"Frente al ruido que generan los medios conservadores, los datos sonríen hoy a España y dejan sin argumentos a los agoreros", dice tras la previsión del FMI.
La Gran Coalición ha dado luz verde al tratado neoliberal de la Unión Europea con Canadá en el Parlamento Europeo. Pero la jornada de movilizaciones vividas ayer en Bruselas y Estrasbugo contra este acuerdo ha sido excepcional, a pesar del último intento por desinflarlas de visibilidad al cambiar la fecha y lugar de votación con un mes de antelación. Ayer más que nunca, la sociedad civil ha vuelta a dar una lección. ¿Por qué tanta gente nos hemos posicionado en contra?
El flamante ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, ha dicho que aumentar la participación privada en AENA está sobre la mesa, o sobre las pistas. Ahora nos inundarán con el discurso de que Europa así lo exige, y que aunque no nos demos cuenta, es bueno para la salud de la nación. Pero la historia reciente de nuestro país demuestra que estas privatizaciones acordes al dogma neoliberal no hacen sino debilitar al Estado y mermar su capacidad para asegurar una mayor igualdad social.
Las muertes en el Mediterráneo y los refugiados agolpados en improvisados campos en Grecia trasmiten una imagen bien distinta a las estadísticas o los números de acogida: la de una Europa superada o desbordada ante la llegada de los refugiados que realmente esconde una crisis del régimen europeo sobre el control de las fronteras que ha saltado por los aires.
El feminismo no es cosa del pasado, como piensan algunas nuevas generaciones de mujeres, que luego se dan de bruces con una sociedad que las prostituye, las maltrata física y psíquicamente, las devuelve al hogar, en la que las tasas de paro femenino triplican las masculinas, ganan un 30% de media menos que los hombres y suma y sigue.
La idealización de esa cosa llamada normalidad ha perdido popularidad, al son del desprestigio de megainstituciones dueñas de la norma como la Iglesia. El mundo se llenó de colores nuevos, se abrió el espacio a la creatividad y a la diversidad. Sin embargo, va emergiendo un nuevo malestar: el terror a ser común y corriente, uno más.
La defensa de un servicio público es una posición política. No existe ninguna obligación legal de privatizar un servicio por parte de ninguna entidad local, regional o nacional, dejando a un lado los servicios en red privatizados por la UE. Reivindicar lo nuestro es adoptar posiciones contundentes de defensa del interés público ante las intenciones de saqueo de los grandes grupos transnacionales en connivencia con los irresponsables e ineficientes equipos de gobiernos locales.
El TTIP daría más poder (y beneficios) a las multinacionales, y a sus socios en política, en detrimento de los derechos de la gente de la calle, de las generaciones futuras y del medio ambiente. Estamos ante un intento de quebrar el contrato social nacido tras la Revolución Francesa, donde "todos los poderes emanan del pueblo", por un "todos los poderes emanan de las empresas". Las multinacionales están redactando su propia Constitución.
"A los economistas heterodoxos no hay quien os entienda... Esos jóvenes que salen en la tele hablan con gran seguridad y soltura. Pero tú lo único que me dices es que Ciudadanos son unos neoliberales sin corazón. Y añades que la frase no es tuya", me dijo ayer mi abuela.
Sin empleo digno ni dignidad en el trabajo, sin reformas democráticas, sin una lectura profunda y severa de las tremendas lecciones de esta crisis, no habrá recuperación para una mayoría que ha perdido tanto en el manejo de la crisis -el trabajo, la vivienda, la confianza y hasta la esperanza- que no será recuperada hasta que no se la convoque para escucharla y actuar en consecuencia.
Esta es nuestra economía de mercado, cada vez menos social. Es un régimen que incrementa la desigualdad, además de que los ciudadanos son privados de derechos laborales y prestaciones sociales básicas para tener una vida no ya digna, sino sencillamente acorde con la dignidad humana.
Ser de izquierdas, sin embargo, es mucho más que apoyar al partido de turno. La izquierda no se ha descalabrado: sólo lo han hecho aquellos que dicen representarla. Y te preguntarás, si los partidos de izquierdas no son de izquierdas, ¿qué es ser de izquierdas?