Señala el apellido común en España que en su momento hubo gente que se cambió por considerarlo "denigrante"
El apellido que suena a guitarra eléctrica pero que en Canarias guarda una historia de abandono, estigma y resiliencia.

En Las Palmas de Gran Canaria, decir que uno se apellida Santana no es una rareza. Más de 78.000 personas lo llevan en la provincia, lo que lo convierte en el segundo apellido más frecuente en la zona, solo por detrás de los Rodríguez de turno. Y si ampliamos la mirada, hay más de 82.000 Santanas como primer apellido en toda Canarias. Hasta ahí, todo normal. Lo sorprendente es que hubo una época, lejana ya, pero no por ello olvidada, en la que algunos decidieron quitárselo de encima. Literalmente. Cambiarse el apellido por considerarlo “denigrante”.
La historia la ha recordado estos días la divulgadora Ana Navarro en un vídeo en TikTok que acumula miles de visualizaciones. “Sabemos ya de qué apellido estamos hablando, ¿verdad?”, pregunta con una media sonrisa antes de soltar el dato: Santana. Y ahí se arma el runrún. ¿Por qué iba alguien a rechazar un apellido tan presente, tan familiar y musical?
La clave está en el siglo XVIII y en la Catedral de Santa Ana, en el corazón de Las Palmas. Allí funcionaba una casa cuna, uno de esos siniestros eufemismos del pasado donde se dejaba a los recién nacidos que nadie reclamaba. A esos niños, abandonados al cuidado de la beneficencia, se les conocía como “santaneros”. No por su devoción mariana, sino por la institución en la que acababan. De ahí que el apellido Santana (tan ligado a la catedral) se viera, en determinados círculos, como una etiqueta de orfandad, pobreza y vergüenza. Un estigma que algunos quisieron borrar del DNI.
Pero la historia del apellido no termina (ni empieza) ahí. Según el historiador Carlos Platero, Santana tiene también una raíz judeoconversa. Ya en el siglo XV aparecen en las islas nombres como Pedro Santa Ana —ojo, separado—, regidor de Gran Canaria en una época en la que bautizarse era, para muchos, la única opción para no acabar en la hoguera. En ese contexto, el apellido Santa Ana se fue pegando hasta convertirse en el más compacto Santana que conocemos hoy. Como tantas otras cosas en España, una mezcla de persecución, religión y papeleo.
De Las Palmas al mundo
Más de 1.185.000 personas llevan hoy Santana como apellido en todo el mundo. Y aunque el epicentro sigue estando en Canarias, se ha dispersado por Madrid (2.500), Andalucía (9.500), Barcelona (1.900) y medio planeta. Lo que antes era objeto de rechazo, hoy se lleva “con dignidad”, como recoge Francisco García Talavera en su obra. De hecho, en algunos casos se lleva con orgullo. Y con razón.
Porque lo que antes era “motivo de burla” hoy suena a identidad. Y lo que algunos escondían, ahora se sube a las redes. Así que si alguien te dice “me llamo Santana”, piensa dos veces antes de quedarte en la anécdota. Hay siglos de historia detrás.