Dejé mi trabajo en Reino Unido por España: este es el motivo por el que abandoné mi sueldo elevado
Una decisión arriesgada pero efectiva.

Después de varios años deseando vivir fuera del Reino Unido, Jessica Silva decidió dejar su bien pagado trabajo corporativo en Londres para mudarse a España y empezar una nueva vida. Ahora afirma que ya no necesita ganar tanto dinero para disfrutar de una calidad de vida mucho mejor y que es una decisión de la que nunca se arrepentirá. Pese a desearlo mucho, le costó decidir dónde establecer su nuevo hogar hasta que visitó esta isla.
"Y entonces vinimos a Mallorca de vacaciones en 2016 y supe que había encontrado el lugar", declaró la mujer británica de 49 años a The i Paper. A su regreso a la capital británica, Silva compatibilizaba su exigente empleo con la crianza de su hijo, viajando en tren con él por la mañana y regresando tarde tras horas en la oficina, hasta que decidió que ese ritmo no era sostenible y llegó a la conclusión de que no quería tener esa vida.
Con la intención de mudarse a corto plazo, empezó a formarse como coach de vida por las tardes y los fines de semana. En 2017, cuando su empresa anunció una ola de despidos, aprovechó la oportunidad: alquiló su casa en Londres, buscó residencia temporal en Mallorca y en un mes ya había trasladado a su familia. No obstante, al poco tiempo de mudarse, ella y su esposo se divorciaron.
Un ritmo de vida pausado
Una vez establecida en el pueblo mallorquín de Porreres, de apenas 4.500 habitantes, afrontó el reto de criar a un niño de cuatro años en un entorno catalanoparlante. Aunque al principio la barrera del idioma fue dura para ambos, su hijo ha acabado por dominar inglés, catalán y español, y Jessica encontró en su primera vecina de habla inglesa un auténtico salvavidas social, ya que fue muy acogedora y la ayudó en todo lo posible.
Hoy la rutina de Silva dista mucho de la frenética vida londinense. Después de dejar a su hijo en el colegio a las 8:00 horas, trabaja como coach online hasta las 14:00 horas, justo a tiempo para recoger al pequeño. Además, la compra semanal de productos de calidad le cuesta unos 70 euros, una comida fuera sale por unos 20 € y la electricidad no pasa de los 200 € mensuales: una calidad de vida asequible a un precio reducido.
"No necesitamos vacaciones en la playa, porque está muy cerca", dijo. "Nos vamos de vacaciones al Reino Unido, donde nos quedamos con la familia". No obstante, la burocracia para los residentes extranjeros le sigue suponiendo un quebradero de cabeza: renovar los permisos de residencia le llevó meses de trámites. Ahora, tras conocer a su pareja actual, está decidida a echar raíces definitivas en la isla.