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El papel higiénico de España que era como una lija y ocultaba una gran mentira en su nombre

El papel higiénico de España que era como una lija y ocultaba una gran mentira en su nombre

Ahora se venden en plataformas de subastas entre 6 y 20 euros.

El papel higiénico de España que era como una lija y ocultaba una gran mentira en su nombre

Ahora se venden en plataformas de subastas entre 6 y 20 euros.

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Ahora se venden en plataformas de subastas entre 6 y 20 euros.

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Ahora se venden en plataformas de subastas entre 6 y 20 euros.

El papel higiénico de España que era como una lija y ocultaba una gran mentira en su nombre

Ahora se venden en plataformas de subastas entre 6 y 20 euros.

Rollos de papel higiénico blanco sobre fondo azul. Concepto de higieneGetty Images

En los años 50, cuando la posguerra aún marcaba el día a día en España, llegó al mercado un producto que se convirtió en un clásico de los hogares. Se trata del famoso papel higiénico "El Elefante". Sin embargo, este rollo de papel escondía varias curiosidades y mentiras bajo su icónico envoltorio de celofán amarillo con un elefante rojo.

La gran confusión es que no se llamaba "El Elefante", sino "Patentado", aunque nadie lo conocía por ese nombre. Su apodo surgió porque el dibujo del animal de color rojo destacaba más que cualquier otra palabra en el envoltorio. Pero la cosa no quedaba ahí ya que en el paquete se indicaba que contenía 400 hojas, cuando en realidad no había ni una sola cortada. De hecho, era una tira interminable de papel, y el usuario tenía que apañárselas para separar los trozos como pudiera.

Sin embargo, lo que más caracterizaba a este producto era el detalle más inolvidable, su textura infernal. Más que un papel higiénico, parecía un papel de lija poco adecuada para las partes más delicadas del cuerpo. Tenía dos caras, una mate y rasposa y otra satinada, ninguna de ellas demasiado apropiada para el propósito del producto.

Antes del papel higiénico

Según cuenta Idealista, el papel higiénico no se popularizó en España hasta después de la II Guerra Mundial. Antes de eso, era un producto de lujo, reservado para las familias más pudientes. La mayoría de los hogares recurrían a soluciones más rudimentarias, como páginas de periódico recortadas

Cuando "El Elefante" llegó a los comercios, no era precisamente mucho mejor que el periódico en términos de suavidad. La empresa Papelera Española, que lo fabricaba, lo vendía por unidades sueltas, ya que la economía del momento no permitía un desembolso en paquetes de seis o doce rollos, como los que hoy en día llenan los supermercados.

Con nombres de animales

Al principio, "El Elefante" reinó sin competencia en el mercado, pero pronto surgieron imitaciones que intentaban aprovechar su éxito. Aparecieron marcas como "El Hipopótamo", que era prácticamente idéntico con el mismo celofán amarillo, el dibujo del animal en rojo y misma ausencia de hojas precortadas. El público se confundía y compraba uno pensando que era el otro.

A la competencia se sumó "El Brontops", un papel fabricado por Papelera de Jaén, cuyo logo mostraba un extraño animal prehistórico, mitad elefante, mitad rinoceronte. Eso sí, el diseño dejaba mucho que desear y, según quienes lo recuerdan, parecía cualquier cosa menos un brontops real.

La fiebre de poner nombre e imágenes de animales en el mercado del papel higiénico continuó con "La Cebra", "El Ciervo", "El Tigre", "La Pantera", "El Mirlo", "El Avestruz" o "El Coyote". Y con el tiempo, los nombres fueron evolucionando hasta adoptar otros más poéticos o infantiles, como "La Amapola", "El Enanito", "Ideal" o "La Pajarita".

Una pieza de colección

A pesar de su dureza –o quizás precisamente por eso–, el papel "El Elefante" ha quedado grabado en la memoria de varias generaciones. Actualmente, algunos nostálgicos han convertido estos rollos en objetos de colección. En plataformas de subastas pueden encontrarse ejemplares originales por precios que oscilan entre 6 y 20 euros. El tiempo ha convertido a este papel áspero y poco adecuado en un símbolo de otra época, un recuerdo de cuando lo básico no era necesariamente lo mejor pero era lo único disponible.

En los años 50, cuando la posguerra aún marcaba el día a día en España, llegó al mercado un producto que se convirtió en un clásico de los hogares. Se trata del famoso papel higiénico "El Elefante". Sin embargo, este rollo de papel escondía varias curiosidades y mentiras bajo su icónico envoltorio de celofán amarillo con un elefante rojo.

La gran confusión es que no se llamaba "El Elefante", sino "Patentado", aunque nadie lo conocía por ese nombre. Su apodo surgió porque el dibujo del animal de color rojo destacaba más que cualquier otra palabra en el envoltorio. Pero la cosa no quedaba ahí ya que en el paquete se indicaba que contenía 400 hojas, cuando en realidad no había ni una sola cortada. De hecho, era una tira interminable de papel, y el usuario tenía que apañárselas para separar los trozos como pudiera.

Sin embargo, lo que más caracterizaba a este producto era el detalle más inolvidable, su textura infernal. Más que un papel higiénico, parecía un papel de lija poco adecuada para las partes más delicadas del cuerpo. Tenía dos caras, una mate y rasposa y otra satinada, ninguna de ellas demasiado apropiada para el propósito del producto.

Antes del papel higiénico

Según cuenta Idealista, el papel higiénico no se popularizó en España hasta después de la II Guerra Mundial. Antes de eso, era un producto de lujo, reservado para las familias más pudientes. La mayoría de los hogares recurrían a soluciones más rudimentarias, como páginas de periódico recortadas

Cuando "El Elefante" llegó a los comercios, no era precisamente mucho mejor que el periódico en términos de suavidad. La empresa Papelera Española, que lo fabricaba, lo vendía por unidades sueltas, ya que la economía del momento no permitía un desembolso en paquetes de seis o doce rollos, como los que hoy en día llenan los supermercados.

Con nombres de animales

Al principio, "El Elefante" reinó sin competencia en el mercado, pero pronto surgieron imitaciones que intentaban aprovechar su éxito. Aparecieron marcas como "El Hipopótamo", que era prácticamente idéntico con el mismo celofán amarillo, el dibujo del animal en rojo y misma ausencia de hojas precortadas. El público se confundía y compraba uno pensando que era el otro.

A la competencia se sumó "El Brontops", un papel fabricado por Papelera de Jaén, cuyo logo mostraba un extraño animal prehistórico, mitad elefante, mitad rinoceronte. Eso sí, el diseño dejaba mucho que desear y, según quienes lo recuerdan, parecía cualquier cosa menos un brontops real.

La fiebre de poner nombre e imágenes de animales en el mercado del papel higiénico continuó con "La Cebra", "El Ciervo", "El Tigre", "La Pantera", "El Mirlo", "El Avestruz" o "El Coyote". Y con el tiempo, los nombres fueron evolucionando hasta adoptar otros más poéticos o infantiles, como "La Amapola", "El Enanito", "Ideal" o "La Pajarita".

Una pieza de colección

A pesar de su dureza –o quizás precisamente por eso–, el papel "El Elefante" ha quedado grabado en la memoria de varias generaciones. Actualmente, algunos nostálgicos han convertido estos rollos en objetos de colección. En plataformas de subastas pueden encontrarse ejemplares originales por precios que oscilan entre 6 y 20 euros. El tiempo ha convertido a este papel áspero y poco adecuado en un símbolo de otra época, un recuerdo de cuando lo básico no era necesariamente lo mejor pero era lo único disponible.

En los años 50, cuando la posguerra aún marcaba el día a día en España, llegó al mercado un producto que se convirtió en un clásico de los hogares. Se trata del famoso papel higiénico "El Elefante". Sin embargo, este rollo de papel escondía varias curiosidades y mentiras bajo su icónico envoltorio de celofán amarillo con un elefante rojo.

La gran confusión es que no se llamaba "El Elefante", sino "Patentado", aunque nadie lo conocía por ese nombre. Su apodo surgió porque el dibujo del animal de color rojo destacaba más que cualquier otra palabra en el envoltorio. Pero la cosa no quedaba ahí ya que en el paquete se indicaba que contenía 400 hojas, cuando en realidad no había ni una sola cortada. De hecho, era una tira interminable de papel, y el usuario tenía que apañárselas para separar los trozos como pudiera.

Sin embargo, lo que más caracterizaba a este producto era el detalle más inolvidable, su textura infernal. Más que un papel higiénico, parecía un papel de lija poco adecuada para las partes más delicadas del cuerpo. Tenía dos caras, una mate y rasposa y otra satinada, ninguna de ellas demasiado apropiada para el propósito del producto.

Antes del papel higiénico

Según cuenta Idealista, el papel higiénico no se popularizó en España hasta después de la II Guerra Mundial. Antes de eso, era un producto de lujo, reservado para las familias más pudientes. La mayoría de los hogares recurrían a soluciones más rudimentarias, como páginas de periódico recortadas

Cuando "El Elefante" llegó a los comercios, no era precisamente mucho mejor que el periódico en términos de suavidad. La empresa Papelera Española, que lo fabricaba, lo vendía por unidades sueltas, ya que la economía del momento no permitía un desembolso en paquetes de seis o doce rollos, como los que hoy en día llenan los supermercados.

Con nombres de animales

Al principio, "El Elefante" reinó sin competencia en el mercado, pero pronto surgieron imitaciones que intentaban aprovechar su éxito. Aparecieron marcas como "El Hipopótamo", que era prácticamente idéntico con el mismo celofán amarillo, el dibujo del animal en rojo y misma ausencia de hojas precortadas. El público se confundía y compraba uno pensando que era el otro.

A la competencia se sumó "El Brontops", un papel fabricado por Papelera de Jaén, cuyo logo mostraba un extraño animal prehistórico, mitad elefante, mitad rinoceronte. Eso sí, el diseño dejaba mucho que desear y, según quienes lo recuerdan, parecía cualquier cosa menos un brontops real.

La fiebre de poner nombre e imágenes de animales en el mercado del papel higiénico continuó con "La Cebra", "El Ciervo", "El Tigre", "La Pantera", "El Mirlo", "El Avestruz" o "El Coyote". Y con el tiempo, los nombres fueron evolucionando hasta adoptar otros más poéticos o infantiles, como "La Amapola", "El Enanito", "Ideal" o "La Pajarita".

Una pieza de colección

A pesar de su dureza –o quizás precisamente por eso–, el papel "El Elefante" ha quedado grabado en la memoria de varias generaciones. Actualmente, algunos nostálgicos han convertido estos rollos en objetos de colección. En plataformas de subastas pueden encontrarse ejemplares originales por precios que oscilan entre 6 y 20 euros. El tiempo ha convertido a este papel áspero y poco adecuado en un símbolo de otra época, un recuerdo de cuando lo básico no era necesariamente lo mejor pero era lo único disponible.

En los años 50, cuando la posguerra aún marcaba el día a día en España, llegó al mercado un producto que se convirtió en un clásico de los hogares. Se trata del famoso papel higiénico "El Elefante". Sin embargo, este rollo de papel escondía varias curiosidades y mentiras bajo su icónico envoltorio de celofán amarillo con un elefante rojo.

La gran confusión es que no se llamaba "El Elefante", sino "Patentado", aunque nadie lo conocía por ese nombre. Su apodo surgió porque el dibujo del animal de color rojo destacaba más que cualquier otra palabra en el envoltorio. Pero la cosa no quedaba ahí ya que en el paquete se indicaba que contenía 400 hojas, cuando en realidad no había ni una sola cortada. De hecho, era una tira interminable de papel, y el usuario tenía que apañárselas para separar los trozos como pudiera.

Sin embargo, lo que más caracterizaba a este producto era el detalle más inolvidable, su textura infernal. Más que un papel higiénico, parecía un papel de lija poco adecuada para las partes más delicadas del cuerpo. Tenía dos caras, una mate y rasposa y otra satinada, ninguna de ellas demasiado apropiada para el propósito del producto.

Antes del papel higiénico

Según cuenta Idealista, el papel higiénico no se popularizó en España hasta después de la II Guerra Mundial. Antes de eso, era un producto de lujo, reservado para las familias más pudientes. La mayoría de los hogares recurrían a soluciones más rudimentarias, como páginas de periódico recortadas

Cuando "El Elefante" llegó a los comercios, no era precisamente mucho mejor que el periódico en términos de suavidad. La empresa Papelera Española, que lo fabricaba, lo vendía por unidades sueltas, ya que la economía del momento no permitía un desembolso en paquetes de seis o doce rollos, como los que hoy en día llenan los supermercados.

Con nombres de animales

Al principio, "El Elefante" reinó sin competencia en el mercado, pero pronto surgieron imitaciones que intentaban aprovechar su éxito. Aparecieron marcas como "El Hipopótamo", que era prácticamente idéntico con el mismo celofán amarillo, el dibujo del animal en rojo y misma ausencia de hojas precortadas. El público se confundía y compraba uno pensando que era el otro.

A la competencia se sumó "El Brontops", un papel fabricado por Papelera de Jaén, cuyo logo mostraba un extraño animal prehistórico, mitad elefante, mitad rinoceronte. Eso sí, el diseño dejaba mucho que desear y, según quienes lo recuerdan, parecía cualquier cosa menos un brontops real.

La fiebre de poner nombre e imágenes de animales en el mercado del papel higiénico continuó con "La Cebra", "El Ciervo", "El Tigre", "La Pantera", "El Mirlo", "El Avestruz" o "El Coyote". Y con el tiempo, los nombres fueron evolucionando hasta adoptar otros más poéticos o infantiles, como "La Amapola", "El Enanito", "Ideal" o "La Pajarita".

Una pieza de colección

A pesar de su dureza –o quizás precisamente por eso–, el papel "El Elefante" ha quedado grabado en la memoria de varias generaciones. Actualmente, algunos nostálgicos han convertido estos rollos en objetos de colección. En plataformas de subastas pueden encontrarse ejemplares originales por precios que oscilan entre 6 y 20 euros. El tiempo ha convertido a este papel áspero y poco adecuado en un símbolo de otra época, un recuerdo de cuando lo básico no era necesariamente lo mejor pero era lo único disponible.

En los años 50, cuando la posguerra aún marcaba el día a día en España, llegó al mercado un producto que se convirtió en un clásico de los hogares. Se trata del famoso papel higiénico "El Elefante". Sin embargo, este rollo de papel escondía varias curiosidades y mentiras bajo su icónico envoltorio de celofán amarillo con un elefante rojo.

La gran confusión es que no se llamaba "El Elefante", sino "Patentado", aunque nadie lo conocía por ese nombre. Su apodo surgió porque el dibujo del animal de color rojo destacaba más que cualquier otra palabra en el envoltorio. Pero la cosa no quedaba ahí ya que en el paquete se indicaba que contenía 400 hojas, cuando en realidad no había ni una sola cortada. De hecho, era una tira interminable de papel, y el usuario tenía que apañárselas para separar los trozos como pudiera.

Sin embargo, lo que más caracterizaba a este producto era el detalle más inolvidable, su textura infernal. Más que un papel higiénico, parecía un papel de lija poco adecuada para las partes más delicadas del cuerpo. Tenía dos caras, una mate y rasposa y otra satinada, ninguna de ellas demasiado apropiada para el propósito del producto.

Antes del papel higiénico

Según cuenta Idealista, el papel higiénico no se popularizó en España hasta después de la II Guerra Mundial. Antes de eso, era un producto de lujo, reservado para las familias más pudientes. La mayoría de los hogares recurrían a soluciones más rudimentarias, como páginas de periódico recortadas

Cuando "El Elefante" llegó a los comercios, no era precisamente mucho mejor que el periódico en términos de suavidad. La empresa Papelera Española, que lo fabricaba, lo vendía por unidades sueltas, ya que la economía del momento no permitía un desembolso en paquetes de seis o doce rollos, como los que hoy en día llenan los supermercados.

Con nombres de animales

Al principio, "El Elefante" reinó sin competencia en el mercado, pero pronto surgieron imitaciones que intentaban aprovechar su éxito. Aparecieron marcas como "El Hipopótamo", que era prácticamente idéntico con el mismo celofán amarillo, el dibujo del animal en rojo y misma ausencia de hojas precortadas. El público se confundía y compraba uno pensando que era el otro.

A la competencia se sumó "El Brontops", un papel fabricado por Papelera de Jaén, cuyo logo mostraba un extraño animal prehistórico, mitad elefante, mitad rinoceronte. Eso sí, el diseño dejaba mucho que desear y, según quienes lo recuerdan, parecía cualquier cosa menos un brontops real.

La fiebre de poner nombre e imágenes de animales en el mercado del papel higiénico continuó con "La Cebra", "El Ciervo", "El Tigre", "La Pantera", "El Mirlo", "El Avestruz" o "El Coyote". Y con el tiempo, los nombres fueron evolucionando hasta adoptar otros más poéticos o infantiles, como "La Amapola", "El Enanito", "Ideal" o "La Pajarita".

Una pieza de colección

A pesar de su dureza –o quizás precisamente por eso–, el papel "El Elefante" ha quedado grabado en la memoria de varias generaciones. Actualmente, algunos nostálgicos han convertido estos rollos en objetos de colección. En plataformas de subastas pueden encontrarse ejemplares originales por precios que oscilan entre 6 y 20 euros. El tiempo ha convertido a este papel áspero y poco adecuado en un símbolo de otra época, un recuerdo de cuando lo básico no era necesariamente lo mejor pero era lo único disponible.

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

Sobre qué temas escribo

Tengo el privilegio de escribir sobre una amplia variedad de temas, con un enfoque que abarca tanto actualidad como estilo de vida. Escribo con la intención de contarte historias que te interesen y ofrecerte información que hagan tu vida un poco más fácil.


Te ayudo a no caer en estafas, te doy consejos de salud y cuidado personal, además de recomendaciones de destinos para tu próximo viaje.


Mis artículos son un surtido de historias curiosas, viajes, cultura, estilo de vida, naturaleza, ¡y mucho más! Mi objetivo es despertar tu curiosidad y acompañarte con lecturas útiles y entretenidas.

  

Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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