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España pierde el trono con la siesta: en un país asiático es 'obligatoria' desde hace siglos

España pierde el trono con la siesta: en un país asiático es 'obligatoria' desde hace siglos

Todo se debe al legado español. 

Un hombre durmiendo en una cama, acurrucado en una almohada suave.Getty Images

Aunque solemos pensar que la siesta es una tradición puramente española, lo cierto es que uno de los países donde más se practica hoy en día está a más de 11.000 kilómetros de distancia. Se trata de Filipinas, donde el descanso tras el almuerzo sigue siendo casi un imperativo social.

Durante más de 300 años, Filipinas fue parte del vasto imperio español. De aquella época quedó mucho más que iglesias, fiestas religiosas o palabras en castellano incrustadas en las lenguas locales. También quedó el hábito de parar tras la comida, cerrar los ojos un rato y dejar que el cuerpo se relaje.

Más de 125 años después de que España perdiera su colonia en el Pacífico, la siesta sobrevive con fuerza en el día a día de muchas comunidades filipinas, especialmente en zonas rurales o lejos del frenético ritmo de las grandes ciudades como Manila o Cebú.

Una pausa sagrada 

En provincias como Ilocos, Pampanga o Bohol, es habitual ver a estudiantes, agricultores, trabajadores y funcionarios tomándose una pausa tras el almuerzo. Incluso en pequeñas empresas y negocios familiares, la siesta no solo está permitida, sino que se incentiva como parte del bienestar laboral.

A pesar de que la posterior ocupación estadounidense trató de eliminar esta costumbre, considerándola improductiva, la siesta resistió el empuje del pragmatismo anglosajón y siguió ocupando un lugar privilegiado en la rutina diaria filipina. Como ocurre con otras tradiciones heredadas de la etapa colonial, la siesta fue adaptada, resignificada y finalmente integrada en la identidad local.

Un patrimonio cultural no tan español

Mientras que en España la siesta se ha vuelto una costumbre cada vez menos habitual, debido a los horarios partidos o la falta de conciliación, en Filipinas sigue viva. Allí, este breve pero revitalizante descanso se valora mucho. 

Junto a la siesta, los filipinos han conservado y reinterpretado otras muchas costumbres españolas: el gusto por almorzar tarde, los bailes tradicionales, las fiestas patronales o incluso la gastronomía. Platos como la “paelya” o el adobo local, si bien adaptados a los ingredientes del Sudeste Asiático, recuerdan el largo mestizaje que hubo entre España y Filipinas.