Desmontando a Donald Trump: el magnate antes de la estrella

Desmontando a Donald Trump: el magnate antes de la estrella

AP

Al Donald Trump que busca ser el próximo presidente de EEUU lo conocemos a la perfección. Los medios de todo el mundo copan sus portadas y páginas con sus habituales salidas de tono e irreverentes propuestas, que, pese a lo que aventuraban las predicciones, le llevaron a convertirse en el candidato republicano a la presidencia. Pero detrás de esa estrella de tupé inmovible y moreno que roza el naranja, hay una persona que, hace años, ya apuntaba maneras. La suma es la que da lugar al Trump actual, pero hay que mirar atrás, muy atrás, para comprender bien de quién estamos hablando.

Lo irónico de su historia empieza en la base: en sus orígenes. El día en el que Trump anunció sus aspiraciones presidenciales lo hizo menospreciando a los mexicanos y a los inmigrantes, pese a que él siempre ha estado rodeado de ellos. Su madre, Mary Anne, era de Escocia y a los 18 años se fue a EEUU, donde se casó con Fred Trump, quien a su vez era hijo de inmigrantes alemanes.

Mary Anne y Fred tuvieron cinco hijos. Uno de ellos fue Donald John Trump, nacido en junio de 1946 en Queens, Nueva York. A Fred, además de su apellido, Donald le debe un estilo de vida del que se ha beneficiado. La solvencia económica de su padre le permitió estudiar en la Academia Militar de NY y graduarse en la Escuela de Finanzas Wharton, en la Universidad de Pensilvania. De aquellos años, el magnate se ha encargado de recordar siempre que ha podido qué era lo que había determinado su carácter y había influido en su personalidad: los sermones del pastor Dr. Norman Vincent Peale.

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"Hasta el día de hoy, él es uno de los grandes oradores que he visto. Odiabas tener que irte de la iglesia. Odiabas cuando terminaba el sermón. Así de grandioso era él en la iglesia Marble Collegiate Church", aseguró ante los medios en uno de sus actos de campaña. Peale escribió uno de los libros fetiche para la familia Trump: El poder del pensamiento positivo, publicado cuando Donald sólo tenía 6 años, pero que más tarde leería, determinando, en buena parte, su forma de ser. Hasta tal punto que, según ha afirmado el autor de la biografía del magnate, Peale ha sido la guía espiritual de Trump, a quien debe toda la confianza que tiene en sí mismo.

“¡Cree en ti mismo, ten fe en tus habilidades!”, comienza el libro de Peale. Trump, desde luego, lo ha llevado a rajatabla en todas y cada una de sus apariciones.

A Trump le gusta contar que se ha hecho “a sí mismo”, pero esto no es algo que a todo el mundo le convence. La revista Forbes considera que es un millonario que se ha hecho a sí mismo “a medias”, ya que heredó el negocio de tamaño medio de su padre, si bien es cierto que después logró convertirlo en una fortuna de 10 cifras.

EL MAGNATE TRUMP

El proceso fue poco a poco; Trump pisó desde el primer momento con fuerza, sirviéndose, eso sí, de los contactos políticos de su padre, pero tomó una serie de decisiones arriesgadas antes de hacerse con su sitio. Prueba de ello es cómo a los 35 años logró hacerse con la Trump Tower en la Quinta Avenida y darle una altura -tiene 58 plantas- que no se hubiera permitido dado que está levantada sobre una parcela muy pequeña. Aun así, él lo consiguió.

Clave en la gestión de aquellos años iniciales en los que consiguió hacerse con un nombre propio fue su mujer, la por entonces modelo Ivana Marie Zelnickova. Sí, de nuevo la paradoja de la historia de Donald Trump: su ya exmujer -se divorciaron en 1992- era de la República Checa. Pese a su final, juntos formaron un tándem gracias al cual el apellido Trump se consolidó todavía más entre la sociedad estadounidense.

A la torre Trump le siguieron una serie de compras e inversiones estratégicas que en la década de los 80 le sirvieron para amasar una importante fortuna gracias a operaciones inmobiliarias de apartamentos y hoteles de lujo en Nueva York, siendo sus principales campos de actuación Manhattan y Atlantic City.

EL IMPERIO TRUMP

Se gestó así el magnate, sobre quien su padre llegó a asegurar que le había hecho ganar alguno de sus mejores negocios: “Cada cosa que toca parece convertirse en oro”, dijo. Después llegaron más y más negocios, un estilo estridente que se fue forjando, y un nivel de vida en el que pronto entraron dos mujeres más y los primeros tonteos con la política.

Terminó divorciándose de Ivana y se casó con Marla Maples, con quien tuvo una hija. Esta historia tampoco funcionó, pero entonces llegó la que Trump asegura que es la mujer de su vida, Melania, 24 años más joven que él. En este punto Donald ya ha logrado engrosar sus cuentas corrientes hasta límites inimaginables y no oculta que tiene un objetivo: ser algún día presidente de EEUU.

Ya entrados en el siglo XXI ha escrito un libro -que es su segundo favorito, después de la Biblia- y ha dado el salto al mundo del espectáculo. Concretamente ha participado en el concurso emitido en una de sus cadenas, The Apprentice (“El Aprendiz”), en el que pretenden demostrar que es un empresario de éxito. Presentado por su hija Ivanka, lo retrata como “un líder que predica con el ejemplo”.

Trump habla en titulares, frases cortas, directas y sencillas, que se puedan memorizar

Este líder juega todas sus bazas a todas horas y se sirve de un lenguaje “orientado al consumidor”, en palabras de Yuri Morejon, Politólogo y consultor de comunicación pública.

“Trump habla en titulares, frases cortas, directas y sencillas, que se puedan memorizar. Martillea para asegurarse de que su mensaje llega, de que sea fácilmente recordable”, explica a El Huffington Post. Así se crea un personaje del que gustan su actitud, contundencia y forma de hablar y que además no se define como político y sí como un hombre de negocios. “La gente, sumida en un gran descontento con la clase política tras la crisis económica piensa: ‘si ha hecho magia con sus empresas, ¿por qué no va a hacerla con el país’”.

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Ese es justo el mensaje el día que anuncia su candidatura, el 16 de junio de 2015. Entonces se presentó como un “empresario solvente” que puede convertir a Estados Unidos en una potencia tan rica como su propio imperio.

Eso sí, Morejon considera que juega más el papel de ‘celebrity’ que de político, pero que hay un aspecto que le delata: “Intenta alardear de mucha seguridad en su puesta en escena, pero en realidad es muy inseguro. Siempre está a la defensiva y esto se ve no sólo en el plano político, sino también en sus negocios: muchos de sus grandes acuerdos los ha conseguido a base de amenazar con sus abogados”.

De ahí que cada una de sus intervenciones estén calculadas al milímetro. “El mentón en alto, prácticamente en todo momento, proyecta orgullo, poder, dominio y para apoyar esa actitud casi nunca sonríe mostrando los dientes. Esto cumple la función de pragmatismo y crudeza, como diciendo: “No vengo aquí a caerle bien a nadie, vengo aquí a hacer de América el país que era”, explica por su parte Jesús Enrique Rosas, presidente de Lenguajecorporal.org.

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Además, Trump tiene otra particularidad en su expresión facial: no trata de ser cálido en ningún momento y sus ojos y cejas así lo proyectan. “Puede que sea botox, pero si lo comparas con cualquiera de los otros nombres -Ted Cruz, Marco Rubio, Clinton y Sanders-, sólo Cruz se le asemeja en inexpresividad. Para planes descabellados, nada mejor que acompañar tus afirmaciones con una mirada fija y serena, con el subtexto “Voy a hacer esto sin importar quien se oponga, pues es lo correcto”, repito: me refiero a sus intenciones y cómo su gestualidad apoya a sus palabras”, añade Rosas.

Esa coordinación del discurso, la voz, el rostro y la gestualidad es lo que hace ver a una persona digna de confianza. “Trump está trabajando a un nivel subconsciente, y por ello quienes pensaban al principio que su campaña era un chiste, después del ‘Supermartes’ están comenzando a preocuparse en serio”.

Se están preocupando tanto, que en el partido los aspirantes a candidato están sumando fuerzas para lograr que la gente no le vote. Es más, se pide, a modo de grito casi desesperado, que no se crea en sus palabras. Sin embargo, fiel a su estilo, a Trump todo esto le resbala. "La gente me adora", suele decir en la gran mayoría de los actos. Lo dice detrás de su tupé y su moreno, que ya se identifican al 100% con su persona.

"Creo que es parte de su marca personal, y lo ha usado desde hace tanto tiempo que debe ser parte de su personalidad. Es por esa razón que al principio no lo tomaban tan en serio, pues no es una apariencia que se vea sana ni natural, desde ningún punto de vista. De lo que sí estoy seguro es que esas características lo ayudan a destacarse entre los demás contendientes, aunque sea un poco ridículo", apunta el presidente de Lenguajecorporal.org.

Por lo tanto, costándole más o menos, Trump sí suele lograr lo que se propone. El tiempo -y los votos- desvelará la gran incógnita que se plantea: si esta vez también se saldrá con la suya.

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