como poco, y lo peor es que a veces puede ser contradictorio", apunta. "Confía en ti y da un paso al frente. No seas asqueroso. No nos hables de forma casual en el bus. Sé claro desde el principio con tus intenciones. El consentimiento siempre es necesario. Que te pregunten antes de besarte da bajón. El que la sigue la consigue. Los gestos grandiosos resultan desesperados y raros. Las grandes muestras de cariño son adorables. Y así hasta el infinito".

Una mejor legislación podría contribuir a aclarar más las cosas. Hace un par de meses, la Comisión británica de Mujeres e Igualdad publicó un informe sobre el acoso a mujeres y niñas en el que se pedía una nueva ley en esta área. No obstante, la diputada Maria Miller, presidenta de la comisión, añade que lo que se necesita es también un cambio cultural. "Debemos confrontar ciertas verdades incómodas sobre nuestra sociedad y las actitudes de algunos hombres. Los abogados solos no pueden resolver la aceptación cultural del acoso sexual", afirmó al publicar el informe.

"El Gobierno tiene que ser más puntero a la hora de tratar cómo la tecnología facilita el acoso sexual, en lugar de ir siempre a la carrera para ponerse al día con las formas en las que los atacantes acosan sexualmente a mujeres y niñas".

*Los nombres de este artículo han sido modificados para mantener el anonimato de los entrevistados.

Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano