Hay un pueblo en el que está prohibido morirse
Una medida insólita pero respaldada por las autoridades locales.

En todo el mundo existen normativas tan insólitas que dejan boquiabierto a cualquiera. Por ejemplo, en Singapur está prohibido mascar chicle para mantener las calles limpias y en Venecia quien alimente a las palomas se arriesga a una grave multa. Si piensas que esto es raro, en varios rincones del mundo las autoridades locales han promulgado normas que prohíben la muerte dentro de sus límites geográficos.
Lejos de tratarse de caprichos, estas son medidas motivadas por razones prácticas, ya sean sanitarias, demográficas o religiosas, que revelan la creatividad de algunos alcaldes y guardianes del patrimonio. Hoy hablamos de tres pueblos alrededor del planeta donde, literalmente, está “vetado” morir.
Longyearbyen (Svalbard, Noruega)
A más de 1.500 kilómetros del Polo Norte se alza Longyearbyen, la localidad habitada más septentrional de la Tierra. En este pueblo del Ártico está prohibido morirse desde hace más de 70 años, según establece una ley de 1950. Desde entonces, se clausuraron los cementerios municipales tras descubrir que las temperaturas son tan extremas que hacen que los cuerpos nunca se descompongan, pudiendo propagar virus y ocasionar epidemias.
Desde entonces, el índice de mortalidad es cero. Esto se debe a que los habitantes de Longyearbyen están obligados a emigrar antes de fallecer. Para minimizar riesgos, los enfermos terminales y ancianos con pronóstico de muerte inminente deben ser evacuados hacia la Noruega continental.
Sellia (Calabria, Italia)
Con poco más de 550 habitantes censados, este pueblo de la toscana italiana aprobó una ordenanza en 2015 que prohibía a sus ciudadanos enfermar y, por ende, morir. Una normativa cuanto menos peculiar teniendo en cuenta que el 60% de su población eran ancianos con más de 75 años. ¿La razón detrás de esto? El miedo a la despoblación, ya que en 1960 contaba con 1.300 vecinos, casi el triple que ahora.
La norma obliga a los residentes a someterse a un chequeo médico al año, quienes no lo hagan verán incrementados sus impuestos. Lejos de aplicarse a la fuerza, la medida busca concienciar sobre la prevención y mantener viva la población, un planteamiento que ya ha registrado más de cien citas médicas desde su promulgación.
Itsukushima (Miyajima, Japón)
El santuario sintoísta de Itsukushima da un paso más allá de estas normativas. En este espacio sagrado está prohibido tanto el nacimiento como la muerte desde 1878, con el fin de mantener la pureza del lugar. Por ello, en la isla no existen ni cementerios ni hospitales, sino que las embarazadas y los enfermos graves deben trasladarse al continente.
Lanjarón y Darro (Granada, España)
En España tampoco faltan ejemplos de normativas del estilo. En 1999, el alcalde de Lanjarón, José Rubio, decretó una norma que prohibía a sus 3.870 habitantes morirse, tras quedarse el cementerio local desbordado. Una medida que causó tanto impacto que llegó a las páginas del New York Times. No obstante, a la semana un vecino de 91 años incumplió la normativa y, al ser amigo del alcalde, pudo ser enterrado en el cementerio sin sanción alguna, marcando el devenir de los sientes casos de muerte.
Tres años más tarde, en el cercano municipio de Darro, en 2002 su alcalde emitió un bando municipal titulado literalmente “Prohibido morirse”, obligando a los habitantes a evitar sus últimos suspiros dentro del casco urbano. Con estas curiosas medidas, ambas localidades se suman a la lista de poblaciones que ponen la muerte fuera de sus fronteras.