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La época en la que se podían encontrar monedas con forma de jamón serrano

La época en la que se podían encontrar monedas con forma de jamón serrano 

Era un producto digno de estatus y exquisitez.

La época en la que se podían encontrar monedas con forma de jamón serrano 

Era un producto digno de estatus y exquisitez.

La época en la que se podían encontrar monedas con forma de jamón serrano 

Era un producto digno de estatus y exquisitez.

La época en la que se podían encontrar monedas con forma de jamón serrano 

Era un producto digno de estatus y exquisitez.

La época en la que se podían encontrar monedas con forma de jamón serrano 

Era un producto digno de estatus y exquisitez.

Jamón Serrano tradicional español a la venta en el mercadoGetty Images/iStockphoto

Considerado un manjar desde la Antigüedad, el jamón tiene raíces históricas que se remontan a los pueblos celtas y la Hispania romana cuya técnica de salazón permitió que este producto se consolidara como una exquisitez atemporal, sobreviviendo incluso a la caída del Imperio Romano y perpetuándose a lo largo de los siglos.

Este producto símbolo de calidad y tradición tan representativo de España, tiene sus primeras referencias escritas en la época romana, donde ya era considerado un manjar digno de los paladares más exigentes. Ya en el siglo I a.C., el historiador griego Estrabón elogiaba la calidad excepcional de los jamones ibéricos.

Los romanos reconocieron rápidamente el valor de este manjar y lo incorporaron a su dieta, convirtiéndolo en un símbolo de estatus y exquisitez. Además, las excavaciones arqueológicas en Tarraco han desvelado el consumo de jamón ibérico hace más de 2.000 años.

Un homenaje al cerdo ibérico

Durante la época romana, su valor trascendió la mesa para convertirse en un icono digno de acuñarse en monedas. En el periodo de los emperadores Augusto y Marco Vipsanio Agripa, se hicieron monedas que representaban este codiciado producto. Estos objetos, más allá de su función económica, reflejaban el aprecio de la sociedad romana por el jamón ibérico, considerado un lujo reservado para ocasiones especiales, como banquetes y celebraciones de la élite.

La idea de monedas con formas curiosas, como la de jamón, no era tan rara en el mundo romano. En algunos casos, medallas en forma de animales, incluidos cerdos, se utilizaban como distintivos militares. Esto destaca la importancia del cerdo ibérico y sus derivados, no solo como alimento, sino como un símbolo cultural y económico.

Considerado un manjar desde la Antigüedad, el jamón tiene raíces históricas que se remontan a los pueblos celtas y la Hispania romana cuya técnica de salazón permitió que este producto se consolidara como una exquisitez atemporal, sobreviviendo incluso a la caída del Imperio Romano y perpetuándose a lo largo de los siglos.

Este producto símbolo de calidad y tradición tan representativo de España, tiene sus primeras referencias escritas en la época romana, donde ya era considerado un manjar digno de los paladares más exigentes. Ya en el siglo I a.C., el historiador griego Estrabón elogiaba la calidad excepcional de los jamones ibéricos.

Los romanos reconocieron rápidamente el valor de este manjar y lo incorporaron a su dieta, convirtiéndolo en un símbolo de estatus y exquisitez. Además, las excavaciones arqueológicas en Tarraco han desvelado el consumo de jamón ibérico hace más de 2.000 años.

Un homenaje al cerdo ibérico

Durante la época romana, su valor trascendió la mesa para convertirse en un icono digno de acuñarse en monedas. En el periodo de los emperadores Augusto y Marco Vipsanio Agripa, se hicieron monedas que representaban este codiciado producto. Estos objetos, más allá de su función económica, reflejaban el aprecio de la sociedad romana por el jamón ibérico, considerado un lujo reservado para ocasiones especiales, como banquetes y celebraciones de la élite.

La idea de monedas con formas curiosas, como la de jamón, no era tan rara en el mundo romano. En algunos casos, medallas en forma de animales, incluidos cerdos, se utilizaban como distintivos militares. Esto destaca la importancia del cerdo ibérico y sus derivados, no solo como alimento, sino como un símbolo cultural y económico.

Considerado un manjar desde la Antigüedad, el jamón tiene raíces históricas que se remontan a los pueblos celtas y la Hispania romana cuya técnica de salazón permitió que este producto se consolidara como una exquisitez atemporal, sobreviviendo incluso a la caída del Imperio Romano y perpetuándose a lo largo de los siglos.

Este producto símbolo de calidad y tradición tan representativo de España, tiene sus primeras referencias escritas en la época romana, donde ya era considerado un manjar digno de los paladares más exigentes. Ya en el siglo I a.C., el historiador griego Estrabón elogiaba la calidad excepcional de los jamones ibéricos.

Los romanos reconocieron rápidamente el valor de este manjar y lo incorporaron a su dieta, convirtiéndolo en un símbolo de estatus y exquisitez. Además, las excavaciones arqueológicas en Tarraco han desvelado el consumo de jamón ibérico hace más de 2.000 años.

Un homenaje al cerdo ibérico

Durante la época romana, su valor trascendió la mesa para convertirse en un icono digno de acuñarse en monedas. En el periodo de los emperadores Augusto y Marco Vipsanio Agripa, se hicieron monedas que representaban este codiciado producto. Estos objetos, más allá de su función económica, reflejaban el aprecio de la sociedad romana por el jamón ibérico, considerado un lujo reservado para ocasiones especiales, como banquetes y celebraciones de la élite.

La idea de monedas con formas curiosas, como la de jamón, no era tan rara en el mundo romano. En algunos casos, medallas en forma de animales, incluidos cerdos, se utilizaban como distintivos militares. Esto destaca la importancia del cerdo ibérico y sus derivados, no solo como alimento, sino como un símbolo cultural y económico.

Considerado un manjar desde la Antigüedad, el jamón tiene raíces históricas que se remontan a los pueblos celtas y la Hispania romana cuya técnica de salazón permitió que este producto se consolidara como una exquisitez atemporal, sobreviviendo incluso a la caída del Imperio Romano y perpetuándose a lo largo de los siglos.

Este producto símbolo de calidad y tradición tan representativo de España, tiene sus primeras referencias escritas en la época romana, donde ya era considerado un manjar digno de los paladares más exigentes. Ya en el siglo I a.C., el historiador griego Estrabón elogiaba la calidad excepcional de los jamones ibéricos.

Los romanos reconocieron rápidamente el valor de este manjar y lo incorporaron a su dieta, convirtiéndolo en un símbolo de estatus y exquisitez. Además, las excavaciones arqueológicas en Tarraco han desvelado el consumo de jamón ibérico hace más de 2.000 años.

Un homenaje al cerdo ibérico

Durante la época romana, su valor trascendió la mesa para convertirse en un icono digno de acuñarse en monedas. En el periodo de los emperadores Augusto y Marco Vipsanio Agripa, se hicieron monedas que representaban este codiciado producto. Estos objetos, más allá de su función económica, reflejaban el aprecio de la sociedad romana por el jamón ibérico, considerado un lujo reservado para ocasiones especiales, como banquetes y celebraciones de la élite.

La idea de monedas con formas curiosas, como la de jamón, no era tan rara en el mundo romano. En algunos casos, medallas en forma de animales, incluidos cerdos, se utilizaban como distintivos militares. Esto destaca la importancia del cerdo ibérico y sus derivados, no solo como alimento, sino como un símbolo cultural y económico.

Considerado un manjar desde la Antigüedad, el jamón tiene raíces históricas que se remontan a los pueblos celtas y la Hispania romana cuya técnica de salazón permitió que este producto se consolidara como una exquisitez atemporal, sobreviviendo incluso a la caída del Imperio Romano y perpetuándose a lo largo de los siglos.

Este producto símbolo de calidad y tradición tan representativo de España, tiene sus primeras referencias escritas en la época romana, donde ya era considerado un manjar digno de los paladares más exigentes. Ya en el siglo I a.C., el historiador griego Estrabón elogiaba la calidad excepcional de los jamones ibéricos.

Los romanos reconocieron rápidamente el valor de este manjar y lo incorporaron a su dieta, convirtiéndolo en un símbolo de estatus y exquisitez. Además, las excavaciones arqueológicas en Tarraco han desvelado el consumo de jamón ibérico hace más de 2.000 años.

Un homenaje al cerdo ibérico

Durante la época romana, su valor trascendió la mesa para convertirse en un icono digno de acuñarse en monedas. En el periodo de los emperadores Augusto y Marco Vipsanio Agripa, se hicieron monedas que representaban este codiciado producto. Estos objetos, más allá de su función económica, reflejaban el aprecio de la sociedad romana por el jamón ibérico, considerado un lujo reservado para ocasiones especiales, como banquetes y celebraciones de la élite.

La idea de monedas con formas curiosas, como la de jamón, no era tan rara en el mundo romano. En algunos casos, medallas en forma de animales, incluidos cerdos, se utilizaban como distintivos militares. Esto destaca la importancia del cerdo ibérico y sus derivados, no solo como alimento, sino como un símbolo cultural y económico.

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

Sobre qué temas escribo

Tengo el privilegio de escribir sobre una amplia variedad de temas, con un enfoque que abarca tanto actualidad como estilo de vida. Escribo con la intención de contarte historias que te interesen y ofrecerte información que hagan tu vida un poco más fácil.


Te ayudo a no caer en estafas, te doy consejos de salud y cuidado personal, además de recomendaciones de destinos para tu próximo viaje.


Mis artículos son un surtido de historias curiosas, viajes, cultura, estilo de vida, naturaleza, ¡y mucho más! Mi objetivo es despertar tu curiosidad y acompañarte con lecturas útiles y entretenidas.

  

Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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