Menos de un tercio del dinero prometido para Gaza ha llegado un año después de la ofensiva de Israel

Menos de un tercio del dinero prometido para Gaza ha llegado un año después de la ofensiva de Israel

AFP

Hace un año que Gaza casi no aparece en los titulares. Otro conflicto olvidado cuando callan las bombas, la artillería, los cohetes. Hace un año que Israel iniciaba la Operación Margen Protector, la más sangrienta ofensiva contra la franja palestina desde Hamás se hizo con el poder en la zona, en 2007.

Pasado este tiempo nada ha cambiado. Los muertos no vuelven, ahí están apiñados en una de las zonas más hacinadas del planeta, y los supervivientes malviven entre los escombros del desastre. Es la misma escena que el pasado verano, la que copaba portadas e informativos. No ha habido el más mínimo atisbo de mejora. Pero Gaza se ha olvidado. Está fuera de la agenda internacional.

¿Te acuerdas de lo que pasó? No fue un drama menor. Según los datos oficiales de Naciones Unidas, 2.262 palestinos murieron a manos del Ejército de Israel, que atacó desde el aire, desde el mar y -de forma crudísima- también con una ofensiva terrestre. De ellos, más de 1.500 eran civiles inocentes y desarmados y, entre ellos, había además 551 niños, como Ismail, Ahed y Zakariyah, los menores asesinados cuando jugaban al fútbol ante la playa del hotel Al Deira. 305 mujeres murieron, igualmente. En lado israelí, casi cinco millones de ciudadanos estuvieron sometidos al asedio de los cohetes de las milicias islamistas. Finamente, murieron 71 personas, de las que 66 eran soldados alcanzados por cohetes o morteros de Hamás. El resto eran civiles y, entre ellos, había un niño de cuatro años. Destacar la desproporción es una perogrullada.

NI UNA CASA REHABILITADA

En Israel, el alto el fuego indefinido alcanzado por las partes 51 días después de aquel 8 de julio hizo que volviera el statu quo habitual. En Gaza no. En la devastada franja quedó un agujero profundo del que no sale, 365 días después. Hablan los números de la ONU: ni una sola casa de las casi 18.000 que quedaron absolutamente destrozadas ha sido hoy levantada de nuevo. Ni siquiera se ha parcheado lo suficiente como para hacerlas habitables. Nada. hay otras 6.000 viviendas que hoy siguen teniendo daños importantes, pero a las que las familias han vuelto porque no tienen dónde ir. El riesgo de derrumbe o de accidente es claro.

La Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU en Palestina (OCHA) explica en un informe que hoy Gaza tiene 100.000 personas desplazadas, del casi medio millón que en su momento tuvo que escapar de casa por las bombas. De ellos, 300.000 se cobijaron en escuelas de la UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos -porque, hay que recordarlo, con guerra o sin ella 800.000 de los 1.5 millones de habitantes de la franja ya son permanentemente refugiados, personas que escaparon de sus hogares por la guerra con Israel en 1948 y sus descendientes-. Los desplazados están en casas de familiares, en pisos alquilados o en chabolas a medio levantar.

¿Por qué no se han reconstruido estas viviendas aún? Básicamente, por dos razones: falta dinero e Israel mantiene el bloqueo de Gaza -impuesto en 2007 como castigo a Hamás y que es, denuncian los principales organismos internacionales, un castigo colectivo, en el fondo-. La OCHA constata que menos del 1% de los materiales de construcción que se necesitan para reedificar la franjan han podido entrar en este año. "Técnicamente, con ese porcentaje tan exiguo, la reconstrucción podemos decir que no ha empezado", resume una fuente de esta oficina en Jerusalén.

MENOS DE UN TERCIO DEL DINERO

Pasada la ofensiva, con grandilocuencia y golpes en el pecho, las potencias internacionales se reunieron en Egipto para recaudar fondos para Gaza, en un ejercicio de buenismo que no ha pasado de las palabras a los hechos. Entonces se prometieron 5.400 millones de dólares (unos 4.900 millones de euros) para Gaza y algún añadido en los otros territorios palestinos (Cisjordania y el este de Jerusalén). De los 3.500 destinados por completo a la franja han llegado unos mil, indica el Ministerio de Economía palestino. La mayoría, abundan fuentes de este departamento, es dinero puesto por Qatar, esto es, los gobiernos occidentales casi no han soltado nada aún, denuncian.

Absolutamente todas las facetas esenciales, rutinarias, de la vida de Gaza siguen sumidas en la guerra, aunque no caiga nada del cielo. Porque, más allá de los desplazados, los gazatíes siguen teniendo no más de ocho horas de electricidad al día, después de que Israel atacase la única central que seguía en activo, aún a medio reparar. El 90% de la población carece de agua potable, ya que no hay ni luz ni combustible que ponga en marcha la depuración o la desalación imprescindibles. Un 73% de la población vive con inseguridad alimentaria. Vivir enjaulado, sin poder salir, sin empleo (el paro es del 43% y el juvenil sube al 60), y hasta sin luz y sin agua.

Falta mucho más. Si no ha habido reconstrucción de viviendas privadas, ha sido mínima y por supuesto insuficiente la emprendida, tímida, en colegios y centros médicos. 216 escuelas fueron alcanzadas por los disparos, más 17 hospitales, 56 ambulatorios, 45 ambulancias. Hasta el único centro para rehabilitación es hoy, todavía, una montaña de escombros.

LA CRISIS MÉDICA

El doctor Abu Rayan Ziara, un joven cirujano que no descansó ni un día atendiendo a los herido en Gaza capital, explica sombrío las consecuencias de todo aquello. "De los 11.000 heridos civiles que hubo, mil eran niños que ahora tienen minusvalías permanentes. No hay ni prótesis ni medicamentos que alivien su dolor. Prácticamente se han duplicado las muertes de madres en el parto o en las horas siguientes al parto. Se han disparado los partos prematuros, los abortos... Ahora no hay desabastecimiento de medicamentos, es verdad, ni del esencial material desechable, pero llegan personas con traumatismos mal atendidos que han generado males crónicos, gente que no pudo llegar a un hospital y aguantó, o casos de maltratadas. Ahora hay más. El hacinamiento en las casas de vecinos o familia y la frustración aumenta la violencia. Y más de 85.000 niños han recibido ayuda psicosocial, y cuando digo "psico" digo que tienen miedos, pesadillas, introversión, que mojan la cama o pegan a sus padres", se duele.

Pierre Krähenbühl, al frente de UNRWA, es rotundo: "Hoy Gaza sufre las mismas condiciones que generaron la contienda del 2014: desesperación, miseria y falta de dignidad", pero todo "agravado".

En este último tuit explica que justo la primera familia va a recibir ayuda a la reconstrucción. "Poco, tarde, lento", apostilla uno de los trabajadores de su organismo en la franja. Por eso llaman a una "acción política decidida" que levante la zona y dignifique a su pueblo.

No es el dinero solo, decíamos, es el bloqueo. El acuerdo de alto el fuego se prometía muy feliz: apertura de pasos fronterizos con Israel para civiles y comercio, incluso en Rafah, frontera con Egipto; ampliación de la zona de pesca a 20 millas -estaba a 3 entonces, hoy a 6, un minúsculo balón de oxígeno-; el debate posterior para reconstruir el puerto y el aeropuerto de Gaza.... Nada de esto, denuncia UNRWA, se ha cumplido. También las milicias han disparado menos de una decena de cohetes en este tiempo contra Israel -la mayoría no por obra de Hamás sino de milicias salafistas o próximas al Estado Islámico-, pero la violación del acuerdo por Israel y el mantenimiento del cerco lo sufren todos los habitantes. Ha habido en este año algunos permisos más de salida a Israel, sobre todo para comerciantes, y han salido pequeñísimas exportaciones de fruta y verdura (penino, fresas), camino de Cisjordania. Nada significativo.

"Crisis había el año pasado y crisis, clara, hay hoy, y son los civiles como siempre los que pagan el precio más alto", dice el informe de OCHA, firmado por Robert Piper, su coordinador.

Farah Gazan, la tuitera de 16 años que en 2014 se hizo mundialmente famosa ahora no cuelga fotos de ambulancias o de su propio rostro asustado. Ahora saca a los jóvenes esperanzados que pintan de color la zona, o explica que va a cumplir su sueño de tocar la guitarra.

Son pequeños gestos, muy pequeños, de una niña optimista y de familia acomodada. Sería precioso decir que ese es el nuevo camino de Gaza. Pero también sería incierto. Los pasos son demasiado cortos aún.

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