6 cosas que las personas tímidas nos pueden enseñar sobre el éxito

6 cosas que las personas tímidas nos pueden enseñar sobre el éxito

Donald Iain Smith via Getty Images

Es muy probable que a todos nos haya dado un ataque de timidez alguna vez en nuestras vidas, ya sea porque hemos ido a una fiesta en la que no conocíamos a nadie o porque hayamos intentado sobresalir en una entrevista de trabajo. Si te defines como una persona tímida, te aseguramos que no eres el único, pues aproximadamente el 40% de los adultos estadounidenses se siente así.

La timidez suele estar asociada con algunos rasgos negativos como la dificultad para mantener el contacto visual, la sensación de humillación y a veces incluso de desapego. Estas actitudes, características del modus operandi de los tímidos, tienden a afectar a su capacidad para conectar con otras personas, afirma C. Barr Taylor, profesor de psicología en la Universidad Stanford. “Ser tímido puede alejarte de muchas cosas buenas de la vida”, explica a The Huffington Post. “Las personas tímidas se muestran muchas veces reacias [a grandes eventos sociales], pues tienen la necesidad natural de huir de la gente. Por ejemplo, esquivan la mirada cuando estrechan la mano de alguien que se está presentando”.

No obstante, aunque la timidez sea considerada a menudo como algo malo, hay formas de sacarle partido, asegura Taylor. “Tendemos a ‘medicalizarlo’ todo”, explica Taylor, pero “no deberíamos ver la timidez como un problema médico; es un patrón de comportamiento que te hace sentir incómodo, pero es muy común”.

Con el fin de aprovechar el poder de la timidez y empezar a valorar algunas de sus características, todos podríamos aplicar ciertas conductas. Aquí encontrarás seis hábitos muy comunes y algunos consejos con los que aprenderás a explotarlos.

Son muy reflexivos

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Las personas tímidas tienden a reflexionar… bastante. A veces, su mente es incapaz de desconectar. Según el experto, tanto pensamiento no tiene por qué ser algo malo. “La timidez se puede sobrellevar, a pesar de lo que crea la gente”, explica. “No se debería ver como un impedimento o una deficiencia, sino como una forma de reflexión activa en determinadas situaciones”.

Con el progreso de la tecnología, puede que se esté perdiendo el arte de la reflexión y que, en su lugar, nos pongamos en modo multitarea. Sin embargo, la meditación conlleva beneficios. Para empezar, el proceso creativo (que se valora tanto hoy en día) nace en las mentes más soñadoras. La gente reflexiva tiene más capacidad para tomar decisiones bien deliberadas.

Aun así, de acuerdo con Taylor, hay una diferencia clave entre reflexionar y darle demasiadas vueltas a las cosas (y agobiarse), especialmente en determinadas situaciones. Hay gente tímida que se preocupa por un reto o un acontecimiento en particular; el especialista aconseja a estas personas que aborden con calma la situación si empiezan a sentir ansiedad. Si te enfrentas a tus inseguridades, explica Taylor, notarás menos ansiedad. “Nuestro cerebro es increíble; se puede adaptar perfectamente”, afirma. “Si te obligas a encarar una situación que te produce miedo, tendrás la sensación de que puedes hacerlo. Al contemplar esas situaciones [en las que te muestras tímido] como una prueba y después como un logro, podrás superarlas”.

Son muy observadores

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Las personas tímidas se fijan en fragmentos de las conversaciones o en detalles de su alrededor que quizás para otras pasan desapercibidos. Es algo que les puede ser de utilidad en su entorno social, asegura Taylor. “Solo porque seas tímido no significa que no estés al tanto de la realidad social”, explica el especialista. “De hecho, la timidez puede convertirse en un punto fuerte si actúas como el observador del lugar”.

Las personas más reservadas también tienen una mayor capacidad para leer las expresiones faciales de la gente. En un estudio de la Universidad Southern Illinois en Carbondale, los investigadores descubrieron que los individuos en edad universitaria que eran tímidos identificaban mejor las expresiones de tristeza y miedo en comparación con los que no eran tímidos. “Tendemos a darle mala reputación a los tímidos”, contaba la investigadora Laura Graves O’Haver a LiveScience, pero “estaría bien concentrarse en los puntos fuertes”.

Les gusta escuchar

Aunque mucha gente asocia la timidez con el hecho de estar fuera de una conversación, no siempre se da el caso. De hecho, las personas tímidas pueden ser los mejores integrantes de una conversación, ya que están muy pendientes de lo que cada persona del grupo dice. En un estudio detallado sobre el precio de la timidez, los psicólogos Bernardo Carducci y Philip Zimbardo explican que, aunque la timidez pueda echarnos para atrás, la tendencia natural de una persona tímida a absorber las conversaciones puede ser su mayor fortaleza:

Si pueden superar sus propias presiones ante una conversación ingeniosa, las personas tímidas pueden llegar a ser grandes oradores, puesto que prestan mucha atención. (Les cuesta más cuando se espera una respuesta por su parte). De acuerdo con Doreen Arcus, de la Universidad de Harvard, los niños tímidos suelen ser más empáticos. Los padres de los niños que ella analiza le cuentan que “incluso en la infancia, ya daban muestras de sensibilidad, empatía y escucha. Parece que hacen muy buenos amigos, que les son leales y les valoran mucho”. Ya de niños, en la amistad tiene que haber alguien que hable y alguien que escuche.

Se preocupan por lo que otras personas piensen de ellos

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A veces, las personas tímidas se sienten tan incómodas en reuniones sociales porque se agobian al pensar que otras personas pueden juzgarlas. A los tímidos les preocupa lo que los demás piensen de ellos, pero, tomándolo con cautela, este aspecto puede llegar a ser positivo. En nuestra cultura parece que es mejor actuar que observar; sin embargo, “el ser conscientes [de lo que la gente de nuestro alrededor piensa] puede sernos de utilidad”, explica Taylor. “Algunas personas incluso se sienten atraídas por la timidez como una forma de autoconciencia”.

Con todo, llega un momento en el que la preocupación por la opinión de los demás puede ser perjudicial, especialmente si la persona tímida ya es de por sí cohibida. Probablemente, el motivo que nos hace preocuparnos por lo que piensan otras personas no sea solo un rasgo de personalidad, sino también parte de la experiencia humana. Al fin y al cabo, agobiarnos por la opinión de la gente activa los sistemas de “recompensa” del cerebro, según una investigación de la Universidad College de Londres y la Universidad Aarhus de Dinamarca.

No paran (y esto solo es una muestra más de su mente inquieta)

Si alguna vez has visto a una persona tímida retorciéndose las manos, crujiéndose los nudillos o moviendo la pierna sin parar, probablemente sea porque está dándole vueltas a algo. Aunque la explicación neurológica a esta inquietud sigue siendo un misterio, algunos estudios han descubierto que los llamados “tics nerviosos” podrían estar ligados a un procesamiento mental.

Karen Pine, profesora de psicología en la Universidad de Hertfordshire que investiga sobre los gestos, explicó al HuffPost Healthy Living que el hecho de que alguien no deje de mover las manos o las piernas puede ser muestra de un alto rendimiento cognitivo. “También hay algo conocido como la hipótesis de la carga cognitiva que sugiere que cuando nos ponemos a pensar en algo complejo o tenemos que resolver algún problema, descargamos una parte de la carga cognitiva mediante el movimiento, dejando así libres los recursos implicados en el proceso mental”, explicaba. “Aunque no puedo afirmar que sea una explicación definitiva, estos descubrimientos sugieren que ese tipo de nerviosismo puede estar asociado con la forma en el que un individuo procesa sus pensamientos y su habla”.

El ser inquietos no solo nos puede ayudar a pensar, sino también a mejorar nuestra salud física, según apuntan algunos estudios. Una investigación publicada por el boletín Medicine & Science in Sports & Exercise descubrió que algunos movimientos como tamborilear los dedos en la mesa pueden contribuir a mantenerte en forma. Un estudio de 2008 reveló que muchas mujeres en forma son inquietas, y pasan más tiempo de pie y andando a lo largo del día.

No siempre son introvertidos; el problema es que les infravaloramos

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A pesar de que a menudo la timidez y la introversión se emplean como sinónimos, no son lo mismo. La sociedad tiende a reprobar la introversión y la timidez; sin embargo, pueden traer algún tipo de beneficio. En un artículo de opinión publicado en The New York Times, la escritora Susan Cain trata la cuestión de la aversión que tiene nuestra cultura hacia estos rasgos de personalidad distintivos, y comenta que muchos consideran la timidez como una enfermedad o un desorden social. La timidez en general no es una enfermedad, explica, sino algo biológico, además de un rasgo que se suele menospreciar:

A todos nos hace un flaco favor, puesto que la timidez y la introversión (o más precisamente, la naturaleza atenta y sensible de la que surgen) no solo son algo normal. También son rasgos valiosos. Pueden llegar a ser fundamentales para la supervivencia de nuestra especie.

[...]

Sin embargo, tanto la timidez como la introversión están infravaloradas en un mundo que premia la extraversión. En clase, los pupitres de los niños se suelen colocar juntos, ya que la participación en grupo supuestamente contribuye a un mejor aprendizaje. Una vez visité una escuela en la que dentro de las “Reglas para el trabajo en grupo” se incluía: “No puedes pedir ayuda al profesor a menos que todos los de tu grupo tengan la misma pregunta”. Muchos adultos trabajan para organizaciones que asignan el trabajo por equipos, dentro de oficinas sin paredes, con supervisores que valoran las “habilidades interpersonales” por encima de todo. En la sociedad, se prefiere la acción antes que la contemplación, el arriesgarse antes que prestar atención, la certeza antes que la duda. Los estudios muestran que consideramos a las personas que hablan con mayor frecuencia y rapidez como más competentes, agradables e incluso más listas que las que son más lentas.

Traducción de Marina Velasco Serrano