Alarma tras descubrir las condiciones reales detrás de las etiquetas de los huevos de gallinas camperas en los supermercados
Ha sido destapada en Italia.

Las etiquetas que prometen bienestar animal y gallinas felices no siempre cuentan la historia completa. Un reciente informe de la Universidad de Padua y el Instituto Zooprofilattico delle Venezie ha destapado la cara menos amable de la industria del huevo en Italia: bajo la denominación de “gallinas camperas” se esconden, a menudo, sistemas de cría que poco tienen que ver con la imagen idílica de animales correteando al aire libre.
Antonio, propietario de una granja con 30.000 gallinas cerca de Milán, asegura cumplir con los estándares alemanes de bienestar KAT, que exigen espacio, luz natural y prohibición del corte de pico. Pero admite que en su país, “el bienestar animal no vende”. Su granja figura legalmente como de “cría en suelo”, una categoría muy distinta a la de las explotaciones verdaderamente libres. Los datos del estudio son demoledores: casi la mitad de las aves analizadas presentaban lesiones en las patas, un 77% deformaciones en el esternón y un 17% fracturas óseas.
El problema está en los llamados sistemas combinados, una fórmula que permite mantener estructuras de jaulas “enriquecidas” con ligeras modificaciones. Cuando las compuertas están abiertas, las gallinas pueden moverse y el huevo recibe el código 2 —el de “camperas”—, pero cuando se cierran, vuelven a vivir confinadas. En la práctica, muchas granjas nunca abren del todo esas puertas, por lo que las aves permanecen encerradas aunque el envase prometa lo contrario.
El resultado es una paradoja: millones de huevos vendidos como “de gallinas camperas” o incluso “sin jaula” provienen de instalaciones que aún funcionan como jaulas disfrazadas. Y aunque la Unión Europea ha fijado 2027 como fecha límite para eliminar estos sistemas, la transición avanza lentamente y sin demasiada transparencia.
Algunas cadenas, como Lidl, afirman contar con certificaciones externas y evitar este tipo de cría mixta. Sin embargo, la mayoría de las marcas no especifica el tipo de gallinero del que proceden sus huevos, lo que deja al consumidor indefenso ante etiquetas ambiguas. Expresiones como “libres de corral” o “bienestar animal” son, en muchos casos, simples recursos de marketing sin respaldo legal o técnico.
Las menciones más fiables son las que incluyen datos concretos —como la densidad de gallinas por metro cuadrado o auditorías independientes—, aunque su presencia en los envases sigue siendo escasa. La única opción realmente verificable, según los expertos, son los huevos ecológicos (código 0), que deben cumplir requisitos de espacio, trazabilidad y alimentación natural más estrictos.
Criar gallinas con estándares de bienestar reales tiene su precio: un huevo campero ronda los 19 céntimos, mientras que uno ecológico puede llegar a 30. Pero más allá del coste, el informe reabre una pregunta incómoda: ¿sabemos realmente qué estamos pagando cuando elegimos una caja con la imagen de una gallina al sol?
