El Podemos de Pablo Iglesias: no hay otro

El Podemos de Pablo Iglesias: no hay otro

EFE

Sevi Mora, en el acto de presentación de la Plataforma Ahora celebrado la semana pasada en Madrid apuntó con precisión: "Del 15M podía haber nacido algo bueno... pero surgió Podemos".

Y tal cosa no quiere decir que todo el 15M esté en Podemos o que exista una traslación o traducción exacta o mimética del movimiento ciudadano al partido de Pablo Iglesias, pero sí que, obviamente, aquella revolución surgida desde las calles provocó el surgimiento de un nuevo partido, Podemos, el cual provocó, a su vez, un terremoto político en el panorama político nacional cuyas consecuencias definitivas no hemos vivido aún, sino más bien todo lo contrario: en los próximos meses es posible que todo vaya a cambiar. Es decir, todo está abierto. Y tal expresión de Sevi Mora señala algo que se está asentando con fuerza en la opinión pública española y en una mayoría... social: Podemos ha defraudado... incluso a quienes no esperaban gran cosa de ellos.

No sé si pudo surgir un partido distinto al partido que hoy dirige y controla a la vieja usanza Pablo Iglesias, o si al menos parte de aquella rebeldía social pudo encauzarse en opciones igual de radicales pero más institucionales y mejores... pero es el que hoy tenemos en las distintas instituciones, algunas de las cuales incluso gobierna. Es pues éste el Podemos que debemos analizar, más allá de que existan supuestamente otros Podemos en la sombra... o de que existieran en su momento. Lo que pudo ser ya no tiene sentido analizarlo, porque nunca lo será: por ejemplo, un Podemos jacobino que se enfrentara a los nacionalismos que pretenden romper el Estado, que, al parecer, haberlo lo hubo en sus inicios, especialmente en algunas partes de España. De aquellos polvos... hoy, millones de huérfanos políticos. Y vuelta a empezar.

Es el Podemos de Pablo Iglesias que antepone la publicidad y la propaganda al trabajo institucional que, con seriedad, dedicación y eficacia debe hacerse en los parlamentos: buena política, se llama. Mejor dicho, el Podemos al que lo que le importa es más aparentar que ser, más dejarse ver y amagar hacer que hacer de verdad y hacerlo bien. El Podemos circense, demagógico e histriónico. El bravucón, chulesco, faltón, ególatra y vanidoso. El Podemos obtuso, obnubilado y obsesionado que dirige sus miradas al PSOE, el sorpasso, el liderazgo de la oposición... en lugar de centrarse en España y en los españoles, con propuestas radicales si se quiere, pero constructivas, regeneradoras, progresistas y rompedoras. El Podemos capaz de montar paripés escénicos, enfrentamientos que no cuelan, poses forzadas y discursos ensayados hasta el ridículo... ese que no representa ni siquiera a una mayoría de sus votantes. El Podemos del que tanto se beneficia el PP, encantado de la vida y de que enfrente no haya nadie. El que acalla a los críticos, tumba candidaturas alternativas, silencia a los disidentes y actúa del modo en que siempre actuaron los partidos viejos. El Podemos que se apoya en regímenes siniestros, apoya la dictadura venezolana, coleguea con los terroristas de aquí y defiende una disparatada política internacional. El Podemos presuntamente laico que entrega premios a la Virgen. El que abraza la foralidad vasca, los derechos históricos, los privilegios económicos y el Concierto Económico: ese que propone que los más pobres financien a los más ricos, habrase visto. El Podemos que prefiere las lociones a las mociones de censura que propongan algo mejor que lo poco que tenemos y lo mucho que padecemos. El Podemos que abraza a los nacionalismos en cualquier parte de España y antepone la identidad a la igualdad en lugar de defender el interés general, el bien común y la unidad ciudadana... que es lo que debería hacer cualquier izquierda digna de tal nombre. El Podemos que representa la izquierda reaccionaria frente a la izquierda progresista que tantos millones de españoles echamos de menos.

El Podemos que desgraciadamente es; frente al que pudo ser y no fue.