La nueva ley de inmigración danesa acabará mal para todos

La nueva ley de inmigración danesa acabará mal para todos

El Gobierno danés se arriesga a que aumenten las amenazas de terrorismo en su país. Al intentar establecerse como una mala opción para los posibles solicitantes de asilo, el Gobierno se olvida de la lección que aprendió en 2006: una mala publicidad para Dinamarca puede ser motivo de movilización para los yihadistas.

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COPENHAGUE (Dinamarca) - Antes de la crisis de las caricaturas de 2005 y 2006, que se produjo cuando un periódico danés publicó una serie de dibujos del profeta Mahoma, el nombre de Dinamarca no sonaba demasiado en Oriente Medio y el norte de África. Durante los numerosos viajes de investigación que realicé antes de la crisis, solía toparme con preguntas del tipo "¿Dinamarca? ¿Esa no es la capital de Oslo?".

Por ejemplo, los egipcios se referían a Dinamarca como "el país del queso" (balad al-gibna, de broma, haciendo referencia a los productos lácteos daneses que se exportaban a esa región. También les divertía asociar Dinamarca con una comedia en la que el protagonista es un actor egipcio de gran fama, Adel Imam, y cuya trama gira en torno a una rubia danesa ligera de ropa. También me encontré con unos cuantos aficionados al fútbol que eran capaces de nombrar a más jugadores daneses o árabes de los que yo mismo conocía. Aparte de eso, nadie sabía nada sobre Dinamarca.

La crisis de las caricaturas lo cambió todo. Inmediatamente Dinamarca empezó a formar parte del lugar común de los árabes y de Oriente Medio y lo tacharon de uno de los países más xenófobos e islamófobos de toda Europa.

Tanto si nos parece justo como si no, la opinión que tiene Oriente Medio sobre Dinamarca se sigue viendo afectada por esta experiencia. Los empresarios, el servicio de inteligencia y el servicio exterior de Dinamarca son conscientes de ello. Durante los últimos diez años, han trabajado para arreglar y reconstruir la imagen danesa, que tan dañada quedó en 2006. Por ejemplo, en el departamento de servicio exterior, el reciente programa de reforma regional que dirigí en El Cairo de 2008 a 2011 tuvo que reducir su plan de reformas para centrarse en la diplomacia pública y las actividades de diálogo.

La crisis de las caricaturas no solo supuso un desafío para la imagen de Dinamarca en Oriente Medio; además, la hizo parecer más débil a ojos de países con los que normalmente se compara. Esta asociación con la xenofobia y la islamofobia europea tuvo graves consecuencias en la capacidad de diplomacia internacional de Dinamarca y en su exposición al terrorismo internacional. Desde 2006, cada nuevo Gobierno se ha visto obligado a lidiar con esta debilidad estructural mediante la diplomacia, el mercado y las agencias de seguridad.

Sin embargo, el Gobierno actual no ha logrado gestionarla: desde que llegó al poder hace siete meses, ha creado deliberadamente la imagen de una Dinamarca líder en políticas anti-inmigrantes con el objetivo de desalentar a los refugiados para que no busquen asilo en Dinamarca. Ha emitido anuncios de carácter disuasorio en los medios de comunicación libaneses, ha desafiado la aplicabilidad de convenciones internacionales de regulaciones de refugiados y, recientemente, ha promulgado una muy controvertida y simbólica ley anti-inmigración. En Dinamarca y otros países, el éxito de este tipo de imágenes negativas ha generado duras críticas, ha dividido al electorado y ha provocado una caída en picado sin precedentes de los partidos de la oposición socialdemócrata que apoyaban al Gobierno.

Pero eso no es todo. Aparte de los innumerables costes humanos que esta nueva ley impondrá a los solicitantes de asilo en Dinamarca -en particular, la separación de hasta tres años de padres e hijos y la requisa de objetos personales de valor-, el Gobierno ha descuidado tres aspectos fundamentales que se aprendieron amargamente con la crisis de las caricaturas de 2006, pero que ahora parecen haber caído en el olvido.

Un Estado pequeño con mucha personalidad

Una de estas lecciones que se aprendieron fue que Dinamarca es y siempre será un Estado pequeño. Da igual lo mucho que a los estadounidenses les guste nuestro estilo escandinavo, la crisis de las caricaturas demostró que las relaciones que entablaron con Washington los gobiernos sucesivos no pueden traducirse en un elemento disuasorio en el ámbito de la política internacional. La crisis nos demostró que si metemos las narices donde no nos llaman y cometemos errores diplomáticos, podemos convertirnos fácilmente en el objetivo de las políticas nacionales e internacionales de países mucho más poderosos.

Al contrario de lo que se dice en los medios de comunicación daneses, lo que inició la crisis no fue el hecho de imprimir esas caricaturas ni ese estúpido viaje que hizo un grupo de imanes daneses poco preparados. La crisis tomó forma cuando una serie de figuras políticas de Oriente Medio y de otros lugares se aferraron a la movilización popular que el Gobierno danés les ofreció en bandeja de plata.

El entonces primer ministro y después alto mandatario de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, se negó a reunirse con un grupo de embajadores que tenían la intención de expresar su profunda preocupación por lo que percibían como un aumento de la islamofobia en los medios de comunicación daneses, presentando el caso del profeta Mahoma como el caso más reciente. A partir de ahí, el conflicto adquirió una nueva dimensión internacional.

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Un grupo de manifestantes corean consignas en contra de Dinamarca frente a la embajada danesa en Yakarta (Indonesia). 2006.

Los líderes políticos y demás figuras importantes de los medios de comunicación de Oriente Medio, aquellos controlados por el Estado o que apoyaban a los gobiernos, se sirvieron de este error diplomático, basado en un punto de vista muy cerrado del ámbito nacional danés. ¿Cómo era posible que el líder de un pequeño país europeo se negara incluso a hablar con los embajadores que representaban a algunos de los países más importantes de Oriente Medio?

Desde ese momento, la crisis se convirtió en una bola de nieve que cada vez se hacía más grande. Ciertos países de Oriente Medio como Egipto, Irán y Siria dieron importancia al tema y llevaron a cabo campañas y protestas. Se propagó por los partidos en la oposición de otros países de la región, y esto complicó aún más los intentos por parte de Dinamarca de frenar el problema. También se contagió en Al Qaeda, alimentando el riesgo creciente de violencia política y terrorismo tras las expediciones militares danesas en Irak y Afganistán. Y llegó a los consumidores de Oriente Medio, lo que se tradujo en uno de los peores casos de boicot de consumo y en daños graves en los intereses comerciales de Dinamarca en Oriente Medio.

No importaba que el primer ministro no pudiera haber intervenido para evitar que se publicaran esas caricaturas ni aunque hubiera querido. No importaba que los dibujos franceses, igual de presuntuosos, también se publicaran en otros periódicos europeos. Lo que importaba era que este caso estaba consiguiendo movilizar al pueblo y que, desde la perspectiva de Oriente Medio, era una situación prácticamente sin riesgos porque solo se trataba de un pequeño país europeo. Después de todo, es mucho más fácil organizar y llevar a cabo un conflicto internacional con Dinamarca que hacerlo con potencias como Francia, Alemania o Estados Unidos.

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Camas preparadas en un centro para refugiados en Passau (Alemania)

Actualmente, con la crisis de los refugiados, el Gobierno danés ha ignorado todas las lecciones que podía haber aprendido de la crisis de las caricaturas: desde los límites de capacidad de disuasión del país hasta la profunda relación existente entre las políticas interiores danesas y el resto del mundo. Hasta ahora, la crisis de los refugiados ha tenido una dimensión europea y occidental más amplia. Desgraciadamente, es probable que no siga siendo así. Aunque es poco probable que se dé una situación que tenga lugar en el mismo marco de la crisis de las caricaturas, el problema actual podría tener consecuencias más notables en la política, la seguridad y el comercio de Oriente Medio.

Esa probabilidad surge de la presencia continua de condiciones clave en las políticas de las potencias de Oriente Medio, las mismas potencias que hace diez años dirigieron la crisis de las caricaturas. Los regímenes siguen siendo débiles e ilegítimos. Los yihadistas siguen en guerra contra Dinamarca y Occidente y los negocios siguen necesitando tener una apariencia ética.

Diez años después de la crisis de las caricaturas, los regímenes de Oriente Medio siguen enfrentándose a un apoyo popular crónicamente bajo. Un factor clave de esta crisis de 2006 fue la necesidad que presentaban los regímenes autocráticos débiles de movilizar un apoyo popular interno (o al menos de evitar que lo consiguieran antes sus rivales). En este caso, las caricaturas fueron suficiente para ganar apoyos y movilizar al pueblo. Mediante varias campañas de desprestigio y de desvinculación, estos países se presentaron como protectores del profeta, del islam y de una buena causa.

A muchos les pareció extremadamente hipócrita. En Oriente Medio se trata peor a los musulmanes que en Dinamarca. Pero eso no era importante entonces y tampoco lo es ahora. Durante un Consejo de Derechos Humanos de la ONU, varios enviados de las potencias de Oriente Medio, entre ellas Arabia Saudí e Irán, reprendieron a Dinamarca por su opinión sobre los inmigrantes y los extranjeros. Resulta difícil creer que esta reprimenda fuera motivada por una necesidad real de proteger los derechos humanos y los derechos de los inmigrantes musulmanes y los refugiados en Dinamarca.

En lugar de eso, parece probable que tales críticas surgieran porque la publicidad está al servicio de las agendas políticas. Los regímenes de Oriente Medio buscan lidiar con su escasa legitimidad política haciendo el papel de guardianes de la moralidad pública. Igual que pasó en 2006. Es hipócrita, pero la política es así.

Estos regímenes participan activamente en disputas de poder continuas con sus vecinos y en la búsqueda del dominio regional, una dinámica que se ve alimentada por la batalla entre Arabia Saudí e Irán. Estos países necesitan posicionarse para ganar ventaja política y apoyo interior o, por lo menos, asegurarse de que sus competidores no lo consiguen.

La decisión del Gobierno danés de enviar un mensaje rotundo a los posibles solicitantes de asilo, junto con la narrativa existente sobre la xenofobia y la islamofobia, no tiene en cuenta las amenazas que puede suponer para la propia Dinamarca. Esa demostración en la conferencia de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) -donde Egipto, Irán y Arabia Saudí, entre otros, señalaron a Dinamarca por su trato a los inmigrantes y refugiados- sugiere que puede que al menos algunos regímenes de Oriente Medio estén intentando reivindicar su legitimidad política al acusar a Dinamarca.

Una batalla continua contra el terrorismo

Otra lección importante que se puede sacar de la crisis de las caricaturas es el hecho de que la xenofobia danesa alimentara la movilización yihadista. Desde 2006, los yihadistas de Oriente Medio, y particularmente Al Qaeda, han puesto a Dinamarca en el punto de mira. Como Dinamarca se convirtió en un representante simbólico de la islamofobia europea para la nueva percepción popular árabe, los yihadistas consideraban a Dinamarca como un objetivo interesante para su yihad: años después de la crisis de 2006, varios periodistas, editores y dibujantes daneses tuvieron que vivir con protección policial y a algunos se les llegó a intentar asesinar. Aunque se creía que la amenaza de terrorismo global en Dinamarca había disminuido en la última década -un avance que sirvió de ayuda para que se retiraran las tropas danesas de Irak y Afganistán-, ha resurgido recientemente.

Hace menos de un año, un terrorista danés que había mostrado su complicidad con el llamado Estado Islámico atacó y asesinó a varias personas en el centro de Copenhague. Gran parte de la propaganda del ISIS aborda quejas reales e imaginarias de los grupos minoritarios de musulmanes presentes en Europa.

Al igual que ocurre con el resto de amenazas terroristas europeas, el aumento del riesgo en Dinamarca parece estar relacionado con la participación de Dinamarca en la coalición militar internacional en contra del Estado Islámico presente en Siria, un factor que puede haber contribuido a un aumento del riesgo debido al despliegue de fuerzas danesas en Mali en favor de la estabilización de las áreas del norte del país.

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Un hombre frente al consulado danés en llamas en Beirut (Líbano), durante una violenta manifestación en contra de las caricaturas de Mahoma. 2006.

Por supuesto, no hay nada que indique que los grupos yihadistas de Oriente Medio buscan preservar el bien de los refugiados. ISIS continúa amenazando a todos los que abandonan su territorio, algo que hacen la mayoría de los refugiados.

Pero la historia de la lucha activa por parte del Gobierno danés para limitar la afluencia de solicitantes de asilo procedentes de países de mayoría musulmana tiene un papel más importante en la narrativa heredada de la crisis de las caricaturas, que señala a Dinamarca como el país europeo más islamófobo. Este discurso resultó clave en la movilización yihadista que tuvo lugar a partir de 2006. Hay razones para temer que los intentos de bloquear la entrada de solicitantes de asilo por parte de Dinamarca y Europa se interpreten como otro capítulo más en las políticas imperialistas y colonialistas que Europa está llevando a cabo, de acuerdo con los yihadistas. Según esta visión del mundo lo único que se puede esperar es que los refugiados de Oriente Medio reciban rechazos en vez de bienvenidas; que los derechos universales no sean tan universales y solo se apliquen a blancos, cristianos o europeos.

Por eso, el Gobierno danés se arriesga a que aumenten las amenazas de terrorismo en su país. Al intentar establecerse como una mala opción para los posibles solicitantes de asilo, el Gobierno se olvida de las lecciones que aprendió en 2006: una mala publicidad para Dinamarca puede ser motivo de movilización para los yihadistas. Desde una perspectiva de política de seguridad, la imagen que ha dado el Gobierno de su país -una imagen de un Estado que no conviene ni a inmigrantes ni a refugiados de Oriente Medio- les hace un flaco favor.

Negocio y ética

Por último, la crisis de las caricaturas demostró a las empresas danesas que los consumidores y los empresarios de Oriente Medio también compran guiándose por la ética. Aunque los empresarios comparten la habilidad de los autócratas y de los terroristas de mirar hacia otro lado cuando alguien viola los derechos humanos, la crisis nos enseñó que, cuando sus negocios se ven amenazados, su resistencia se desploma. Y es probable que esta situación siga siendo así. Al igual que hace 10 años, las empresas danesas activas en Oriente Medio siguen teniendo la necesidad de posicionarse correctamente en el ámbito de la moral pública y de la ética de negocios. En esta dura competición por acercarse a los consumidores de Oriente Medio, existe una necesidad continua de movilizar a los compradores y se consigue de la misma manera que en Dinamarca: manteniendo la imagen de los empresarios moral y éticamente limpias.

Algunos de los numerosos boicots a los negocios daneses que tuvieron lugar durante y después de la crisis reflejaron un enfado real por las caricaturas o por cómo llevó el asunto el Gobierno danés. Pero otros fueron motivados por la imagen: no era conveniente que a alguien se le relacionara con Dinamarca, una marca de islamofobia.

En su esfuerzo por tomar una posición de liderazgo simbólico entre los países europeos que actualmente exigen unas políticas migratorias más duras, el Gobierno danés ha olvidado muchas lecciones importantes que aprendió durante la crisis del 2006.

En definitiva, estas políticas de refugiados no son solo cuestionables desde el ámbito ético, también son potencialmente perjudiciales para el crecimiento y la diplomacia de Dinamarca y pueden contribuir al aumento de las amenazas de los yihadistas en Dinamarca y en más lugares del mundo.

Este post fue publicado originalmente en 'The World Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.

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