8 de marzo: no es una fecha más

8 de marzo: no es una fecha más

Es importante que exista un día para reivindicar los derechos de las trabajadoras. Cierto, porque la simbología es una herramienta útil. Sin embargo, la lucha debe de producirse día a día, en las fábricas, oficinas, comercios y despachos. Cuando una empresa sea señalada, sancionada, e incluso, vea peligrar la continuidad de su negocio por el hecho de tener a una trabajadora en una situación inferior a la de un hombre, habremos dado un paso de gigante.

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Mujeres pidiendo el derecho al voto en Nueva York en 1912. WIKIPEDIA

Existe un abanico de versiones sobre el origen del Día Internacional de la Mujer. La más verosímil parece datar de 1857, cuando un grupo de trabajadoras textiles de una fábrica neoyorquina decidió salir a las calles para protestar por las míseras condiciones en las que desarrollaban su labor, que rayaban en el esclavismo. De cualquier forma, la reivindicación de esta fecha -finalmente, en 1975, la asamblea general de la ONU declaró el 8 de marzo como el día señalado- parte de la esencia misma de la lucha de los trabajadores. Mujer y derechos laborales, dos de las asignaturas históricamente pendientes de la sociedad a nivel mundial, que además se encuentran íntimamente relacionadas. Evidentemente se han avanzado posiciones desde hace más de un siglo. Sin embargo, teniendo en cuenta los años que han pasado, no parece muy lógico que en la segunda década del siglo XXI sigamos con la discriminación de género que padecemos en múltiples escenarios.

Si centramos la vista en datos macro, observaremos cómo en Europa la brecha salarial entre hombres y mujeres es pasmosa. La comparación anual da como resultado que ellas trabajan 58 días al año gratis. La remuneración entre el 2 de noviembre y el fin de año ni se intuye. Representa una diferencia de un 16,3% de media europea. Pero el porcentaje es aún más intolerable en España, donde se eleva tres puntos por encima de la media.

La frialdad de estos números se observa con nitidez si se baja a la arena con algunos ejemplos de esta discriminación. Un ejemplo escandaloso es el que sufren las conocidas como kellys, camareras de piso de los hoteles, cuya precariedad laboral evoca épocas muy pretéritas. Recientemente, un artículo de El Paísrevelaba la situación de explotación a la que están sometidas: según el convenio de hostelería en Catalunya, su sueldo habitual es de 1.251 euros mensuales. El problema radica en que las kellys están subcontratadas por una empresa de servicio y, por tanto, ésta no está obligada a ceñirse al acuerdo. En síntesis, el salario de estas camareras se queda en menos de 900 euros, firmando un contrato de cuatro horas y trabajando ocho.

Es importante que exista un día para reivindicar los derechos de las trabajadoras. Cierto, porque la simbología es una herramienta útil. Sin embargo, la lucha debe de producirse día a día, en las fábricas, oficinas, comercios y despachos. Cuando una empresa sea señalada, sancionada, e incluso, vea peligrar la continuidad de su negocio por el hecho de tener a una trabajadora en una situación inferior a la de un hombre, habremos dado un paso de gigante.