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Un diminuto pueblo al que van 2,5 millones de turistas cada año la lía al cobrar entrada

Un diminuto pueblo al que van 2,5 millones de turistas cada año la lía al cobrar entrada

Los molinos de Zaanse Schans, a media hora de Ámsterdam, se han convertido en un decorado invadido por millones de turistas: ahora hasta para posar en la postal toca pasar por caja.

Turistas caminando frente a un molino de viento en Zaanse Schans, Holanda.
Turistas paseando junto a uno de los molinos de viento en Zaanse Schans, el pequeño pueblo holandés que ahora cobrará entrada para controlar la masificación.Hasan Ay

El diminuto pueblo de Zaanse Schans, que en las guías aparece como un rincón idílico de Holanda con molinos gigantes, casitas de color verde y un intenso olor a tulipán, ya no es exactamente un remanso de paz. Es más bien un parque temático al que, sin pasar por la taquilla, entran cada año cerca de 2,6 millones de personas… hasta que a los cien vecinos del pueblo se les ha agotado la paciencia con la invasión de turistas y han optado por una solución que, como era de esperar, ha sembrado la polémica: quien quiera pasear por los alrededores, tendrá que pasar por caja desde primavera de 2026: 17,50 euros por barba.

La culpa, en parte, es de Ámsterdam. A solo media hora en tren, este pequeño pueblo se ha convertido en la excursión de un día preferida de millones de viajeros que, después de ver canales y tulipanes, buscan la foto más deseada: la de los molinos de viento que se levantan como unos gigantes, junto a unas casas de madera verde de la era preindustrial holandesa. Si a eso le sumas unos prados infinitos, queserías con degustación y tiendas sacadas de una postal del siglo XIX, el resultado es un imán irresistible para Instagram.

En 2017, Zaanse Schans ya era un fenómeno turísticos con 1,7 millones de visitas. Pero en 2024 la cifra de turistas crecía como la espuma hasta las 2,6 millones de visitas, según los datos recogidos de la BBC en la web Jenny.gr y, de acuerdo con todas las previsiones, la tendencia no tiene pinta de aflojar: “Este año vamos camino de los 2,8 millones. Pero el pueblo es muy pequeño y, simplemente, no hay espacio para tanta gente", ha advertido la directora del museo local, Marieke Verweij.

Porque lo que para el turista es un decorado perfecto para guardar en su álbum de fotos, para los vecinos de este pequeño pueblo holandés es una invasión diaria que, como ya sucede en otros destinos en Europa, ha convertido la vida en Zaanse Schans en un reality sin cámaras de televisión, con puertas golpeadas, selfies en las ventanas y hasta intrusos en los baños del jardín. Vamos, la postal de cuento se ha convertido en un infierno.

La polémica: una entrada de 17,50 euros

El plan de las autoridades locales es sencillo: cada visitante deberá pagar 17,50 euros por entrar en Zaanse Schans, con acceso incluido a los molinos y al museo local, a partir de la primavera de 2026. Las cuentas salen: incluso si solo acudiera la mitad de los turistas, los ingresos anuales superarían los 23 millones de euros. Una recaudación que se destinará al mantenimiento del patrimonio, a mejorar los accesos del pueblo y, ojo al detalle, a que se abran más baños públicos. Algo urgente si consideramos que los vecinos ya están hartos de ver demasiada “micción creativa” en sus patios.

¿El problema? Pues lo que para unos es un salvavidas, para otros es un torpedo en la línea de flotación y no todo el mundo aplaude la decisión. Los comerciantes protestan porque esto los hunde y temen perder clientes y, por lo tantos, que bajen las ventas. En cambio, muchos turistas ha empezado a hacer cuentas: una familia de cuatro, casi 100 euros solo por pisar el pueblo. Otros, sin embargo, celebran la medida como un freno al turismo de masas que ha convertido el pueblo en un destino masificado..

El desenlace de la historia la veremos el próximo año, en 2026. Hasta entonces, Zaanse Schans vivirá atrapado en un dilema: ¿se salvará del turismo masivo con una entrada o acabará convertida en un resort de pago al aire libre? Lo seguro es que lo de “vamos a ver unos molinos” ha pasado de plan barato a una actividad premium.