Desaparece bajo tierra durante dos meses y regresa con un sorprendente avance científico
Su gesta, allá por el remoto 1962, sigue generando interés e información por ser pionero en el campo de la cronobiología.

Para explicar esta historia hay que retraerse al verano de 1962. Entonces, un joven geólogo francés llamado Michel Siffre descendió a una cueva glacial en los Alpes franceses sin reloj, sin calendario y sin contacto con el mundo exterior. Al volver 63 días después reconocía su absoluta confusión.
Como recoge el portal especializado Daily Galaxy, de aquellos días a hoy todo ha cambiado. Porque su experimento pionero en biología humana ha servido para avanzar en el campo de la cronobiología, hasta su desarrollo en la era presente.
El geólogo quería pasar apenas 15 días inicialmente, pero optó por permanecer más de dos meses para completar uno de los autoexperimentos más completos de la historia científica. En ese tiempo aseguró haber decidido "vivir como un animal", tal y como reconoció muchos años después.
Bajo tierra, con temperaturas dentro de la cueva rondando los 0 grados y una humedad de hasta el 98%, Siffre recuerda que "mis pies estaban siempre mojados y mi temperatura corporal llegó a bajar hasta los 34°C", dos grados y medio por debajo de una temperatura corporal convencional.
Lo hizo sin saber nunca qué día ni qué hora era. Pero sí disponía de una radio que le permitía recibir actualizaciones básicas. En esos 63 días fue llevando el control de todo lo que le ocurría, desde su estado mental a su situación general.
Para asegurar su salud recurría a ejercicios como contar. Y en esas rutinas descubrió unos datos que recopiló posteriormente para dar una nueva visión de lo que es el aislamiento temporal extremo. Por ejemplo, cómo su percepción del tiempo se ralentizó drásticamente. Si contar hasta 120 puede llevar dos minutos, a Siffre le llevaba hasta cinco.
Quizás el descubrimiento más significativo de la expedición fue darse cuenta de que el cuerpo humano funciona según su propio horario interno, separado del ciclo externo del día y la noche.
En ausencia de luz solar, relojes ni horarios, el ritmo circadiano de Siffre comenzó a extenderse. Al principio, su día biológico se alargó de las 24 horas habituales a aproximadamente 24,5 horas. Pero en un experimento posterior, una década después, su ciclo interno se alargó drásticamente. “Tendría 36 horas de vigilia continua, seguidas de 12 horas de sueño”, señaló.
Lo que sorprendió aún más a los investigadores fue que el propio Siffre no era consciente de estos cambios. "No podía distinguir la diferencia entre estos días largos y los días que duraban sólo veinticuatro horas", añadió al respecto.
Al revisar las entradas de su diario, no encontró evidencia de que notara conscientemente el cambio en su rutina. Esto dejó claro que los humanos, privados de señales externas, no mantienen un ciclo estricto de 24 horas, una visión hasta entonces desconocida.