Ojalá las mujeres pudiésemos hacer lo que nos diera la gana con nuestro cuerpo

Ojalá las mujeres pudiésemos hacer lo que nos diera la gana con nuestro cuerpo

AFP

Esta semana han dado comienzo los Sanfermines y con ellos las campañas regionales contra las agresiones en fiestas, las noticias sobre violaciones y tocamientos a mujeres y los debates sobre si las mujeres debemos o no levantarnos la camiseta. "Una polla. Está claro que hay cierta mujer que incita", declara un joven ante la cámara de una periodista. "¿Por qué te levantas la camiseta sabiendo las consecuencias negativas que tiene hacerlo?", pregunta otra mujer en su blog. Un año más estamos desperdiciando una energía inmensa poniendo el foco del debate en la persona equivocada. Un año más caemos en el error de hacer responsable a la misma persona que sufre los abusos. Las mujeres no provocamos las agresiones sexuales con nuestro cuerpo. Es la cultura visual la que ya se ha encargado previamente (y durante siglos) de dotar nuestro a cuerpo de un significado muy concreto: el de objeto disponible.

El problema no está en si llevamos la camiseta subida o bajada. De hecho, aun llevándola bajada, nos van a tocar igual. ¿A quién no le han metido mano a plena luz del día llevando un pantalón vaquero grueso y jersey de cuello vuelto? ¿Desde cuándo ir completamente vestida ha detenido manos, rozamientos o incluso miradas que te atraviesan mucho más que el propio contacto? Por otro lado, los hombres salen a correr con el pecho descubierto y no aparece ninguna mujer tirándose en plancha a sobarles los pezones mientras hacen running. Hay una diferencia fundamental entre el cuerpo de una mujer y el de un hombre que no está en la naturaleza, ni siquiera en la propia voluntad de la persona, sino en la cultura aprendida a través de la representación. El cuerpo de las mujeres es el cuerpo del deseo. El cuerpo del pecado. Lo vemos en los anuncios, en las películas, en la moda o la televisión. Lo vemos mientras caminamos por la acera: decenas de papelitos de colores con culos y tetas y un número de teléfono al lado. Disponibles 24 horas. Lo comprobamos cuando publican una noticia sobre la reunión entre dos grandes presidentes que ilustran con los culos de sus esposas al lado. Lo sabemos cuando al pasar esa misma página leemos los anuncios clasificados de prostitución. "Madurita". "Limpia". "Morbosa". Los cuerpos de los hombres son representados para dominar. Los cuerpos de las mujeres son intercambiables. De usar y tirar.

Un año más caemos en el error de hacer responsable a la misma persona que sufre los abusos"

Un año más malgastamos nuestras fuerzas apuntando a las consecuencias y no hacia las causas. Estoy cansada de ver las mismas campañas año tras año que siguen dirigiéndose exclusivamente a las mujeres, como si ellas fuesen el problema: "al menor indicio, denuncia" "si dices no, es no". En todos los carteles aparecen mujeres, más o menos jóvenes, que son las que deben actuar y afrontar la situación. Como si la cosa sólo fuese con ellas. Como si la cosa no fuese también con los hombres. Como si la cosa no fuese con los medios de comunicación que nos bombardean durante todo el año con imágenes donde el cuerpo de las mujeres es sólo un mero objeto disponible. ¿Cómo narices vamos ahora con el "no es no" si durante todo el año las representaciones femeninas han proclamado desde todos los rincones "aquí estoy, puedes disponer de mí"?

Las grandes responsables de las agresiones en fiestas no son las personas que una vez a al año se levantan la camiseta sino las que tienen la capacidad y el poder de influir día a día en el imaginario colectivo. Las cadenas de televisión que utilizan cuerpos de mujeres semidesnudas para aumentar el rating en nochevieja, las marcas de moda que nos representan como cuerpos desplomados por las esquinas con las piernas abiertas y expresión de drogadas, las películas que muestran a hombres victoriosos a través de la violencia y del abuso, la pornografía que asocia el sometimiento y la violación de las mujeres al placer... Todas y todos somos víctimas de ese imaginario que disocia lo femenino de lo masculino y que nos impide ser libres para decidir quiénes queremos ser. Los medios de comunicación son los grandes olvidados de las campañas contra las agresiones en fiestas. Ellos nos agreden con sus representaciones estereotipadas constantemente. Ellos tienen la capacidad de influir en las personas y de mitigar esta violencia y en lugar de eso, continúan reforzándola.

No, lamentablemente las mujeres no somos libres para hacer lo que nos dé la gana con nuestro cuerpo. Y no porque no debiera ser así, sino porque ya se encargan otros de decidirlo cada vez que nos representan como objetos. Tampoco lo sois los hombres que veis en esas mismas mujeres unos cuerpos disponibles y que creéis que abusando sexualmente de ellas sois unos campeones. Nos han engañado. A vosotros y a nosotras. Vil y despreciablemente, nos han engañado.