El pueblo de Galicia que concentra una buena cantidad de lápidas sin nombre
Más de quinientas losas labradas sin inscripción.
En Noia, la ría y las calles empedradas parecen conservar el latido de siglos pasados: soportales, casas góticas y cruceiros dibujan un casco histórico donde el mar y la memoria se entrelazan. Desde las antiguas rutas jacobeas por la ría hasta los mitos fundacionales, esta villa marinera de A Coruña está repleta de rincones que invitan a ser descubiertos, aunque si por algo es popular esta región es por un detalle un tanto peculiar.
En el interior sombrío y de piedra de la iglesia gótica de Santa María A Nova, junto al viejo cementerio que mira a la ría, cientos de laudas sepulcrales esperan en silencio. Más de quinientas losas labradas sin nombre ni fecha, con motivos que van desde tijeras y anclas hasta mazos y escudos, forman una colección única que arranca en la Edad Media y se prolonga hasta el siglo XIX.
Convertida hoy en espacio museístico, la iglesia reúne la que muchos describen como la mayor y más relevante colección de lápidas gremiales de Europa, por su volumen y estado de conservación. Las piezas, conocidas como laudas, no siempre llevan inscripción, ya que en la cultura gremial medieval bastaba con grabar herramientas o símbolos que identificaran el oficio del difunto. De esta forma, unas tijeras reconocían a un sastre, un ancla un marinero y un mazo y un cincel a un cantero.
Sobre la iglesia gótica
El edificio que acoge estas lápidas tan peculiares data del siglo XIV y fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1973. La iglesia fue erigida originalmente sobre un cementerio más antiguo, para después adaptarse como museo, hasta el día de hoy que Santa María A Nova funciona como un archivo abierto a la calle y al visitante donde la iconografía tallada en piedra reconstruye hábitos, oficios y jerarquías de varios siglos.
A la sobriedad de las laudas interiores se suman los cruceiros y sarcófagos que rodean el templo. Entre los elementos del conjunto sobresale el Cristo do Humilladoiro, un cruceiro del siglo XVI bajo templete, y el retablo barroco policromado del siglo XVIII que contrasta con la severidad de las losas. Junto a las fachadas, el antiguo camposanto sigue mostrando más piezas talladas que testimonian un pasado colectivo muy vivo.
Además de por su patrimonio arquitectónico, Noia destaca por su relación con Santiago de Compostela. Según recoge La Razón, la villa recibió en 1168 la Carta Puebla que la consolidó como burgo y le valió el sobrenombre de “Portus Apostoli”, puerta marítima hacia la tumba del Apóstol Santiago. De esta forma, Noia se convirtió en una extensión marítima del Camino y hoy muchos peregrinos evocan esa ruta al recorrer la Ría de Muros-Noia.
Por otro lado, el casco histórico, declarado Conjunto Histórico-Artístico, mantiene calles porticadas, casas señoriales y la atmósfera de una villa marinera que celebra cada verano su Feria Medieval, cuando el centro se puebla de juglares, puestos y recreaciones históricas. Para quienes buscan una historia tangible. Santa María A Nova ofrece una visita en la que la piedra cuenta lo que las palabras no dejaron escrito.