Denise, italiana viviendo en Países Bajos, se pregunta por qué los holandeses no usan paraguas: "Me considero menos resiliente"
"Prefieren un impermeable con capucha".

Vivir en los Países Bajos implica adaptarse a muchas particularidades del día a día, desde la forma de moverse por la ciudad hasta las costumbres sociales más arraigadas, y una de las más llamativas para quienes llegan de otros países es, sin duda, la relación casi despreocupada que los holandeses mantienen con la lluvia.
A pesar de que las precipitaciones son frecuentes durante todo el año y de que los días soleados prolongados son una rareza, la mayoría de la población apenas utiliza paraguas. Esta curiosa costumbre llamó la atención de Denise, una italiana que reside de forma permanente en el país y que decidió reflexionar en redes sociales (@denisecirino_) sobre ello desde su propia experiencia.
Según explica, el clima neerlandés es una de las pocas desventajas de un país que, por lo demás, ofrece una economía sólida, un alto nivel de bienestar social y una fuerte sensación de seguridad. Sin embargo, la lluvia constante, unida a otros factores, ha moldeado una forma muy particular de afrontarla.
Por qué no usan paraguas
La primera razón es puramente práctica: el viento. En otoño e invierno, las rachas pueden ser tan fuertes que los paraguas resultan casi inútiles. “Muchas veces no protegen y se rompen en cuestión de minutos”, señala Denise, lo que supone un gasto innecesario y más residuos.
El segundo motivo tiene que ver con la cultura del ciclismo. En un país plano y con una infraestructura ciclista ejemplar, la bicicleta es el principal medio de transporte. “Es extremadamente incómodo usar un paraguas mientras se va en bici”, explica. Mantener el equilibrio y protegerse de la lluvia al mismo tiempo es, sencillamente, inviable.
Un estilo de vida incompatible con el paraguas
A esto se suma una cuestión de practicidad y costumbre. El tiempo cambia con rapidez: puede pasar de sol a tormenta en pocos minutos. Para muchos holandeses, llevar siempre un paraguas “por si acaso” no compensa. Prefieren un impermeable con capucha o, directamente, asumir que mojarse un poco forma parte del día.
Pero Denise cree que hay una razón más profunda. Según ella se trata de “cultura de la resiliencia”. En los Países Bajos, la lluvia, el frío o el viento no suelen alterar la rutina. La gente va al trabajo, al colegio o a hacer la compra sin dramatizar. Esta diferencia cultural se hace evidente incluso en su vida personal. “Yo, como italiana, me considero menos resiliente”, admite con humor.
