Por supuesto que un exitoso hombre de negocios puede ser un gran estadista, como puede serlo un sindicalista, un militar o un profesor. Pero ninguno de ellos sería un buen estadista, ni siquiera un buen presidente, si creyera que aplicando sus exitosos métodos sindicalistas, militares o pedagógicos sería la clave para gobernar un país. Eso es miopía y tarde o temprano la realidad nos pasa por encima.
2012 ha sido una historia distinta en la que Obama no debería haber ganado dado el contexto económico. Ganó gracias a una campaña de excelencia y un adversario perdido en la negacion de la ciencia en todos los sentidos.
Lo bueno para Obama es que va a empezar un nuevo mandato con unas expectativas mucho más razonables que hace cuatro años, cuando su promesa de "cambio" generó una esperanza febril de que todo iba a cambiar. Estas expectativas irreales han pesado como una losa durante su primer mandato. Ahora que ya se han templado.
Es cierto, no lo ha hecho como lo esperábamos. Ni acabó con el desempleo, ni mejoró la economía... siguió además, atado de manos, favoreciendo a grupos de poder e intereses privados más allá de sus promesas de campaña del 2008. Si Romney pierde, el mundo gana.
En el último debate entre ambos candidatos, Obama describió en tres zarpazos la voluntad de Romney: volver a la política exterior de los años 80 (el republicano había dicho que Rusia es la mayor amenaza para EE.UU.), a las políticas sociales de los 50 (especialmente contra los derechos de las mujeres), y las políticas económicas de la década de los 20 (las que hicieron posible el crac bursátil del 29 y la posterior Gran Depresión).
Aunque parece que las encuestan indican que Obama está en camino de ganar en Ohio, el resultado final no está nada claro porque, al contrario que en Irán y Rusia, aquí en EE UU no se sabe cuál puede ser el impacto cuantitativo de la supresión del voto electoral.
Pase lo que pase el próximo 6 de noviembre, ésta es la última campaña de Barack Obama. Si es elegido, será presidente cuatro años más, pero nunca volverá a ser candidato a la Casa Blanca. Al día siguiente de las elecciones, empezará a dibujarse una nueva era sin él.