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No solo en Francia: hay un París a miles de kilómetros de distancia que registra temperaturas de 20º bajo cero

No solo en Francia: hay un París a miles de kilómetros de distancia que registra temperaturas de 20º bajo cero 

Sin turistas, pero con un pasado que une a dos países.

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Sin turistas, pero con un pasado que une a dos países.

No solo en Francia: hay un París a miles de kilómetros de distancia que registra temperaturas de 20º bajo cero 

Sin turistas, pero con un pasado que une a dos países.

No solo en Francia: hay un París a miles de kilómetros de distancia que registra temperaturas de 20º bajo cero 

Sin turistas, pero con un pasado que une a dos países.

No solo en Francia: hay un París a miles de kilómetros de distancia que registra temperaturas de 20º bajo cero 

Sin turistas, pero con un pasado que une a dos países.

La Torre Eiffel, en París, en una imagen de archivo.Telmo Pinto/NurPhoto via Getty Images

Cuando se hace referencia a París, lo primero que uno piensa es en la ciudad de la luz y del amor, los paseos junto al Sena, sus impresionantes museos y la gran cantidad de turistas haciendo fotos a la emblemática Torre Eiffel. Pero lo que poca gente sabe es que, a miles de kilómetros, la capital francesa tiene un doble mucho más helado y remoto. 

París (Париж) es una pequeña localidad rusa con poco más de 2.000 habitantes, escondida entre las minas de metal del Magnitogorsk, en las montañas Urales. Allí, en medio del paisaje helado de la región de Cheliábinsk y con temperaturas que rozan los 20 grados bajo cero, se alza una réplica de la Torre Eiffel.

El nombre y la réplica de este monumento pueden parecer un homenaje turístico y una reliquia diseñada para atraer a visitantes, pero nada más lejos de la realidad. Tras esta fachada aparentemente inofensiva, se ocultan raíces mucho más profundas, entrelazadas con los hilos de la historia y conflictos bélicos.

Un nombre con historia

El origen del nombre se remonta a 1814, cuando los cosacos rusos, temidos soldados de caballería ligera, entraron triunfantes en la verdadera París tras la victoria de la Sexta Coalición contra Napoleón. Fue la primera vez en casi cuatro siglos que un ejército extranjero ocupaba la capital francesa.

Como forma de conmemorar la gesta, algunas aldeas rusas empezaron a adoptar nombres de ciudades conquistadas. Así surgió este París siberiano, como recuerdo de aquellos locales que lucharon en la Batalla de París, empujando al emperador francés hacia la rendición y el exilio.

Mucho frío y cero turistas

Este París no tiene Campos Elíseos, pero sí fríos extremos, una Torre Eiffel de acero de 50 metros –que también sirve como antena de telecomunicaciones– y una historia que la mayoría desconoce. No es un destino turístico popular, pero es un recuerdo vivo del cruce entre la historia europea y la memoria militar rusa.

La otra historia olvidada

Durante aquella misma campaña napoleónica en Rusia (1812), soldados catalanes también formaban parte de las tropas francesas. Reclutados por Napoleón con la promesa de libertad a cambio de luchar en la Grande Armée, formaban parte del Regimiento Josep Napoleón, creado con prisioneros de guerra españoles.

Tras el desastre de la campaña de Moscú, solo 62 de los más de 4.000 soldados iniciales del regimiento lograron sobrevivir. Enfrentados al brutal invierno ruso y, sobre todo, a los ataques implacables del enemigo, el 12 de diciembre de 1812, fueron forzados a una retirada brutal.

Cuando se hace referencia a París, lo primero que uno piensa es en la ciudad de la luz y del amor, los paseos junto al Sena, sus impresionantes museos y la gran cantidad de turistas haciendo fotos a la emblemática Torre Eiffel. Pero lo que poca gente sabe es que, a miles de kilómetros, la capital francesa tiene un doble mucho más helado y remoto. 

París (Париж) es una pequeña localidad rusa con poco más de 2.000 habitantes, escondida entre las minas de metal del Magnitogorsk, en las montañas Urales. Allí, en medio del paisaje helado de la región de Cheliábinsk y con temperaturas que rozan los 20 grados bajo cero, se alza una réplica de la Torre Eiffel.

El nombre y la réplica de este monumento pueden parecer un homenaje turístico y una reliquia diseñada para atraer a visitantes, pero nada más lejos de la realidad. Tras esta fachada aparentemente inofensiva, se ocultan raíces mucho más profundas, entrelazadas con los hilos de la historia y conflictos bélicos.

Un nombre con historia

El origen del nombre se remonta a 1814, cuando los cosacos rusos, temidos soldados de caballería ligera, entraron triunfantes en la verdadera París tras la victoria de la Sexta Coalición contra Napoleón. Fue la primera vez en casi cuatro siglos que un ejército extranjero ocupaba la capital francesa.

Como forma de conmemorar la gesta, algunas aldeas rusas empezaron a adoptar nombres de ciudades conquistadas. Así surgió este París siberiano, como recuerdo de aquellos locales que lucharon en la Batalla de París, empujando al emperador francés hacia la rendición y el exilio.

Mucho frío y cero turistas

Este París no tiene Campos Elíseos, pero sí fríos extremos, una Torre Eiffel de acero de 50 metros –que también sirve como antena de telecomunicaciones– y una historia que la mayoría desconoce. No es un destino turístico popular, pero es un recuerdo vivo del cruce entre la historia europea y la memoria militar rusa.

La otra historia olvidada

Durante aquella misma campaña napoleónica en Rusia (1812), soldados catalanes también formaban parte de las tropas francesas. Reclutados por Napoleón con la promesa de libertad a cambio de luchar en la Grande Armée, formaban parte del Regimiento Josep Napoleón, creado con prisioneros de guerra españoles.

Tras el desastre de la campaña de Moscú, solo 62 de los más de 4.000 soldados iniciales del regimiento lograron sobrevivir. Enfrentados al brutal invierno ruso y, sobre todo, a los ataques implacables del enemigo, el 12 de diciembre de 1812, fueron forzados a una retirada brutal.

Cuando se hace referencia a París, lo primero que uno piensa es en la ciudad de la luz y del amor, los paseos junto al Sena, sus impresionantes museos y la gran cantidad de turistas haciendo fotos a la emblemática Torre Eiffel. Pero lo que poca gente sabe es que, a miles de kilómetros, la capital francesa tiene un doble mucho más helado y remoto. 

París (Париж) es una pequeña localidad rusa con poco más de 2.000 habitantes, escondida entre las minas de metal del Magnitogorsk, en las montañas Urales. Allí, en medio del paisaje helado de la región de Cheliábinsk y con temperaturas que rozan los 20 grados bajo cero, se alza una réplica de la Torre Eiffel.

El nombre y la réplica de este monumento pueden parecer un homenaje turístico y una reliquia diseñada para atraer a visitantes, pero nada más lejos de la realidad. Tras esta fachada aparentemente inofensiva, se ocultan raíces mucho más profundas, entrelazadas con los hilos de la historia y conflictos bélicos.

Un nombre con historia

El origen del nombre se remonta a 1814, cuando los cosacos rusos, temidos soldados de caballería ligera, entraron triunfantes en la verdadera París tras la victoria de la Sexta Coalición contra Napoleón. Fue la primera vez en casi cuatro siglos que un ejército extranjero ocupaba la capital francesa.

Como forma de conmemorar la gesta, algunas aldeas rusas empezaron a adoptar nombres de ciudades conquistadas. Así surgió este París siberiano, como recuerdo de aquellos locales que lucharon en la Batalla de París, empujando al emperador francés hacia la rendición y el exilio.

Mucho frío y cero turistas

Este París no tiene Campos Elíseos, pero sí fríos extremos, una Torre Eiffel de acero de 50 metros –que también sirve como antena de telecomunicaciones– y una historia que la mayoría desconoce. No es un destino turístico popular, pero es un recuerdo vivo del cruce entre la historia europea y la memoria militar rusa.

La otra historia olvidada

Durante aquella misma campaña napoleónica en Rusia (1812), soldados catalanes también formaban parte de las tropas francesas. Reclutados por Napoleón con la promesa de libertad a cambio de luchar en la Grande Armée, formaban parte del Regimiento Josep Napoleón, creado con prisioneros de guerra españoles.

Tras el desastre de la campaña de Moscú, solo 62 de los más de 4.000 soldados iniciales del regimiento lograron sobrevivir. Enfrentados al brutal invierno ruso y, sobre todo, a los ataques implacables del enemigo, el 12 de diciembre de 1812, fueron forzados a una retirada brutal.

Cuando se hace referencia a París, lo primero que uno piensa es en la ciudad de la luz y del amor, los paseos junto al Sena, sus impresionantes museos y la gran cantidad de turistas haciendo fotos a la emblemática Torre Eiffel. Pero lo que poca gente sabe es que, a miles de kilómetros, la capital francesa tiene un doble mucho más helado y remoto. 

París (Париж) es una pequeña localidad rusa con poco más de 2.000 habitantes, escondida entre las minas de metal del Magnitogorsk, en las montañas Urales. Allí, en medio del paisaje helado de la región de Cheliábinsk y con temperaturas que rozan los 20 grados bajo cero, se alza una réplica de la Torre Eiffel.

El nombre y la réplica de este monumento pueden parecer un homenaje turístico y una reliquia diseñada para atraer a visitantes, pero nada más lejos de la realidad. Tras esta fachada aparentemente inofensiva, se ocultan raíces mucho más profundas, entrelazadas con los hilos de la historia y conflictos bélicos.

Un nombre con historia

El origen del nombre se remonta a 1814, cuando los cosacos rusos, temidos soldados de caballería ligera, entraron triunfantes en la verdadera París tras la victoria de la Sexta Coalición contra Napoleón. Fue la primera vez en casi cuatro siglos que un ejército extranjero ocupaba la capital francesa.

Como forma de conmemorar la gesta, algunas aldeas rusas empezaron a adoptar nombres de ciudades conquistadas. Así surgió este París siberiano, como recuerdo de aquellos locales que lucharon en la Batalla de París, empujando al emperador francés hacia la rendición y el exilio.

Mucho frío y cero turistas

Este París no tiene Campos Elíseos, pero sí fríos extremos, una Torre Eiffel de acero de 50 metros –que también sirve como antena de telecomunicaciones– y una historia que la mayoría desconoce. No es un destino turístico popular, pero es un recuerdo vivo del cruce entre la historia europea y la memoria militar rusa.

La otra historia olvidada

Durante aquella misma campaña napoleónica en Rusia (1812), soldados catalanes también formaban parte de las tropas francesas. Reclutados por Napoleón con la promesa de libertad a cambio de luchar en la Grande Armée, formaban parte del Regimiento Josep Napoleón, creado con prisioneros de guerra españoles.

Tras el desastre de la campaña de Moscú, solo 62 de los más de 4.000 soldados iniciales del regimiento lograron sobrevivir. Enfrentados al brutal invierno ruso y, sobre todo, a los ataques implacables del enemigo, el 12 de diciembre de 1812, fueron forzados a una retirada brutal.

Cuando se hace referencia a París, lo primero que uno piensa es en la ciudad de la luz y del amor, los paseos junto al Sena, sus impresionantes museos y la gran cantidad de turistas haciendo fotos a la emblemática Torre Eiffel. Pero lo que poca gente sabe es que, a miles de kilómetros, la capital francesa tiene un doble mucho más helado y remoto. 

París (Париж) es una pequeña localidad rusa con poco más de 2.000 habitantes, escondida entre las minas de metal del Magnitogorsk, en las montañas Urales. Allí, en medio del paisaje helado de la región de Cheliábinsk y con temperaturas que rozan los 20 grados bajo cero, se alza una réplica de la Torre Eiffel.

El nombre y la réplica de este monumento pueden parecer un homenaje turístico y una reliquia diseñada para atraer a visitantes, pero nada más lejos de la realidad. Tras esta fachada aparentemente inofensiva, se ocultan raíces mucho más profundas, entrelazadas con los hilos de la historia y conflictos bélicos.

Un nombre con historia

El origen del nombre se remonta a 1814, cuando los cosacos rusos, temidos soldados de caballería ligera, entraron triunfantes en la verdadera París tras la victoria de la Sexta Coalición contra Napoleón. Fue la primera vez en casi cuatro siglos que un ejército extranjero ocupaba la capital francesa.

Como forma de conmemorar la gesta, algunas aldeas rusas empezaron a adoptar nombres de ciudades conquistadas. Así surgió este París siberiano, como recuerdo de aquellos locales que lucharon en la Batalla de París, empujando al emperador francés hacia la rendición y el exilio.

Mucho frío y cero turistas

Este París no tiene Campos Elíseos, pero sí fríos extremos, una Torre Eiffel de acero de 50 metros –que también sirve como antena de telecomunicaciones– y una historia que la mayoría desconoce. No es un destino turístico popular, pero es un recuerdo vivo del cruce entre la historia europea y la memoria militar rusa.

La otra historia olvidada

Durante aquella misma campaña napoleónica en Rusia (1812), soldados catalanes también formaban parte de las tropas francesas. Reclutados por Napoleón con la promesa de libertad a cambio de luchar en la Grande Armée, formaban parte del Regimiento Josep Napoleón, creado con prisioneros de guerra españoles.

Tras el desastre de la campaña de Moscú, solo 62 de los más de 4.000 soldados iniciales del regimiento lograron sobrevivir. Enfrentados al brutal invierno ruso y, sobre todo, a los ataques implacables del enemigo, el 12 de diciembre de 1812, fueron forzados a una retirada brutal.

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

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Mis artículos son un surtido de historias curiosas, viajes, cultura, estilo de vida, naturaleza, ¡y mucho más! Mi objetivo es despertar tu curiosidad y acompañarte con lecturas útiles y entretenidas.

  

Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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