Un niño o una niña que es acosado y maltratado en la infancia está condenado, en muchísimos casos, a vivir con secuelas que condicionan el resto de su vida. Una realidad a la que se condena también a aquellas jóvenes y adultas que son maltratadas cruelmente por sus parejas. Muchos viven en secreto, por vergüenza o por pudor, el acoso al que son sometidos. Una realidad que, en muchas ocasiones, desconocen hasta sus propias familias.