Greta y Leonor

Greta y Leonor

Dos niñas en el ojo del huracán que representan dos modelos bien distintos.

Leonor y Greta

En 1879 se produjo la Riada de Santa Teresa, una catástrofe climática avant la lettre que asoló la huerta murciana y dejó cientos de víctimas. A algunas hubo que sacarlas del mar. Aquello generó la primera ola global de solidaridad gracias al empuje de Emile Zola, Víctor Hugo y muchos de los grandes nombres de la cultura y el pensamiento mundial, como Richard Wagner o Edouard Manet. Uno de los testimonios de aquel antecedente cíclico de la DANA fue el periódico París-Murcie que reunía dibujos, textos y firmas desde el papa al emperador.

En aquellos días de octubre se acercó a Murcia el rey Alfonso XII y para así poder ser retratado junto a los huertanos por el grabador Juan Comba para la Ilustración Hispano Americana. El monarca, de uniforme, parece poder sanar solo con el contacto de sus manos, como un taumaturgo, el dolor de la gente. Cuenta la leyenda, que debe ser cierta, que en Nonduermas, una pobre mujer que había perdido todo dijo “pobretico, cómo se ha puesto las botas de barro”. En esa frase se encuentra la historia de un pueblo en la relación con sus reyes.

Dos niñas que merecen, de entrada, un enorme respeto por ser niñas.

Ayer llegó a Lisboa una niña de 16 años en un catamarán. Ha dejado de estudiar y se ha convertido en un símbolo global. Al bajarse pronunció un pequeño discurso sin papeles en el que se preguntó quién estará del lado correcto de la historia. Tan sencillo, tan claro, tan oportuno. Greta sabe qué decir porque dedica su vida a una causa emocionante en la que cree con toda la infinita potencia de su adolescencia.

Hace unos meses otra niña de 14 años leía unos folios en Oviedo. Fue un discurso escrito por la Casa Real en el que dijo cosas que casi nadie puede recordar porque estaba escrito formalmente para eso, para ser un trámite ornamental en una entrega de premios. Leyó sin una gran soltura pero algunos se emocionaron porque se atrancó pocas veces en su lectura. Dos niñas en dos lados opuestos de la historia, el cambio y la continuidad.

Dos niñas como símbolos de la generación que crece en medio de un huracán que podría destruir la vida tal y como la conocemos. Dos niñas que merecen, de entrada, un enorme respeto por ser niñas. De ellas se debe hablar con un cuidado absoluto.

Sin embargo Leonor es tabú y a Greta se la puede mancillar de la forma más miserable. Miles de odiadores la ven como un bicho raro y hablan con un disimulado desprecio en redes, con una conmiseración que Greta ignora porque es una actitud despreciable. Ayer un homínido decía que su presencia en Madrid hará subir el precio de los puticlubs. Otro gorila la parodiaba de una manera cruel, con la crueldad propia de las personas que no tienen cerebro ni sentimientos. Otros dicen que es un instrumento en manos de poderes enormes, que no es más que una marioneta. Esos mismos no se preguntan qué poderes hay detrás de Leonor. Eso sí son poderes, la verdad.

Son dos niñas en el ojo del huracán que representarán dos modelos bien diferentes. Greta es el cambio necesario en un mundo a la deriva. Leonor es la pervivencia de un mundo ancestral

Nuestro país sigue lamentándose de cómo se le pusieron de barro las botas a Alfonso XII. Cuando se habla de Leonor se dice siempre “pobre niña, no puede hacer tantas cosas como quisiera”.  Desde la Corona se ha hecho prevalecer el mito de que los ricos también lloran. Se piensa que la niña no puede hacer muchas cosas, que vive en una jaula de oro sin libertad y el pueblo ha comprado esa falacia. La niña hace lo que quiere ateniéndose a las estrictas reglas familiares que le garantizan vivir como ningún otro niño español. Un niño que no puede hacer muchas cosas es el amigo chino de mi hijo que trabaja en la tienda de sus padres con 10 años porque es el único que habla bien español. Una niña que no puede hacer muchas cosas es la otra amiga que nunca ha veraneado, ni ella ni su hermanita. Otro niño que no puede hacer muchas cosas es el hijo de un empleado de supermercado que no ve a su padre más que los domingos. Leonor no, a ella se le ha creado un mundo paralelo con una infinita extensión de kilómetros para que sus amigas vayan y poder alejarse del otro mundo real, que también es suyo, en el que tiene muchos más privilegios y libertades que ningún otro niño de este país o de ningún otro.

Sin embargo Leonor es tabú y a Greta se la puede mancillar de la forma más miserable.

Son dos niñas en el ojo del huracán que representarán dos modelos bien diferentes. Greta es el cambio necesario en un mundo a la deriva. Ella quiere salvar el mundo, gritará, se hará ver. Ha hecho de sí misma un modelo y su entrega a ese modelo es total, muy por encima de su propia vida. Detrás tiene una familia que lo ha consentido, que está dispuesta a sufrir su alejamiento porque sabe que vive para su causa. 

Leonor es la pervivencia de un mundo ancestral, no quiere que cambie nada porque en este mundo ella reina. Ella no gritará, no dirá nada. Ella no toma decisiones, se intentará que pase desapercibida y se la mostrará solo en actos sociales. Detrás tiene una familia a quien debe su futuro reinado, a su padre a su abuelo, a Alfonso XIII y a Isabel II. Su realidad es que será reina por descender de Fernando VII. 

Las dos niñas tiene mucho detrás, eso es cierto.