María, joven trabajando como jefa de azafatas de yate en Tenerife: "Me han regalado oro, paquetes de vacaciones, el Rolex que llevo puesto"
Sus clientes más habituales son millonarios de todas las nacionalidades.

Los yates de lujo se han convertido en uno de los símbolos más evidentes del poder adquisitivo extremo: auténticos palacios flotantes que no solo sirven para viajar, sino también para exhibir estatus, exclusividad y una forma de vida reservada a muy pocos. Tras sus cubiertas relucientes se mueve una industria discreta y altamente especializada, donde profesionales como María hacen posible que la opulencia y el servicio impecable naveguen juntos.
Con apenas unos años de experiencia en la náutica de alto nivel, María se ha convertido en jefa de azafatas en algunos de los yates más exclusivos que recalan en Canarias. Su trabajo la ha llevado a atender a fortunas internacionales, desde empresarios estadounidenses hasta miembros de casas reales de Oriente Medio. Actualmente trabaja para un millonario árabe, de la familia real, a bordo de una embarcación de grandes dimensiones.
"Hay oro por todos lados, baños de oro, diamantes, cuadros bastante caros...", cuenta María al reportero del programa Apatrullando. El yate en el que opera tiene 140 metros de eslora, y a su cargo tiene la coordinación del servicio, la atención directa a los huéspedes y la gestión de un equipo que debe cumplir ciertos estándares. Para ella, cada jornada supone mantener un nivel de excelencia absoluto, donde la discreción, la perfección en los detalles y la disponibilidad permanente son tan importantes como el lujo que rodea a los pasajeros.
Unas propinas de escándalo
El salario base refleja ese nivel de exigencia: alrededor de 8.000 euros mensuales, una cifra muy por encima de la media del sector servicios. Sin embargo, es en las propinas donde el empleo alcanza cifras difíciles de imaginar. “Me han regalado oro, paquetes vacacionales, el Rolex que llevo puesto que puede valer entre 10.000 y 12.000 euros”, cuenta María sobre las gratificaciones de su trabajo.
En uno de los alquileres de corta duración que su empresa oferta, un “charter” especialmente intenso, la tripulación llegó a repartirse más de 12.000 euros de propina en metálico tras apenas seis días de navegación. Una cifra que ilustra el nivel económico de los clientes y que, aunque no es lo habitual, refleja hasta qué punto este sector puede ofrecer recompensas muy por encima de la media cuando el servicio cumple las expectativas de la élite que lo contrata.
Más allá del glamour, María subraya que el trabajo exige disciplina, jornadas largas y una disponibilidad casi total durante las travesías. Aun así, una cosa está clara, y es que Tenerife ofrece una oportunidad única para quienes buscan abrirse camino en la industria del lujo flotante: buen clima todo el año, infraestructuras portuarias modernas y una creciente presencia de yates de gran tamaño.
