Roma oculta la embajada más antigua del mundo y resulta que es española
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Roma oculta la embajada más antigua del mundo y resulta que es española

Amancio Ortega donó un millón y medio de euros para renovar la fachada.

Roma oculta la embajada más antigua del mundo y resulta que es española

Amancio Ortega donó un millón y medio de euros para renovar la fachada.

Roma oculta la embajada más antigua del mundo y resulta que es española

Amancio Ortega donó un millón y medio de euros para renovar la fachada.

Roma oculta la embajada más antigua del mundo y resulta que es española

Amancio Ortega donó un millón y medio de euros para renovar la fachada.

Roma oculta la embajada más antigua del mundo y resulta que es española

Amancio Ortega donó un millón y medio de euros para renovar la fachada.

Roma, Italia: Embajada de España ante la Santa Sede.

Entre ruinas imperiales y monumentos eternos, la capital italiana, Roma, guarda un secreto que pasa desapercibido para muchos visitantes. Se trata de la embajada más antigua del mundo en funcionamiento continuo. Es la Embajada de España ante la Santa Sede, la cual se se encuentra en el majestuoso Palacio de España, en la icónica Plaza de España.

Esta representación diplomática remonta su origen al año 1480, cuando los Reyes Católicos decidieron establecer una delegación permanente ante el Papado, sentando así las bases de la diplomacia moderna. El primer embajador fue Gonzalo de Beteta, iniciando una línea ininterrumpida de casi cinco siglos de representación.

La sede definitiva llegó en 1622, cuando el embajador Íñigo Vélez de Guevara y Tassis alquiló el palacio que, años después, sería adquirido oficialmente por el rey Felipe IV en 1647, pagando 22.000 escudos romanos para asegurar una ubicación tan privilegiada como simbólica.

Un museo diplomático en pleno centro de Roma

Más que una embajada, el Palacio de España parece un museo de arte barroco y neoclásico. Entre 1685 y 1693, el reconocido arquitecto Francesco Borromini transformó el edificio con intervenciones en la fachada, el patio interior y una gran escalera cuadrada. Posteriormente, en el siglo XIX, el arquitecto francés Pierre Adrien Paris le dio su actual fachada neoclásica.

En su interior, el palacio atesora tapices gobelinos del siglo XVII, tres obras basadas en diseños de Rubens, así como cuadros de Vicente López, Federico Madrazo, Mengs, y esculturas de Bernini, entre ellas los famosos bustos de El alma beata y El alma condenada, que reflejan la tensión entre la salvación y la condena.

Un legado restaurado por Amancio Ortega

La conservación de este tesoro histórico no ha pasado desapercibida. El empresario Amancio Ortega, fundador de Inditex, donó 1,5 millones de euros para restaurar la fachada, en un proyecto liderado por el entonces embajador Francisco Vázquez y respaldado por el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Hoy, el edificio ocupa más de 11.000 metros cuadrados, extendiéndose por la Via Borgognona y la Via Mario dei Fiori. Aunque no está abierto al público de forma habitual, en ocasiones especiales se celebran visitas guiadas y eventos culturales.

Entre ruinas imperiales y monumentos eternos, la capital italiana, Roma, guarda un secreto que pasa desapercibido para muchos visitantes. Se trata de la embajada más antigua del mundo en funcionamiento continuo. Es la Embajada de España ante la Santa Sede, la cual se se encuentra en el majestuoso Palacio de España, en la icónica Plaza de España.

Esta representación diplomática remonta su origen al año 1480, cuando los Reyes Católicos decidieron establecer una delegación permanente ante el Papado, sentando así las bases de la diplomacia moderna. El primer embajador fue Gonzalo de Beteta, iniciando una línea ininterrumpida de casi cinco siglos de representación.

La sede definitiva llegó en 1622, cuando el embajador Íñigo Vélez de Guevara y Tassis alquiló el palacio que, años después, sería adquirido oficialmente por el rey Felipe IV en 1647, pagando 22.000 escudos romanos para asegurar una ubicación tan privilegiada como simbólica.

Un museo diplomático en pleno centro de Roma

Más que una embajada, el Palacio de España parece un museo de arte barroco y neoclásico. Entre 1685 y 1693, el reconocido arquitecto Francesco Borromini transformó el edificio con intervenciones en la fachada, el patio interior y una gran escalera cuadrada. Posteriormente, en el siglo XIX, el arquitecto francés Pierre Adrien Paris le dio su actual fachada neoclásica.

En su interior, el palacio atesora tapices gobelinos del siglo XVII, tres obras basadas en diseños de Rubens, así como cuadros de Vicente López, Federico Madrazo, Mengs, y esculturas de Bernini, entre ellas los famosos bustos de El alma beata y El alma condenada, que reflejan la tensión entre la salvación y la condena.

Un legado restaurado por Amancio Ortega

La conservación de este tesoro histórico no ha pasado desapercibida. El empresario Amancio Ortega, fundador de Inditex, donó 1,5 millones de euros para restaurar la fachada, en un proyecto liderado por el entonces embajador Francisco Vázquez y respaldado por el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Hoy, el edificio ocupa más de 11.000 metros cuadrados, extendiéndose por la Via Borgognona y la Via Mario dei Fiori. Aunque no está abierto al público de forma habitual, en ocasiones especiales se celebran visitas guiadas y eventos culturales.

Entre ruinas imperiales y monumentos eternos, la capital italiana, Roma, guarda un secreto que pasa desapercibido para muchos visitantes. Se trata de la embajada más antigua del mundo en funcionamiento continuo. Es la Embajada de España ante la Santa Sede, la cual se se encuentra en el majestuoso Palacio de España, en la icónica Plaza de España.

Esta representación diplomática remonta su origen al año 1480, cuando los Reyes Católicos decidieron establecer una delegación permanente ante el Papado, sentando así las bases de la diplomacia moderna. El primer embajador fue Gonzalo de Beteta, iniciando una línea ininterrumpida de casi cinco siglos de representación.

La sede definitiva llegó en 1622, cuando el embajador Íñigo Vélez de Guevara y Tassis alquiló el palacio que, años después, sería adquirido oficialmente por el rey Felipe IV en 1647, pagando 22.000 escudos romanos para asegurar una ubicación tan privilegiada como simbólica.

Un museo diplomático en pleno centro de Roma

Más que una embajada, el Palacio de España parece un museo de arte barroco y neoclásico. Entre 1685 y 1693, el reconocido arquitecto Francesco Borromini transformó el edificio con intervenciones en la fachada, el patio interior y una gran escalera cuadrada. Posteriormente, en el siglo XIX, el arquitecto francés Pierre Adrien Paris le dio su actual fachada neoclásica.

En su interior, el palacio atesora tapices gobelinos del siglo XVII, tres obras basadas en diseños de Rubens, así como cuadros de Vicente López, Federico Madrazo, Mengs, y esculturas de Bernini, entre ellas los famosos bustos de El alma beata y El alma condenada, que reflejan la tensión entre la salvación y la condena.

Un legado restaurado por Amancio Ortega

La conservación de este tesoro histórico no ha pasado desapercibida. El empresario Amancio Ortega, fundador de Inditex, donó 1,5 millones de euros para restaurar la fachada, en un proyecto liderado por el entonces embajador Francisco Vázquez y respaldado por el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Hoy, el edificio ocupa más de 11.000 metros cuadrados, extendiéndose por la Via Borgognona y la Via Mario dei Fiori. Aunque no está abierto al público de forma habitual, en ocasiones especiales se celebran visitas guiadas y eventos culturales.

Entre ruinas imperiales y monumentos eternos, la capital italiana, Roma, guarda un secreto que pasa desapercibido para muchos visitantes. Se trata de la embajada más antigua del mundo en funcionamiento continuo. Es la Embajada de España ante la Santa Sede, la cual se se encuentra en el majestuoso Palacio de España, en la icónica Plaza de España.

Esta representación diplomática remonta su origen al año 1480, cuando los Reyes Católicos decidieron establecer una delegación permanente ante el Papado, sentando así las bases de la diplomacia moderna. El primer embajador fue Gonzalo de Beteta, iniciando una línea ininterrumpida de casi cinco siglos de representación.

La sede definitiva llegó en 1622, cuando el embajador Íñigo Vélez de Guevara y Tassis alquiló el palacio que, años después, sería adquirido oficialmente por el rey Felipe IV en 1647, pagando 22.000 escudos romanos para asegurar una ubicación tan privilegiada como simbólica.

Un museo diplomático en pleno centro de Roma

Más que una embajada, el Palacio de España parece un museo de arte barroco y neoclásico. Entre 1685 y 1693, el reconocido arquitecto Francesco Borromini transformó el edificio con intervenciones en la fachada, el patio interior y una gran escalera cuadrada. Posteriormente, en el siglo XIX, el arquitecto francés Pierre Adrien Paris le dio su actual fachada neoclásica.

En su interior, el palacio atesora tapices gobelinos del siglo XVII, tres obras basadas en diseños de Rubens, así como cuadros de Vicente López, Federico Madrazo, Mengs, y esculturas de Bernini, entre ellas los famosos bustos de El alma beata y El alma condenada, que reflejan la tensión entre la salvación y la condena.

Un legado restaurado por Amancio Ortega

La conservación de este tesoro histórico no ha pasado desapercibida. El empresario Amancio Ortega, fundador de Inditex, donó 1,5 millones de euros para restaurar la fachada, en un proyecto liderado por el entonces embajador Francisco Vázquez y respaldado por el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Hoy, el edificio ocupa más de 11.000 metros cuadrados, extendiéndose por la Via Borgognona y la Via Mario dei Fiori. Aunque no está abierto al público de forma habitual, en ocasiones especiales se celebran visitas guiadas y eventos culturales.

Entre ruinas imperiales y monumentos eternos, la capital italiana, Roma, guarda un secreto que pasa desapercibido para muchos visitantes. Se trata de la embajada más antigua del mundo en funcionamiento continuo. Es la Embajada de España ante la Santa Sede, la cual se se encuentra en el majestuoso Palacio de España, en la icónica Plaza de España.

Esta representación diplomática remonta su origen al año 1480, cuando los Reyes Católicos decidieron establecer una delegación permanente ante el Papado, sentando así las bases de la diplomacia moderna. El primer embajador fue Gonzalo de Beteta, iniciando una línea ininterrumpida de casi cinco siglos de representación.

La sede definitiva llegó en 1622, cuando el embajador Íñigo Vélez de Guevara y Tassis alquiló el palacio que, años después, sería adquirido oficialmente por el rey Felipe IV en 1647, pagando 22.000 escudos romanos para asegurar una ubicación tan privilegiada como simbólica.

Un museo diplomático en pleno centro de Roma

Más que una embajada, el Palacio de España parece un museo de arte barroco y neoclásico. Entre 1685 y 1693, el reconocido arquitecto Francesco Borromini transformó el edificio con intervenciones en la fachada, el patio interior y una gran escalera cuadrada. Posteriormente, en el siglo XIX, el arquitecto francés Pierre Adrien Paris le dio su actual fachada neoclásica.

En su interior, el palacio atesora tapices gobelinos del siglo XVII, tres obras basadas en diseños de Rubens, así como cuadros de Vicente López, Federico Madrazo, Mengs, y esculturas de Bernini, entre ellas los famosos bustos de El alma beata y El alma condenada, que reflejan la tensión entre la salvación y la condena.

Un legado restaurado por Amancio Ortega

La conservación de este tesoro histórico no ha pasado desapercibida. El empresario Amancio Ortega, fundador de Inditex, donó 1,5 millones de euros para restaurar la fachada, en un proyecto liderado por el entonces embajador Francisco Vázquez y respaldado por el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Hoy, el edificio ocupa más de 11.000 metros cuadrados, extendiéndose por la Via Borgognona y la Via Mario dei Fiori. Aunque no está abierto al público de forma habitual, en ocasiones especiales se celebran visitas guiadas y eventos culturales.

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

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Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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