Joaquim Matias, agricultor: "Los pequeños agricultores están al borde de la extinción. Cuando llegan los jabalíes, se lo llevan todo"

A sus 72 años y después de más de cuatro décadas dedicadas al campo, Joaquim Matias sigue madrugando cada día para cuidar las 30 hectáreas de maizal plantado en la Quinta do Albergue, una parcela situada a las afueras de Santarém, una región que se encuentra muy cerca de Lisboa. Lo que no se esperaba era acabar compartiendo la explotación con una tropa de jabalíes, cada vez más numerosa y hambrienta. "Antes de que me llamaseis me encontré con unos jabalíes entre el maíz y tuve que espantarlos con ruido”, cuenta al diario regional O Mirante.
A simple vista, los campos parecen verdes y prósperos. Basta con agacharse un poco para descubrir el destrozo que han causado los jabalíes: plantas arrancadas, agujeros tan grandes que parece que ha pasado una excavadora y hasta algunas zonas en las que los animales, directamente, se echan a dormir. Como si aquello fuera un hotel con pensión completa. Joaquim calcula que este año ya ha visto “dos decenas” y que las pérdidas que le han provocado superan el 50%. "No queda ni un campo de maíz intacto. Los jabalíes lo destrozan todo. Es un castigo para los que trabajamos tanto, pero ya ganamos tan poco", se lamenta en el citado medio.
El problema no es nuevo, pero cada vez es mayor. Los jabalíes se refugian en las fincas colindantes que, según Joaquim, se han convertido "en fincas llenas de maleza y basura. Desde ahí pasan a nuestros campos. Desde ahí pasan a sus tierras, sobre todo cuando el maíz está más tierno. “Aquí duermen hasta durante las cosechas, porque tienen comida de sobra. Ya ni se acercan a las trampas ni a las jaulas”, explica con resignación. La caza tampoco es una solución fácil: la cercanía a la ciudad complica las batidas de cazadores y la población de jabalíes sigue creciendo sin freno.
Nacido en Alpiarça, Joaquim trabajó primero como carpintero, después empezó a arrendar fincas en distintos puntos de la región hasta asentarse en las Fontainhas, donde hoy siembra maíz amarillo para pienso. Dice que adora esta vida, pero duda de que pueda seguir cuando acabe su contrato de arrendamiento dentro de dos años. “Yo adoro esta vida, pero los pequeños agricultores estamos al borde de la extinción. No aguantamos todas estas adversidades. Trabajamos solos, con pocos recursos, y cuando llegan los jabalíes se lo llevan casi todo.”
La sensación es amarga: un agricultor veterano que resiste como puede, rodeado de un problema que todos ven pero nadie resuelve. “Ahora empieza a llover y hasta veo sus caminos marcados en las huellas. No hay nada que hacer. Ellos han venido para quedarse y nosotros somos los que vamos a perder si no se hace algo rápido". Mientras tanto, los jabalíes disfrutan de barra libre en pleno Ribatejo y los agricultores hacen cuentas para ver si todavía les compensa seguir sembrando.
