Parábola de Buda sobre la casa en llamas
Todos, incluso los que no paran de hacer preguntas para evitar abandonarla, saben que falta poco para que el fuego alcance habitaciones.

Bertold Brecht lo sabía perfectamente. De alguna manera absurda y surrealista el dramaturgo alemán conoció con detalle la situación actual del gobierno de España, a pesar de que han pasado casi setenta años desde su muerte. Quizá porque la naturaleza humana es eterna. Quizá porque intuía, como Mark Twain, que engañar a la gente es muy fácil, y muy difícil convencerles de que han sido engañados. Pone esta historia en boca de Buda: “No hace mucho vi una casa que ardía. Su techo era ya pasto de las llamas. Al acercarme advertí que aún había gente en su interior. Fui a la puerta y les grité que el techo estaba ardiendo, incitándoles a que salieran rápidamente”.
Encontramos el texto en las Historias de Almanaque, ese libro amarillento que tenemos todos en una edición baratísima perdido sobre la estantería vieja. Es parte de un poema llamado “Parábola de Buda sobre la casa en llamas”, recreación de una fábula que aparece en el Sutra del Loto, cuya fidelidad con el original no es mayor que la que tiene “Pedro Navaja” con la “Ópera de los tres centavos”. Buda prosigue: “Pero aquella gente no parecía tener prisa. Uno me preguntó, mientras el fuego le chamuscaba las cejas, qué tiempo hacía fuera, si llovía, si no hacía viento, si existía otra casa, y otras cosas parecidas”. Estaban ardiendo, pero la posibilidad del cambio les provocaba todavía mayor malestar.
“Sin responder, volví a salir. Esta gente, pensé, acabará ardiendo antes de que terminen de hacer preguntas”. ¿Por qué Brecht alteró el sentido de la parábola budista? Sólo hay una respuesta, tan absurda que necesariamente tiene que ser cierta: para advertir a los votantes socialistas de la existencia de Koldo y de Leire, de Santos Cerdán y de David Sánchez, de las mallas de la actriz porno, el inexplicado e inexplicable cambio de postura respecto del Sáhara, la promulgación de leyes redactadas por los delincuentes a los que se les aplicarán, el gobierno más machista defendiendo ser el gobierno más feminista. Para advertirles de José Luis Ábalos y de cátedras encabezadas por personas sin estudios.
La casa sigue en llamas. Y todos, incluso los que no paran de hacer preguntas para evitar abandonarla, saben que falta poco para que el fuego alcance habitaciones en donde se encuentran gigantescos depósitos de petróleo. Explotarán y podrán llevarse por delante las zonas del edificio que todavía están a salvo. Bertold Brecht murió en Berlín Este, con serias dudas acerca del régimen de la República Democrática Alemana, pero antes puso en boca de Siddhartha Gautama Buda su propia conclusión de la parábola: “Verdaderamente, amigos, a quien el suelo no le queme en los pies hasta el punto de desear gustosamente cambiarse de sitio, nada tengo que decirle.”